Reseña en el periódico Imagen.
Dos temas envuelven a los
textos literarios enfocados en torno al Libro: la posibilidad de existencia de
algún título, así como su prohibición por guardar contenido “inapropiado”. Su
relación es, dentro de los nudos de las tramas –ficcionales o reales– que en
ambos casos pueden tergiversar las dinámicas de una sociedad envuelta en sus
posibilidades de cambio.
La novela El
nombre de la rosa (Il nome della
rosa) del italiano Umberto Eco propone, como piedra angular no visible, la
conjunción de tales elementos librescos. Se trata, en resumidas cuentas, de la
construcción de una trama bajo diversos registros, a saber, el policiaco, el
histórico, el teológico, el bíblico, el escolástico, el ético, el semiótico y
el medieval.
Los protagonistas Guillermo de Baskerville y su
aprendiz Adso de Melk buscan resolver una serie de crímenes sucedidos en la
abadía de los Apeninos ligures. Bajo una propuesta de interpretación a través
de la escritura de San Juan Evangelista, los personajes persiguen signos e
interpretaciones, que se asimila a la ordenación del Mundo por el logos. De allí que la novela inicie, en
específico, con una intertextualidad entre los libros de la Creación (en el
caso de la tradición judeocristiana, el Génesis,
Ezequiel o el Evangelio de San Juan).
El ordenamiento realizado por Guillermo de
Baskerville y Adso de Melk, aunque eficaz, es erróneo pues, en la rigurosidad de
la abadía, existe una sobreinterpretación. Este último punto es conformado por
el seguimiento escolástico, a partir de un título del que, en perspectiva, sólo
se tienen especulaciones: la segunda parte de la Poética de Aristóteles, La
Comedia.
En enigma total de la especulación del libro,
Umberto Eco ampara su temática bajo una metáfora final. El incendio de la
abadía representa, en juicio providencialista, la apertura e incendio de letras
y palabras en un mundo que arde, un libro de libros.
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