2.20.2017

Urna fúnebre a Felipe IV por el Santo Oficio

Muy noble y leal ciudad: Artes y Letras del Zacatecas virreinal, columna cultural en el periódico Imagen



El rey Felipe IV, conocido como “El Grande”, falleció el 17 de septiembre de 1665. La noticia en la Nueva España se conoció meses después. Como parte del ceremonial de transición de poderes, se solemnizaron juras al nuevo monarca, Carlos II y exequias reales al soberano fenecido. Si bien la Real Audiencia, principal cabeza gubernamental en el virreinato, honró funerales, otros organismos se unieron a los gestos mediante expresiones de lealtad.
Uno de ellos fue el Santo Oficio, quien designó a los jesuitas Francisco de Uribe y Antonio Núñez de Miranda –oriundo de Fresnillo, confesor de Sor Juana Inés de la Cruz y maestro de Isidro de Sariñana– como comisarios de exequias. Ellos idearon y escribieron los poemas del túmulo, así como la relación de exequias. Como bien indica María Dolores Bravo, es probable que al menos la relación haya sido escrita en su mayoría por Antonio Núñez de Miranda, debido a que Francisco de Uribe tuvo una fuerte enfermedad que lo llevó a la muerte algunos meses después de las exequias reales.
El ceremonial se llevó a cabo en la iglesia de Santo Domingo, en la ciudad de México, el 25 y 26 de agosto de 1666. El tema central del túmulo fue el símil, a manera de concepto, entre la ciudad de México y Roma, junto al Imperio Romano, el Santo Oficio y el proyecto de Monarquía Universal-Católica.
En el espacio central, en la parte alta, se colocó una urna que simbolizó el cenotafio de Felipe IV. Esta sirvió de propuesta hermética emblemática, pues contó con pictura –la urna–, con varios sonetos y epigramas latinos. A manera de ejemplo:
Aquí yace, si yace, el que vivía
de sustentar la Fe: si, a quien exalta
en su Templo la Fe: si, cuya falta
lamenta Egeria, y llora la Herejía.
Aquí yace, si yace, el que a María
la cumbre en Roma conquistó más alta.
Aquí yace, si yace, el que resalta
vivo en todo linaje de obra pía.
Si este yace, aquí yace el mejor Numa
de la cristiana Roma; aquel emblema
de Piedad, Religión, justicia y celo.
A quien Egeria con gratitud suma
honoración dedica tan suprema.
¿Y en fin yace? ¿Sí o no? No. Porque hay cielo.
El soneto utiliza el recurso de aliteración –repetición de sonidos en versos con fines expresivos– con el fin de generar, por un lado, un ritmo específico, por otro, en su sentido: “Aquí yace”. La idea central es la trascendencia del Felipe IV, pues, si en el cuerpo reposa, su alma se encuentra en el empíreo inmóvil. Si para Numa Pompilio fue la Egeria su ninfa, para Felipe es la virgen María. Ahí, el concepto, en palabras de los jesuitas: “La comparación excesiva de México, a Roma”.

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