4.17.2016

Significar el sonido

Ochos en el piso de la soledad, columna al centenario de La sangre devota de Ramón López Velarde. Con el agradecimiento al periódico Imagen por la inclusión. 



De los elementos más complejos que un poeta puede forjar es el emparentar palabra, tesitura de sonido y significación. No se trata de un artilugio de la métrica o la rima; tales reglas en cierta forma marcan directrices de golpes, medidas y suturas. Éstas buscan un universo de voces orquestadas, es una especie de partitura en la que graves, átonos y tónicas cabalgan, mostrando sitios llenos o vacíos de espasmos.
Significar el sonido es elegir palabras que por sus vocales y consonantes en el juego de acentos idealizan cierto acto, sujeto o nombre. Un grado mayor es conjugarlos con otros sentidos, son al menos tres niveles de creación. Percibirlos requiere de un oído entrenado en la poesía, en la música; simplemente se puede resumir a la impresión de algo en su manera de verse, oírse e imaginarse.
Ramón López Velarde es un autor con mencionada percepción, se debe leer en niveles o registros de múltiple significación. De los hechos más discutidos, está el tema de la soledad, el amor y la melancolía. También, casi de la mano, el uso delicado de adjetivos y elementos con que mistifica rasgos femeninos en templos sacros en el punto clímax de su profanación. El significar los sonidos, a la voz de su sentido y musicalidad, es de los puntos que se vislumbran de su obra. Un ejemplo se nota en el poema “A Sara”, perteneciente a La sangre devota. Los versos son de tema amoroso, con la fascinación a la doncella. El poeta manifiesta:
Sara, Sara: eres flexible cual la honda
de David y contundente
como el lírico guijarro del mancebo;
y das, paralelamente,
una tortura de hielo y una combustión de pira;
y si en vértigo de abismo tu pelo se desmadeja,
todavía, con brazo heroico
y en caída acelarada, sostienes a tu pareja.
No es gratuito el símil con que López Velarde compara a Sara con la honda de David. En el Antiguo Testamento se aclara que fueron pocos los giros con que la honda se elevó hasta soltar al proyectil verdugo de su enemigo. Si se atiene a la idea de circularidad que tiene el autor de Zozobra, se recordará a la descripción del soltero: tigre que avanza y retrocede, hace ochos en el piso de la soledad.
Así es la honda, fervor con que Sara acorrala al cazador, que es presa, para exclamar su viveza, “uva en sazón”. Podría quedar ahí la glosa, si no se tuviese en cuenta el poema en voz alta. La repetición del nombre en los primeros versos de la estrofa tres y cuatro dan muestra de la ondulación infinita del sonido, verso y significación: “Sara, Sara, golosina de horas muelles…”. Su característica especial es su contundencia corporal, con que deja a la mala fe de quien fuese proyecto a levita.

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