1.23.2017

Los mitos judeocristianos de 'La sangre devota'

Ochos en el piso de la soledad, columna conmemorativa al centenario de La sangre devota de Ramón López Velarde. Con el agradecimiento al periódico Imagen por la publicación. 



Parte de la educación de Ramón López Velarde fue en aulas de los Seminarios de Zacatecas y Aguascalientes. Ahí se le otorgó un conocimiento de mitos y contenidos simbólicos judeocristianos. Su poesía se adentra en esos caminos, aunque, casi para 1910, se puede notar una ruptura, in media res, de su sentido religioso.
Si en el soneto en alejandrinos “Del seminario”, publicado en El Regional de Guadalajara en 1909, manifiesta su doble tenor, “Hoy que en la indiferencia del siglo me desola / sé que ayer tuve dones celestes de continuo […]”; es en La sangre devota su máxima reinterpretación de los mitos judeocristianos. La reafirmación es el abono a su sinceridad, “[…] entonces era yo seminarista / sin Baudelaire, sin rima y sin olfato.)”
La clave interpretativa de los mitos de La sangre devota son el enamoramiento, la desolación y el linaje de Caín. Cada uno de estos se combinan para generar una potencia poética, tanto en imagen, como en sonoridad. El contenido simbólico es manejado, de tal manera que pareciesen versos apegados a un sendero dogmático tridentino, sin embargo, en sus tesituras, se encuentran las rupturas sonoras del perfil lopezvelardeano.
El poema “Cuaresmal” trasluce el mito de la pasión de Jesucristo, el dolor de María y la desolación del poeta. Cabe destacar que muchos poemas de López Velarde tienen el trasfondo de la misa, que no es más que el ritual de la lectura de los Evangelios, la última cena y la redención. A cuestas, se infiere la pasión, aunque se trate de un ceremonial festivo. Así, López Velarde canta a manera de rezo:
Quizá un Viernes de Dolores,
cuando se anuncian ya las flores
y en el altar que huele a lirios
el casto pecho de María
sufre por nos siete martirios;
mientras la luna, Amada mía,
deja car sus tenues franjas
de luz de ensueño sideral
sobre las místicas naranjas
[…] de las doncellas de la aldea […].

Yo te convido, dulce Amada,
a que te cases con mi pena […]
La Virgen de los Dolores y la Virgen de la Soledad son los íconos de una Beatriz cuasi dantesca. Del Antiguo Testamento sobresalen las figuras de Belkis y Salomón, amores teñidos por el triángulo amoroso y apócrifo de Hiram Abif. De allí que considere a la mujer un Templo o Planta, a El Cantar… una sublime nota de amor esotérico y en Jesucristo la culminación de la amargura y sacrificio.
[…] tu planta sabe las rutas sangrientas de la Pasion,
que por ir tras Jesucristo por las calles de la Amargura
dejó el sendero de lirios de Belkis y Salomón.
El cuerpo femenino es:
Amor, suave Amor, Amor,
tus hombros son como una ara.
Mientras López Velarde es, apenas, de una casta pequeñez…

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