Ochos en el piso de la soledad, columna conmemorativa al centenario de La sangre devota de Ramón López Velarde. Con el agradecimiento al periódico Imagen por la publicación.
Parte de la educación de Ramón López
Velarde fue en aulas de los Seminarios de Zacatecas y Aguascalientes. Ahí se le
otorgó un conocimiento de mitos y contenidos simbólicos judeocristianos. Su
poesía se adentra en esos caminos, aunque, casi para 1910, se puede notar una
ruptura, in media res, de su sentido
religioso.
Si en el soneto en alejandrinos “Del seminario”, publicado
en El Regional de Guadalajara en 1909,
manifiesta su doble tenor, “Hoy que en la indiferencia del siglo me desola / sé
que ayer tuve dones celestes de continuo […]”; es en La sangre devota su máxima reinterpretación de los mitos
judeocristianos. La reafirmación es el abono a su sinceridad, “[…] entonces era
yo seminarista / sin Baudelaire, sin rima y sin olfato.)”
La clave interpretativa de los mitos de La sangre devota son el enamoramiento, la desolación y el linaje de
Caín. Cada uno de estos se combinan para generar una potencia poética, tanto en
imagen, como en sonoridad. El contenido simbólico es manejado, de tal manera
que pareciesen versos apegados a un sendero dogmático tridentino, sin embargo,
en sus tesituras, se encuentran las rupturas sonoras del perfil
lopezvelardeano.
El poema “Cuaresmal” trasluce el mito de la pasión de Jesucristo,
el dolor de María y la desolación del poeta. Cabe destacar que muchos poemas de
López Velarde tienen el trasfondo de la misa, que no es más que el ritual de la
lectura de los Evangelios, la última cena y la redención. A cuestas, se infiere
la pasión, aunque se trate de un ceremonial festivo. Así, López Velarde canta a
manera de rezo:
Quizá un Viernes de Dolores,
cuando se anuncian ya las flores
y en el altar que huele a lirios
el casto pecho de María
sufre por nos siete martirios;
mientras la luna, Amada mía,
deja car sus tenues franjas
de luz de ensueño sideral
sobre las místicas naranjas
[…] de las doncellas de la aldea […].
Yo te convido, dulce Amada,
a que te cases con mi pena […]
La Virgen de los Dolores y la Virgen
de la Soledad son los íconos de una Beatriz
cuasi dantesca. Del Antiguo Testamento
sobresalen las figuras de Belkis y Salomón, amores teñidos por el triángulo
amoroso y apócrifo de Hiram Abif. De allí que considere a la mujer un Templo o
Planta, a El Cantar… una sublime nota
de amor esotérico y en Jesucristo la culminación de la amargura y sacrificio.
[…] tu planta sabe las rutas sangrientas de la
Pasion,
que por ir tras Jesucristo por las calles de la
Amargura
dejó el sendero de lirios de Belkis y Salomón.
El cuerpo femenino es:
Amor, suave Amor, Amor,
tus hombros son como una ara.
Mientras
López Velarde es, apenas, de una casta pequeñez…
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