1.22.2018

Retrato a Juan Ignacio de Castorena y Ursúa

Muy noble y leal ciudad: Artes y Letras del Zacatecas virreinal, columna cultural en el periódico Imagen. 




Además de la función de mostrar perfiles corporales del personaje, los retratos en la Edad Moderna desplegaron una serie de elementos alegóricos. Entre el protagonista de la pintura y los objetos a su alrededor, se delata una narrativa interna con el fin de entregar un discurso, con fines políticos.
Los orígenes del modelo en el reino español serán Tiziano y Antonio Moro, ante las imponentes figuras de Carlos V y Felipe II. Inmaculada Rodríguez Moya indica en La mirada del Virrey que será en el siglo XVII cuando el retrato político presente innovaciones gracias a la cultura teatral y gestual, frente a la creciente importancia de los emblemas, las empresas, los símbolos, los jeroglíficos y las alegorías.
En la Nueva España el retrato siguió el modelo con algunas adecuaciones propias del contexto. Elisa Vargaslugo realiza una clasificación: el civil y el religioso, considerando los lazos familiares, puestos e instituciones de origen del personaje.
El retrato de Juan Ignacio de Castorena y Ursúa es una excelente muestra del despliegue simbólico y la formulación de la dignidad con mensaje político. Fue pintado por Nicolás Rodríguez Juárez, oriundo de la Ciudad de México, quien también realizó algunas piezas centrales del Altar de los Reyes de la Catedral Metropolitana. De retratos políticos destaca el realizado al virrey Fernando de Alencastre Noroña y Silva, duque de Linares.
El retrato del zacatecano actualmente se resguarda en el Museo Nacional del Virreinato, en Tepozotlán, Estado de México. Se trata de una pintura de caballete, realizada con la técnica óleo sobre tela. Mide de alto 187 cm y de ancho 126 cm.
La pintura muestra a Juan Ignacio de Castorena y Ursúa de pie, ataviado con túnicas blanca y roja, propias del puesto de arzobispo con atisbos a su orden. En su mano izquierda sujeta un papel, distintivo del hombre de Estado en labores. La mano derecha está sobre un libro, encima de una mesa que además sostiene otros cinco libros, las plumas y el tintero, que recuerdan su condición de hombre de letras. De los libros que se encuentran en la mesa, cabe destacar que son los de la Ciudad de Dios de San Agustín, los que sostienen la mitra, distintivo principal del puesto del obispo. Esto indica que las acciones del zacatecano al mando del obispado de Yucatán son con base en las directrices teológicas del santo de Hipona.  
La mirada del zacatecano es alejada, fría y seca. Muestra con ello una jerarquía superior, pues el soberano en aquel momento –siguiendo el modelo de Felipe II– denostaba su poder mediante la lejanía. En la parte izquierda superior aparece el escudo de armas y en la inferior la relación de cargos y méritos, propios de la pintura novohispana al comparecer su identidad dentro de los símbolos de poder.

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