Muy noble y leal ciudad: Artes y Letras del Zacatecas virreinal, columna cultural en el periódico Imagen.
La sucesión de Felipe V al trono
(1700) fue un complejo proceso político en todo el contexto europeo. El
anterior rey, Carlos II de los Austrias, murió sin hijo heredero al trono. A
menos de un mes de su muerte, signó su testamento dejando la corona a Felipe V
–de la casa dinástica de los Borbones y nieto de Luis XIV de Francia– sin
otorgarle el trono al archiduque Carlos —hijo
del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Leopoldo I de la casa de
Austria.
El traspaso de poderes no satisfizo a Leopoldo I, quien
pronto declaró la guerra a España y a Francia, denominada la Guerra de Sucesión
Española (1701-1713). Participaron Holanda, Saboya, Portugal, Baviera y los
reinos británicos, por mencionar los más relevantes. Al interior del reino
español, Cataluña apoyó al bando del archiduque Carlos, mientras que Castilla a
Felipe V.
La Nueva España se mantuvo fiel a los designios de la capital
hispánica y, dada su anexión jurídica al reino de Castilla, estuvo en el bando borbónico.
Cabe mencionar que no hubo algún levantamiento o pronunciamiento del tipo
marcial o social, únicamente existieron pareceres y sentires
literarios-arquitectónicos, que fueron la ventana ideológica de ambos lados del
atlántico.
Así, uno de los combates decisivos en favor de Felipe V fue
proclamado como renuevo de jura por la Real Universidad en la Nueva España. Se
trató de la batalla de Villaviciosa (1710), que fue de los avances más
importantes para los Borbones.
Se imprimió una relación (1712), titulada Festivo Triduo, de vida aclamación, a los
Gloriosos Triunfos de las Católicas Armas de nuestro Invicto Rey de las
Españas…, por mano de Baltasar de Alcozer y Sariñana, quien fuera sobrino
de Isidro de Sariñana obispo de Yucatán (alumno del jesuita fresnillense
Antonio Núñez de Miranda). Vino acompañado de un sermón por Juan Ignacio de
Castorena y Ursúa, en honor al rey y a su heredero el príncipe Luis Fernando.
Se debe decir que la transición trajo una nueva iconografía
de Estado, principalmente con la flor de lis característica de los Borbones. No
obstante, hubo varios símbolos de la casa de Habsburgo que, dada recepción en
la corona hispánica, se mantuvieron. Tal es el vellocino de oro. En el aparato
de la Real Universidad aparece un religioso franciscano “haciendo ostentación
de la Teología Mística”, ascendiendo al cielo y en visión de palabra por San
Juan Apocalíptico, que en dos rostros
era León y Cordero. Ahí la analogía, con la siguiente décima:
Porque el Cordero en el Cielo
El Libro abre con primor
Le publican Vencedor,
Las Coronas por el suelo.
De este mismo paralelo
Se tributa Aclamación
Hoy de Philipo al blasón
Pues Sabio a un tiempo, y Guerrero,
Ilustra
como Cordero,
Y Vence como LEÓN.
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