Se ha dicho en múltiples espacios
críticos que Ramón López Velarde es un “eterno enamorado”, o parafraseando el
título del análisis de Octavio Paz, el poeta con un enorme “ejercicio de la
pasión”. En efecto, la poesía del jerezano no es posible entenderla sin el
hálito de su caída amorosa, siempre cifrada por afanes teológicos o arquetipos
que, en su distancia, son trasgredidos.
¿Qué características del enamorado se pueden
destacar en función de la belleza que adora? Ramón López Velarde sigue la
tradición del poeta “dandi”. Es cierto que no mostró actitudes extravagantes,
como si lo hicieran autores contemporáneos, entre los que destaca Bernardo
Couto Castillo. Sin embargo, sí se puede encontrar un amor a la belleza
excepcional, con la elegancia y delicadeza en los usos, en este caso poético,
ante su decidido hastío por la ciudad y la metrópoli, cambiada por la idílica
provincia.
De esta manera, Ramón López Velarde es un católico
tradicionalista que, lejos de rebelarse a sus estructuras, prefiere ceder a una
seducirse en aquel ideal litúrgico antiguo, embriagarse en los santuarios de la
belleza y forjar un devoto fervor por los templos mujeriles. En el poema “La
tónica tibieza” se presenta su perfil voraz y ávido.
Tal poema
consta de tres estrofas. La primera es esa búsqueda del dandi por ejercer toda
sensación estética:
¿Cómo será esta sed constante de veneros
femeninos, de agua que huye y regresa?
¿Será este afán perenne, franciscano o polígamo?
El enamoramiento que se encuentra en
los primeros versos es de un depredador que aún no acierta al cuerpo de su
presa. Pero, en su pasado personal o en sus anhelos, está explícito el
razonamiento de su pasión: salvífica, eterna, transgresora y múltiple. Es
posible que en este poema se haya centrado el adjetivo del título del poemario:
Yo no sé si está presa
mi devoción en la alta
locura del primer
teólogo que soñó con la primera infanta […].
Su fervor es la búsqueda por las
singulares sensaciones: entre lo primigenio y lo prohibido se encriptan la
pasión del poeta. De allí que siempre, en los rigores de su perfil y propuesta,
atienda a lo incógnito del futuro y al anhelo de sus últimos días.
No sé… Mas que en la hora reseca e imponente
de mi vejez, no falte la tónica tibieza
mujeril, providente
con los reyes caducos que ligaban las hoces
de Israel, y cantaban
en salmos, y dormían sobre pieles feroces.
De tal manera, el idilio
salvaje manifestado en la poesía lopezvelardeana es la expresión infinita y
plena de un amor, seductor, entre cantos divinos y salvajes razones. La
extravagancia de López Velarde, en su fervor, se encuentra en la saciedad de
belleza por liturgias y salmos, un Cantar
por los Cantares.