Muy noble y leal ciudad: Artes y Letras del Zacatecas Virreinal, columna cultural en el periódico Imagen.
Definir el rol que ocupan las
fuentes documentales, en el ejercicio interpretativo por los caminos entre el
filólogo y el historiador es un terreno de debates, coincidencias y discordias.
Las propias fuentes primaras inexcusables del historiador, como lo indica Ma.
Jover y Carmen Sanz, son el arte y la literatura, entendidas como una
manifestación de mentalidades y símbolos. De allí que en muchos casos los
territorios sean complejos de discernir, en tanto el ejercicio de escritura, tecné y ars.
Un ejemplo al respecto es el ritual por la designación del
Subdelegado en la villa de San Juan Baptista de Llerena, Real y Minas de
Sombrerete, octubre 22, 1789 (AHEZ, Fondo Intendencia). Si en ese traspasar de
mentalidades, la literatura se le consideraba un baluarte de la tradición en
sus continuidades, entonces las relaciones están de lleno en el concepto; de allí
los propios libros de juras, exequias y/o acontecimientos regios, parte del
corpus documental y literario de las Expresiones
de Lealtad.
Como contexto, las Subdelegaciones fueron un nivel
burocrático, impulsadas dentro del reformismo borbónico del rey Carlos III. Con
el fin de optimizar la administración, se dividió el territorio en Intendencias
–con una figura burocrática principal– y bajo ese rango, subdelegaciones. Esta
partición geográfica es el antecedente de los actuales Estados Soberanos.
El primer Intendente de Zacatecas fue Felipe Cleere. En la
sala Capitular de Ayuntamiento, lugar en donde se juntaba el Ilustre Cabildo de
Justicia y Regimiento de Sombrerete, se llevó a cabo el juramento de su primer
subdelegado. Se juró y ofreció servicios el Capitán José Camino y Montero.
El juramento “acostumbrado” tuvo sus bases en la tradición
de la jura hispánica, que implicaba un pacto con el rey, con la religión y con
el honor. El manuscrito indica:
Inmediatamente: Pareció ante su Señoría el muy Ilustre Cabildo; Justicia y Regimiento, el Capitán Don José Camino, y Montero Subdelegado de este Partido, quien puesta la mano en la Espada, prometió a Dios, y ofreció al Rey, usar bien, fiel y legalmente el citado empleo, atender a los Pobres, e Indios, a quiénes en sus negocios, y en los de Real Hacienda, no llevará dios alguno, y que defenderá el Misterio de la Purísima Concepción de María Santísima Nuestra Señora […].
Con la mano sobre una espada se afirmó una función caballeresca en el
resguardo del honor. La empresa –el cargo de subdelegado– lo prometía a Dios y
lo ofrecía al rey –símbolo político, judicial y divino– como parte de un
imaginario medieval. En este sentido, una nueva clase de cargo se adecuaba a
los rituales y sistemas de valores de la tradición hispánica, pues ya desde las
Partidas de Alfonso X “El Sabio” se
aclaraban los valores de los altos rangos y, por supuesto, del caballero.
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