Ochos en el piso de la soledad, columna al centenario de La sangre devota de Ramón López Velarde. Con el agradecimiento al periódico Imagen por la publicación.
Entre el siglo XIX y XX una
publicación periódica consolidó el primer movimiento literario en América: la Revista Moderna. Bernardo Couto Castillo,
el dandi mexicano por excelencia, la fundó en su primera etapa, aunque no con
grandes triunfos. Será Jesús E. Valenzuela quien consolide el proyecto en 1898.
Diferentes autores se mostraron ante un público
lector entre la ciudad de México, varios estados de la República e incluso
otros países. Desfilan Luis G. Urbina, Ciro B. Ceballos, Luis Castillo Ledón,
Raúl Clebodet, Efrén Rebolledo, Liborio Crespo, Victoriano Salado Álvarez,
Enrique Fernández Granados, Ignacio Ramírez, Ignacio Manuel Altamirano,
Salvador Díaz Mirón, Manuel José Othón, Manuel Gutiérrez Nájera, o Balbino
Dávalos, por mencionar algunos. En tal publicación, se demuestra la amplia
recepción de Santa de Federico
Gamboa; también se suscitó la medición en donde mostró al poeta más conocido de
su tiempo, Amado Nervo. El ilustrador más representativo de la revista fue
Julio Ruelas. Rubén M. Campos argumenta de la revista y sus comparsas:
[…] la literatura nueva, en la que se elgolfa el lector con la avidez del neófito, nos brinda goces artísticos no soñados; y a medida que vamos explorando y ahondando en conocimiento la lengua tan exquisitamente cincelada por sus artistas, nos sentimos más fuertes para levantar el vuelo con nuestras propias alas. Por eso simpatizo resueltamente con el grupo de escritores que se han unido para fundar la Revista Moderna. Todos ellos están acordes en buscar y han encontrado formas nuevas de expresión, y matizaciones y tenuidades que antes eran desconocidas en la poesía mexicana.
Ramón López Velarde y su generación
crecieron en la lectura de la Revista
Moderna; el comentario a Francisco González León comprueba su posesión y
revisión. Autores más precoces y con conexiones político-literarios, como José
Juan Tablada, lograron publicar ahí. Eran vistos como nuevos precursores,
aunque con ciertas reticencias:
José Juan Tablada lleva el estandarte de la nueva escuela literaria, aunque por sus veleidades de muchacho consentido, en cualquier grupo de intelectuales en que se le escuche, quiera imponer sus criterios por la conciencia que tiene de su superioridad intelectual […].
El encuentro de ambas generaciones si bien con
amplias correspondencias, no fue de excelsa transición. Los ideales persistieron:
la belleza fáunica, la convergencia de Caín, el deseo modernista, el respeto
por Rubén Darío y la exquisitez por el alejandrino. De ese espíritu, “Ser de
una casta pequeñez” por el afanoso linaje, “Noches de hotel” por la Femme Fatale, o “Tenías un rebozo de
seda” por la intromisión de Baudelaire.
De
sus discrepancias, dos razones. Las armonías poéticas, López Velarde arguyó en
cierta ocasión su distanciamiento ante Amado Nervo. También está la renovación
intelectual ante la guerra. En 1911 la Revista
Moderna dejó de publicarse, la poesía
lopezvelardeana estaba aún en formación.
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