7.17.2017

Personajes y escritores ilustres por Rivera de Bernárdez

Muy noble y leal ciudad: Artes y Letras del Zacatecas Virreinal, columna cultural en el periódico Imagen. 


José Rivera de Bernárdez, conde de Santiago de la Laguna, en su Descripción breve de la Muy Noble y Leal ciudad de Zacatecas… (1732) ofrece quizá la primera reunión-antología de personajes humanistas en la región. Se trata de los puntos IX “De los varones ilustres, que en santidad y dignidad han florecido en esta ciudad” y X “Otros insignes varones en virtud y letras y célebres matronas, que han ilustrado esta nobilísima ciudad.”
El recuento es por analogía a Roma:
La cabeza del mundo, la ciudad de las ciudades, y capital del universo en sus poblaciones, la celebérrima Roma fue levantar sobre sí misma famosa por sus máximas en lo militar, literario, y político.
Los primeros personajes mencionados tienen que ver con órdenes religiosas. A la cabeza, aparece fray Margil de Jesús, una de las columnas grabadas del Convento de San Francisco. Después Gregorio Moya, dominico y administrador. También está Gregorio López, considerado el primer ermitaño de América, “ilustrando en las oscuridades de su retiro el misterioso tratado del Apocalipsis.”
En torno a la elocuencia y dignidad, el personaje al que más le dedica líneas y reconocimiento José Rivera de Bernárdez es Juan Ignacio María de Castorena, Ursúa y Goyeneche. Curiosamente, como canon de la época, no menciona si quiera la Gaceta de México, que lo reconoce como el primer periodista de América. Menciona sí sus puestos, como rector de la Real Universidad de México, Calificador del Santo Tribunal de la Inquisición u obispo de Yucatán. Agrega el conde las fundaciones de templos y fiestas en Zacatecas, así como otras partes de la Nueva España.
El texto enaltece a más de quince personajes. Destacan: el Dr. Francisco Pérez de Aragón, abogado de la Real Audiencia de Guadalajara; el Dr. Pedro Villegas y Zevallos; fray Manuel de Mimbela obispo de Guadalajara; el Dr. Juan de Alcalá, canónico de la iglesia de Michoacán; Agustín de Zavala, del hábito de Santiago por el rey; el primer conde de Santiago de la Laguna, don José de Urquiola, tío de Rivera de Bernárdez; o el conde de San Mateo de Valparaíso, don José de la Campa y Cos.
Otro de los personajes que menciona es al jesuita fresnillense Antonio Nuñez de Miranda. Aborda sí su condición de sacerdocio y calificador, aunque no da una sola mención en torno a su relación con Sor Juana Inés de la Cruz o con su alumno Isidro de Sariñana. Está a su vez José Núñez de Miranda, hermano de Antonio, quien fuera padrino de Juan Ignacio de Castorena.
Rivera de Bernárdez da un apartado en el que incluye también a mujeres. Destaca María de Figueroa, quien “Se dio a la poesía, y hacía buenos versos […].” Uno de los cuadernillos lo conservó Juan Ignacio de Castorena.

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