6.30.2015

Ritual de transición de Carlos II a Felipe V en Zacatecas


Véase en Periódico Imagen. 


El traspaso del reino Hispánico al siglo XVIII no fue sencillo. España se encontraba en crisis económica y geopolítica. La muerte de Carlos II último de los Austrias Españoles (1 de noviembre de 1700) y el ascenso al trono de Felipe V, de la Casa Borbónica y nieto de Luis XIV, traían consigo una serie de acontecimientos que habían dejado al reino en crisis. La derrota de la Guerra de los Treinta Años y la firma de la Paz de Westfalia (1648) significaron la caída de España como la principal monarquía y el derrumbe de la casa de Austria. Felipe IV dejó un gobierno en crisis a un joven Carlos II que, ante las diversas vicisitudes de su gobierno y la falta de heredero, condicionó el cambio dinástico.
En Zacatecas, la asistencia debida a los acontecimientos del reino se hizo con la realización de exequias reales a Carlos II y la celebración del ascenso a Felipe V. Para el periodo de noviembre de 1700 a julio de 1701, en toda España existía un ambiente de incertidumbre, puesto que la transición dinástica podría suponer reajustes políticos, sociales o culturales. Así, las ritualidades se organizaron lo más pronto posible, con el fin de guardar de forma “correcta” protocolos, signos y gestos políticos.
El 8 de junio de 1701 a las 16 horas se realizaron las exequias reales a Carlos II en Zacatecas. El escribano público Miguel Márquez de Velasco dio cuenta del testimonio de lealtad. En la Parroquia Mayor se colocó un túmulo de seis cuerpos con 35 tarjas, que contenían emblemas latinos y castellanos. Como parte del oficio de vigilia, el Dr. Felipe de Valdés dijo la oración fúnebre; los responsos fueron cantados por Miguel de Carvajal, Miguel Bermúdez teniente de cura y Francisco de Zúñiga vicario de la ciudad. Con tal solemnidad, Zacatecas se adecuaba al conjunto de ciudades y reinos hispánicos, en las ritualidades de transición dinástica que, ante todo, fungían como aparatos legitimadores. El ambiente fue de incertidumbre. Meses después, el Emperador Leopoldo I declaró la guerra a España y a Francia.

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