9.16.2008

15 de Septiembre...


A dos años del bicentenario de la Independencia de México y del centenario de la Revolución, nuestra nación padece estragos y una creciente psicosis social. La violencia siempre es un efecto, no una causa. Los tiempos existentes demuestran una coacción de una soberanía nacional fragmentada, limitada o amenazada, por momentos, de una probabilidad de guerrilla (o más). Estos hechos sin duda dan vuelta a cada uno de los ciudadanos y lo cierto es que, así como cada movimiento es abierto por un reacomodo jerárquico (sea social, económico, político, cultural), el tiempo partirá o unirá los pocos símbolos e ideales con que la nación fue forjada (o al menos se intentó).
Ya en los primeros años del S. XX los intelectuales de la Revista Moderna predecían una especie de epifanía. Sabían, de antemano, que las condiciones y el contexto político era favorable para los levantamientos civiles y guerrilleros. La Democracia, desde el S. XVIII es tema y pretexto de cambio a impacto explosivo; lo que concedió, por segunda vez en la historia del México Independiente, el levantamiento de la clase media-alta para derogar los manejos políticos de aquel momento.

Su carácter exaltado hacía alarde de gozar de una libertad desenfrenada; proclamaba ser un ciudadano del mundo, vivir en un país libre, gozar de los derechos que le daba una amplia democracia y entrar y salir adonde quiera cuando le viniese en gana. Y lo curioso era que sabía que toda libertad estaba medida y tasada, que la democracia era un mito, que el derecho de obrar como hombre libre era una apariencia para los inofensivos y un cruel sarcasmo para los intelectuales que habíanse atrevido a censurar abiertamente los actos de una dictadura encubierta bajo el disfraz de un gobierno democrático y popular […]. 1


Lo irónico es que, ha medida que nuestro país cumple más años, los fragmentos y las historias se repiten. Debemos afirmar que las condiciones y el contexto son distintas, pero el resultado el mismo. Ahora bien, no podríamos profetizar una Revolución en nuestro país, ni mucho menos una guerra, sin embargo, cada manifestación que atente contra las libertades propias del ciudadano y sus derechos individuales confirman una postura política coercitiva, con el sarcasmo de una viuda negra que se posa en los días clericales del Estado.
La ruleta ha sido girada y las apuestas están a la mesa; ¿Ustedes, apostarán?

1 CAMPOS, Rubén M., El bar. La vida literaria de 1900, UNAM, México, 1996, p. 129.

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