2.22.2016

Castas y linajes entre el beso de la Reina

Entrega V: Ochos en el piso de la soledad, columna al centenario de La sangre devota de Ramón López Velarde. Con el agradecimiento al Periódico Imagen por la publicación. 


De Caín y Seth se derivan, según la tradición judeocristiana, dos genealogías, sistemas de valores. Del tercer hijo de Adán y Eva proceden los redimidos en líneas que constarán el linaje de David y Salomón, los planos del Tabernáculo y su Templo, hasta el nuevo ciclo del Hijo del hombre.
La casta de Caín propone un sendero marcado por la letra judicial. Destinados al trabajo, sus devenires estimaron una búsqueda por el arte, entendido como una técnica. De allí el primer hombre que escribe, el inventor de la cítara o el maestro constructor del Templo, de la tribu de Neftalí, quien fuera besado por la reina de Saba.
Si bien, la exégesis de este proceso marcó pautas en muchos sentidos, es entre los siglos XIX y XX cuando varios autores reinterpretaron la genealogía y, con ello, sus condiciones mítico-poéticas. Tal interpretación estableció directrices por la tragedia del héroe malogrado y una postura ante la cultura, considerada Spleen-Zozobra. No se trataba de señalar o derrocar la tradición judeocristiana, con sus instituciones por demás consolidadas, sino de abrazar el dogma y transgredirlo desde sus entrañas.
En ejercicio de Literatura Comparada, dos casos se pueden analizar con el desliz del «Beso inaccesible de la Reina», junto a la estirpe judicial y melancólica del poeta. Gerard de Nerval, al inicio de su poemario Les Chimères (Las Quimeras), enjuiciaba su proposición como «El Desdichado» sin nombre:
Je suis le Ténébreux, -le Veuf,- l’Inconsolé,
Le Prince d’Aquitaine à la Tour abolie:
Ma seule Étoile est morte, -et mon luth constellé
Porte le Soleil noir de la Mélancolie.
(Yo soy el Tenebroso, -el Viudo-, el sin consuelo,
Príncipe de Aquitania de la Torre abolida:
Mi sola Estrella ha muerto y mi laúd constelado
también lleva el Sol negro de la Melancolía.)
Ramón López Velarde en “Ser una casta pequeñez…” expone la añoranza por la inocencia de «Nadie», aquel sin nombre que ignora cualquier condición, cualquier inmanencia del Amor. En ambos poetas se denota el linaje bajo, triste. Como condición de época, sus dos frentes reciben el beso de su Soberana –“Mon front est rouge encore du baiser de la Reine” (Mi frente aún está roja por el beso de la Reina)– frente a la añoranza del Templo, el primero con Torre abolida, el segundo en metáfora del cuerpo femenino.  
Yo, sintiéndome bien en la aromática
vecindad de tus hombros y en la limpia
fragancia de tus brazos,
te diría quererte más allá de las torres gemelas.

Dejarías entonces en la bárbara
novedad de mi frente
el beso inaccesible
a mi experiencia licenciosa y fúnebre.
Los dos poetas se revelan como dos “Tristes” en su baja condición, estirpe maldita. Llevan consigo en la frente la marca judicial, reconocible y fúnebre.

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