Ochos en el piso de la soledad, columna al centenario de La sangre devota de Ramón López Velarde. Con el agradecimiento al periódico Imagen por la publicación.
Los héroes mexicanos no han
muerto. No, los héroes de la patria siguen vivos, sin embargo, en la palestra
de los hombres ilustres, viven en las peores condiciones de la memoria. La
razón ha devenido, quizá, a un mal infortunio de las producciones simbólicas
del país. Los rituales, que a la postre siguen legitimando discursos, han
perdido capacidad de irradiar sus significados. También no se ha hecho, en el
albor de los Bi-Centenarios, un espacio revisionista con amplia divulgación que
otorgue nuevas identidades o afiance las ya propuestas.
Por este sentido, Ramón López Velarde se presenta
como un enigma para la patria. Es verdad que es el autor del poema
“nacionalista” más recordado –que no reflexionado– de la historia de la
literatura mexicana. Gracias a ello y al misticismo de la elaboración de sus
versos, pues se trata de las últimas palabras poéticas escritas por el
jerezano, se ha creado un aura de resonancia mítica, frente a un país que
todavía no logra reconocerse.
La heroicidad de la patria que articula López
Velarde es enigmática en cierto modo. El único héroe de La suave patria es el “Joven abuelo” Cuauhtémoc. La valoración del
mundo indígena sigue una tradición novohispana.
No es el primero, ya antes Carlos de Sigüenza y
Góngora había hecho en Teatro de virtudes
políticas… una emblemática con héroes prehispánicos, aunque la imagen de su
presente era denostada —para ello El
motín de los indios…. Una visión
similar, en la lectura de los textos políticos de López Velarde, se encuentra
en “Zapata” publicado en La nación,
el 22 de julio de 1912.
Es el hombre (o la fiera) que ha reunido en sus manos (o en sus garras) mayor suma de poder efectivo.
[…] El populacho, incapaz de discurrir sobre temas especulativos, simpatiza con Zapata porque éste representa el pillaje para saciar el hambre.
El populacho es zapatista.
[…] Zapata aparece, a los ojos de las multitudes agobiadas por la miseria, con el prestigio del volador de trenes que les dará el bocado opíparo del dinero y la honra ajena.
Allí López Velarde
reconfigura un pasado glorioso prehispánico, pero sigue en la búsqueda por una
definición de la patria, “El hombre y sus circunstancias”. El nacionalismo
lopezvelardeano se encomia con una visión conservadora y, ante todo,
revisionista de los valores heroicos. En 1919 argumentó: “Entre todas las cosas
sagradas que son nuestras, exclusivamente nuestras, y son muchas, y las
conservamos, se halla la bandera de Iguala, la de las Tres Garantías, contra
las que se irrita el rabioso y antipatriótico liberalismo”.
Está aún pendiente un estudio íntegro de la visión
“nacional-patriótica” en la obra lopezvelardeana. También lo está la
retribución de valores a personajes de los conflictos nacionales, ante los
resultados de los nuevos estudios historiográficos.
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