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Los símbolos entorno a Salomón, su templo y trono son
referentes del Antiguo Testamento con
enormes proyecciones y reinterpretaciones. Para la tradición judeocristiana, se
entendió la construcción del templo y el sitial bajo la distinción de dos
genealogías –sistemas de valores–, que legitimaban discursos: la de Seth y la
de Caín. Bajo los planos divinos, edificar la casa y situar el trono
constituyeron el reflejo y grandeza del reino, en juego de correspondencias. Con
Felipe II mencionados símbolos alcanzaron su apoteosis máxima; por la
edificación del palacio San Lorenzo El Escorial, se le conoció como “El
Salomón”. La obra estableció un verdadero modelo de residencia política en la
Europa Moderna, inspirado en el ciclo salomónico. Los textos exegéticos más relevantes
sobre Reyes y Crónicas se escribieron en ese periodo. Así, al rey español se le
emparentó con la casa de piedra de Bethel. En la jura real a Luis I en 1724,
fray José de Arlegui Definidor de la Santa Provincia San Francisco de los
Zacatecas especificaba la forma en la que debía constituirse el joven monarca. En
el recurso de la exempla, explicaba cómo
Salomón promovió un trono con dos leones en cifra de su poder: “En cuya
maravillosa fábrica, no sólo afianzó su Reino y su Corona, porque en ella
ostentó su poder y sabiduría, sino que se enseñoreó y engrandeció sobre todos
los reyes de la Tierra”. Fray José de Arlegui establecía similitudes entre el
Luis I y Salomón; se trataban de reyes dialogantes directos con la divinidad,
que con el plano autorizado construían el templo de la Jerusalén Celestial. Primó
la genealogía Seth, al punto de establecer al pueblo español como a nueva
elección del “Innombrable”. El trono, el templo y el rey siguieron tal dinámica
interpretativa, hasta principios del siglo XIX. Aún persiste el trono, en el
Palacio Real de Madrid, con los leones salomónicos; sin embargo el rey ya no
puede sentarse, debido a las concepciones política-simbólicas a partir del
1812. La genealogía que dio marcha fue la de Caín: constructores que, con sus
propios planos, labran la piedra para edificar al Templo de Salomón.