1.26.2009
EL DECADENTISMO MEXICANO Y EL ORDEN DE LOS TRABAJOS (Parte IV de IV)
IV.- La decadencia del Decadentismo.
Para 1910 la generación Decadentista sufriría fuertes golpes que marcarían por completo su dispersión, y por consecuencia, la pérdida social de los movimientos afines a los trabajos ya mencionados.
Existen tres factores que sin duda afectaron por completo la unión de la generación. El primero, los decesos de integrantes del bar y la revista. Bernardo Couto Castillo, quien moriría a los 21 años de edad; Julio Ruelas en su estancia en París; Raúl Clebodet, comunista inalcanzable del grupo; Jesús E. Valenzuela por su parálisis y asfixia; y, por último, Justo Sierra, el maestro de los decadentes. Las ausencias no fueron sustituidas.
Los trabajos se desfasarían. El paradigma reciente de, al menos cinco primeros años del refugio de la generación, caería en la fricción de la estrella del norte. El paradigma estaría en movimiento, sin punto fijo, y así se mantuvo. No hubo cambio, ni sustitución, ni soporte del mito.
El último aspecto, tiene que ver con el mandil que portaba la generación. A breve espacio, la figura dandy aprisionaba por completo el esquema visual, de la mano con el acto, de los intelectuales de la Revista Moderna. Luis Antonio de Villena diría, “El dandy no es revolucionario, sino un rebelde”.22 Esa condición apartaría a los decadentistas de la Revolución Mexicana en cualquiera de sus etapas.
El resultado fue la eminente desunión del grupo y el fin de la Revista Moderna para 1911, ya comenzada la Revolución. Después de ello, cada cual tomaría rumbos distintos. Amado Nervo seguiría con su palabra litúrgica; José Juan Tablada sería el primer vanguardista de América y traería el Hai-Kiu; Rubén M. Campos se convertiría en cronista de guerra y novelista; etc.
El ocaso de los trabajos sería contrario al amanecer alguna vez soñado por activistas, fuera del grupo. La Revolución marcaría otro ideal que jamás tocó en la estética de los Decadentistas. Se verían atrapados en una nueva necesidad, de la cual ya no cabrían o no respondía. Por ello el crecimiento del “Ateneo de la Juventud”, pues caían a los tiempos y no el Decadente, que caía en la ruptura de una sociedad que había cambiado.
En la homilía del presente trabajo, no se quiso demostrar lo ya demostrado, que es la importancia de la generación Decadentista en sus niveles de libertad bajo palabra; el hecho innegable de realizar la mejor revista de México de todos los tiempos y, ni mucho menos, concebir una luz de la alborada en los trabajos realizados, como rescate, visto de comparación a un hallazgo arqueológico en los senderos egipcios.
La generación Decadentista manifestó un deseo por los trabajos, un orden, una estructura y una palabra y/o elemento retórico crepuscular, situado en las manifestaciones, mayormente poéticas.
Tan sólo quiso descifrarse en el pesimismo vital y el pan de cada día. Los iniciados en las tenidas literarias. Y puesto el fin del vino, las palabras perdidas y los soliloquios imposibilitados del silencio, nos tomaría para vernos frente a frente, con toda la caída deseo, y decirnos a los ojos en los sustitutos de la fe, los juramentos y el estribillo de la oración de apertura: Yo quisiera morir, como tú has muerto.
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22Luis Antonio de Villena, Corsarios de guante amarillo, Edit. Valdemar, España, 2003, p. 23.
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