4.29.2009
De la Torre y su Grado 14...
Lleva apenas dos semanas en mi casa y ya configura una estela a su alrededor. Como guardando el secreto, la puse encima del sillón más escondido, donde la sala es para las visitas ostentosas, no comunes, de uso diario. No obstante, su presencia ha hablado por sí sola. Su manera fragmentada, cual espejo, murmura el principio y final del río Éufrates. Un rojo, tan mordaz, que prolifera la búsqueda del Osiris y su mito, un isótopo del grupo, del capitular encuentro en los hemisferios. Señala los cuerpos, la garganta, por la necesidad de sentir el silencio y el ruido. Y, como el principio lo señala, la búsqueda del bálsamo salvaje, del eterno crimen que nos separa y encajona los cuerpos al absoluto. Le pega afuera, rocinante. La única manera de dialogar los entes. Su mirada dispersa lo amerita. Es una contradicción de cuerpos, de sentidos, de contagios orbitados entre el arrepentimiento y la redención. No auxilia a esa salida, tan sólo señala el discurso con el que se abre.
Por eso, quien lo mira, se siente atraído. <Él> sabe el secreto que el espectador quiere y no tiene. Ante la obstinada nulidad de la palabra, quien lo mira sólo se queda en la contaminación de ruido, agazapado de cordura. Se sabe espectado en obituario, cabizbajo, sin el honor y el desprecio de no ser elegido, en la Torre, en Cordero. Sólo <Él> lo sabe y lo modela; para no decirlo, para no entablarlo, para discutirlo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
I love every single word you write
Publicar un comentario