Comentarios de Carmen F. Galán en la Presentación Feria del Libro, El Libro
de Patmos. Véase en La Gualdra (Suplemento Cultural de la Jornada Zacatecas).
Carmen F. Galán
La primera vez que recorrí Patmos fue
como interpretar una partitura, su diseño resonaba a ecos de Afrodite´s Child,
un grupo formado por Vangelis, que en 1970 grabó una adaptación de libro de las
revelaciones de San Juan en un álbum conceptual titulado 666 (The Apocalipse of John).
En otra búsqueda, o
segunda lectura, me percaté del origen griego de esta banda de rock progresivo
que migra a París, como del significado de Patmos en tanto isla de desterrados,
destino de peregrinación y lugar del apocalipsis.
El
Libro de Patmos anuncia un final,
pero también lo disuelve, es un poemario para leerse de arriba hacia abajo y
releerse al revés, o mejor dicho en bustrófedon (que de acuerdo a Moliner es la
manera de escribir arando en zigzag). Me explico, El Libro de Patmos es un
texto que al proporcionar sus claves de lectura se encripta más. El poeta nos
ofrece alternativas para realizar la lectura, a manera de cinta de moebius, como
matrioska o como caracol que se desdobla en interpretaciones imposibles de
asir.
El recorrido es para
iniciados, pero también para inaugurar una era del libro cuyos silencios lo
aniquilan al modo en que el ouroborus se muerde la cola. El arquitecto de tal
credo sostiene con la mano el compás en un gesto casi imperceptible por la
textura del papel que recuerda la escritura sobre la escritura del palimpsesto,
las palabras bajo las palabras del anagrama, y que igualmente nos recuerda la
invisibilidad del poeta-oráculo hablado por los dioses.
¿Qué anuncia este
apocalipsis? ¿Cuál es su plan secreto? Destruir el libro, deconstruir el libro.
Como respuesta a las escrituras líquidas se impone la rudeza y suavidad del
papel, la escritura como fisura, la vuelta a lo esencial, al grito, al habla
inarticulada, al aullido del yo.
Uno se preguntaría
¿cómo es posible en la dificultad, en la oscuridad del poema encontrar lo
esencial? Para regresar el inicio hay que recorrer el camino una vez más en
todas direcciones, el asunto es ontológico, y el poema es la morada del ser,
recuerda la hermenéutica del siglo XX, y ahora, en la normalidad de la crisis
planetaria y desde un rincón en el que habitamos, Salvador Lira nos lo vuelve a
recordar: soñar y recordar para enmendar la memoria.
Aquí un breve paréntesis: ¿cómo evoco
a Salvador Lira? Tan impaciente como el mejor de los alumnos con preguntas
interminables y que viaja constantemente para alcanzar respuestas. Lo recuerdo
participando en seminarios y congresos en diferentes universidades de nuestro
país. Asimismo como becario en el extranjero realizando estancias de
investigación y llevando hasta esos lugares su ímpetu por escrudiñar textos e
imágenes; finalmente lo recuerdo como alguien que prefiere echarse a la espalda
una valija llena de libros y desdeñar todas sus otras pertenencias.
Me
congratulo de haber sido cómplice en esta búsqueda para conformar el Templo y
me sorprendo al conocer al Salvador poeta. Para abreviar, me enorgullezco de
haber sido su maestra en algunos momentos de su camino profesional, y para no
olvidar los viejos tiempos arrojo al aire un juego de conjunción de opuestos,
convocatoria al diálogo, para que el Salvador académico trate de adivinar sus
afinidades selectivas. Lanzo los dados al aire, no sin antes agradecer la
invitación al nacimiento de El Libro de
Patmos:
La
narración frente al poema
La
inspiración frente a laboriosidad
Poesía
e imagen
Encriptamiento
o claridad
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