Respuesta al juego de opuestos que propuso Carmen F. Galán en la presentación de El Libro de Patmos. Véase en La Gualdra (Suplemento Cultural de La Jornada Zacatecas).
Estimada Dra. Carmen F. Galán:
Recibí sus disertaciones y noticias
por los viajes que realizó en las letras de Patmos. Expreso, de antemano, mi
gratitud y la intención de abrir un diálogo equilibrado por los temas,
palimpsestos, palíndromos y oráculos que sostienen al poemario.
De los cuatro juegos de opuestos que
propone, empezaré por hablar de “La inspiración frente a la laboriosidad”.
Evidentemente la creación, en todos sus sentidos, será un misterio. Asimismo la
creación literaria, artística e incluso científica. Puede contenerse en sueños,
lecturas o visitas cotidianas. Sin embargo, considero que la inspiración es
sólo una mínima parte de la producción poética, pues se alimenta ante todo de
la disciplina, el trabajo constante y las relecturas del propio texto. No
concibo a alguien que escriba una obra (sin ajustes), antes de un acto de
experimentación-ejercitación de la escritura. Incluso los Modernistas que en
sus tertulias instauraban una disciplina artística. Por disciplina me refiero a
una búsqueda estética, una preocupación que queda reflejada en la obra.
Ya antes Horacio había escrito sobre
las relaciones entre poesía y pintura. Premisas que alimentaron una tradición
literaria y asimismo una tradición del libro. También es preciso hablar de una
tradición de la lectura. La ausencia de imágenes en los libros responde a una
concepción protestante decimonónica, en donde lo que vale es la propia imagen
que connota el texto literario, así como los discursos. Por imagen entiendo un
concepto de semejanza, un signo que también es parte de la lectura, de la
interpretación, del diálogo. En el opuesto “Poesía e imagen”, se muestran dos
formas de lectura, equilibradas justo en esa semejanza que, a la vez, es
sugerencia. Su distancia y cercanía –que proponía Horacio– son conjugaciones
del lector. A una imagen poética se le puede leer de múltiples formas: como
letras que conforman una silueta; como un trazado que adorna; como artefacto o
intención del autor; o como poema en su forma más musical. El juego se cifra en
las estrategias literarias, que son cálculos ante una lectura incalculable: el
lector.
Aquí realizo otro salto para hablar
del “Encriptamiento o claridad”. Creo que tales elementos existen o no en la
disposición del lector. Gilbert Durand hablaba de la revelación y a la vez
ocultación del símbolo. El ciframiento devela también revelaciones,
sonoridades. Se puede comprobar, por ejemplo, en las estructuras de la métrica,
que ante la musicalidad del lenguaje se asimilan –e incluso se aprenden–
discursos cifrados. Los salmos o La
Divina Comedia dan muestra de ello.
Finalmente considero que es el gusto
por la sonoridad el soporte estético entre “La narración frente al poema”. El
verso fue uno de los inventos tipográficos que ayudó a la lectura de cantos. La
métrica con sus acentos sonoros son un recurso estético y memorístico. Por
supuesto que existe una diferencia explícita entre un texto narrativo y un
texto poético. Incluso, resultan extrañas algunas suposiciones sobre si algunas
obras narrativas tienen recursos métricos. No obstante, la base se encuentra en
el tono del poeta y en el tono del narrador. En ocasiones se habla de una
“prosa poética” o de un “poema narrado”. En el fondo de todo este enramado, se
encuentra un acto de comunicar, sí, mas es un acto a partir de una dificultad
del lenguaje: el poema y/o el texto literario. Las interconexiones o
intercambios de estrategias (literarias) son parte de este juego de las
dificultades, es decir, son parte de la escritura.
Dejo abierta esta relación dialogal a
cualquier lector, a cualquier viajero que guste abrir los sellos de Patmos.
Nuevamente le agradezco, Dra. Carmen F. Galán, sus apreciaciones y comentarios.
Sé que el diálogo no terminará, pues son más las preguntas que tenemos ante un
universo de símbolos, un universo de mitos.
Con afecto,
S. L.
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