Muy noble y leal ciudad: Artes y Letras del Zacatecas virreinal, columna cultural en el periódico Imagen.
Además de la función de mostrar
perfiles corporales del personaje, los retratos en la Edad Moderna desplegaron
una serie de elementos alegóricos. Entre el protagonista de la pintura y los
objetos a su alrededor, se delata una narrativa interna con el fin de entregar
un discurso, con fines políticos.
Los orígenes del modelo en el reino español serán Tiziano y
Antonio Moro, ante las imponentes figuras de Carlos V y Felipe II. Inmaculada
Rodríguez Moya indica en La mirada del
Virrey que será en el siglo XVII cuando el retrato político presente
innovaciones gracias a la cultura teatral y gestual, frente a la creciente
importancia de los emblemas, las empresas, los símbolos, los jeroglíficos y las
alegorías.
En la Nueva España el retrato siguió el modelo con algunas
adecuaciones propias del contexto. Elisa Vargaslugo realiza una clasificación:
el civil y el religioso, considerando los lazos familiares, puestos e
instituciones de origen del personaje.
El retrato de Juan Ignacio de Castorena y Ursúa es una
excelente muestra del despliegue simbólico y la formulación de la dignidad con
mensaje político. Fue pintado por Nicolás Rodríguez Juárez, oriundo de la
Ciudad de México, quien también realizó algunas piezas centrales del Altar de
los Reyes de la Catedral Metropolitana. De retratos políticos destaca el
realizado al virrey Fernando de Alencastre Noroña y Silva, duque de Linares.
El retrato del zacatecano actualmente se resguarda en el
Museo Nacional del Virreinato, en Tepozotlán, Estado de México. Se trata de una
pintura de caballete, realizada con la técnica óleo sobre tela. Mide de alto
187 cm y de ancho 126 cm.
La pintura muestra a Juan Ignacio de Castorena y Ursúa de
pie, ataviado con túnicas blanca y roja, propias del puesto de arzobispo con
atisbos a su orden. En su mano izquierda sujeta un papel, distintivo del hombre
de Estado en labores. La mano derecha está sobre un libro, encima de una mesa
que además sostiene otros cinco libros, las plumas y el tintero, que recuerdan
su condición de hombre de letras. De los libros que se encuentran en la mesa,
cabe destacar que son los de la Ciudad de
Dios de San Agustín, los que sostienen la mitra, distintivo principal del
puesto del obispo. Esto indica que las acciones del zacatecano al mando del
obispado de Yucatán son con base en las directrices teológicas del santo de
Hipona.
La
mirada del zacatecano es alejada, fría y seca. Muestra con ello una jerarquía
superior, pues el soberano en aquel momento –siguiendo el modelo de Felipe II–
denostaba su poder mediante la lejanía. En la parte izquierda superior aparece
el escudo de armas y en la inferior la relación de cargos y méritos, propios de
la pintura novohispana al comparecer su identidad dentro de los símbolos de
poder.
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