9.26.2016

El devoto fervor, la tibieza del enamorado

Ochos en el piso de la soledad, columna al centenario de La sangre devota de Ramón López Velarde. Con el agradecimiento al periódico Imagen por la publicación. 



Se ha dicho en múltiples espacios críticos que Ramón López Velarde es un “eterno enamorado”, o parafraseando el título del análisis de Octavio Paz, el poeta con un enorme “ejercicio de la pasión”. En efecto, la poesía del jerezano no es posible entenderla sin el hálito de su caída amorosa, siempre cifrada por afanes teológicos o arquetipos que, en su distancia, son trasgredidos.
¿Qué características del enamorado se pueden destacar en función de la belleza que adora? Ramón López Velarde sigue la tradición del poeta “dandi”. Es cierto que no mostró actitudes extravagantes, como si lo hicieran autores contemporáneos, entre los que destaca Bernardo Couto Castillo. Sin embargo, sí se puede encontrar un amor a la belleza excepcional, con la elegancia y delicadeza en los usos, en este caso poético, ante su decidido hastío por la ciudad y la metrópoli, cambiada por la idílica provincia.
De esta manera, Ramón López Velarde es un católico tradicionalista que, lejos de rebelarse a sus estructuras, prefiere ceder a una seducirse en aquel ideal litúrgico antiguo, embriagarse en los santuarios de la belleza y forjar un devoto fervor por los templos mujeriles. En el poema “La tónica tibieza” se presenta su perfil voraz y ávido.
 Tal poema consta de tres estrofas. La primera es esa búsqueda del dandi por ejercer toda sensación estética:
¿Cómo será esta sed constante de veneros
femeninos, de agua que huye y regresa?
¿Será este afán perenne, franciscano o polígamo?
El enamoramiento que se encuentra en los primeros versos es de un depredador que aún no acierta al cuerpo de su presa. Pero, en su pasado personal o en sus anhelos, está explícito el razonamiento de su pasión: salvífica, eterna, transgresora y múltiple. Es posible que en este poema se haya centrado el adjetivo del título del poemario:
Yo no sé si está presa
mi devoción en la alta
locura del primer
teólogo que soñó con la primera infanta […].
Su fervor es la búsqueda por las singulares sensaciones: entre lo primigenio y lo prohibido se encriptan la pasión del poeta. De allí que siempre, en los rigores de su perfil y propuesta, atienda a lo incógnito del futuro y al anhelo de sus últimos días.  
No sé… Mas que en la hora reseca e imponente
de mi vejez, no falte la tónica tibieza
mujeril, providente
con los reyes caducos que ligaban las hoces
de Israel, y cantaban
en salmos, y dormían sobre pieles feroces.

De tal manera, el idilio salvaje manifestado en la poesía lopezvelardeana es la expresión infinita y plena de un amor, seductor, entre cantos divinos y salvajes razones. La extravagancia de López Velarde, en su fervor, se encuentra en la saciedad de belleza por liturgias y salmos, un Cantar por los Cantares.   

No hay comentarios: