Ochos en el piso de la soledad, columna al centenario de La sangre devota de Ramón López Velarde. Con el agradecimiento al Periódico Imagen por la publicación.
La primera edición de La sangre devota apareció en enero de
1916, auspiciada por Revista de Revistas,
antecedente del Excélsior. Al año
siguiente se publicó una segunda edición. Ningún poema fue corregido en
métrica, figura o punto. Incluso, en respeto a la obra Princeps, la portada por el ingenio de Saturnino Herrán fue la
misma a la de 1916, una figura femenina y la iglesia de Churubusco.
Aparece sí una aclaración en el prólogo a la edición
de 1917: “Deseo afirmar que por lealtad y legalidad conmigo mismo esta segunda
edición es idéntica a la de 1916, sin cambio de una palabra, ni de un punto, ni
de una coma. Una sola novedad: en el primer poema, el nombre de la mujer que
dictó casi todas las páginas.”
La aclaración viene al caso por un motivo: Josefa
de los Ríos falleció el 7 de mayo de 1917. Consta, no la aparición del nombre
de «Fuensanta» en el verso, sino a manera de α-ω, el andar cronológico en vida y muerte
por la mujer de La sangre devota.
Constituye, además, una zozobra del poeta por la partida de su mujer.
Son al
menos cinco poemas en los que se percibe de manera directa el tropo «Fuensanta».
La relación nominal que se utiliza, a manera de metáfora en odalisca, no se
refiere a una hipérbole amorosa, es la búsqueda por construir una poética
dialógica, con sutiles rasgos entre tradición y transgresión.
Un ejemplo
claro de tal punto se puede observar en el poema “Para tus pies”. En López
Velarde, la mujer es templo, es artefacto y es música. Por ello describe en
formulación de un mismo cuerpo, la posición de Fuensanta y un piano.
Porque yo sé de tu planta ser de todas la más
pura,
tu planta sabe las rutas sangrientas de la
Pasión,
que por ir tras Jesucristo por calles de la
Amargura
dejó el sendero de lirios de Belkis y Salomón.
La clave del verso se
encuentra en la ambivalencia de significados de “planta”, que por un lado es el
medio por el que se modulan sonidos en el piano, por otro es un estoico vegetal
que espera digno en el jardín de la amada. Por ello, habla del sacrificio y la
amargura, que deja atrás los devaneos entre la reina de Saba y el rey del Eclesiastés.
El mote es usufructo:
Y así te imploro, Fuensanta, que en mi corazón
camines
para que tus pies aromen la pecaminosa entraña,
cuyos senderos polvorosos y desolados jardines
te han de devolver en rosas la más estéril
cizaña.
Camino, pies y unción, en el hálito dialógico se funden. Por tales
texturas, en el fervor, López Velarde la nombra: Fuensanta.
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