Josefa de los Ríos,
Fuensanta, es la mujer a la que Ramón López Velarde dedica gran parte de los
versos amorosos en La sangre devota. Los
vaivenes temáticos en los que la describe son la contención de tradición, en
forma y fondo, hasta la intimidad con que logra delinear una visión de ella:
provinciana, pura, inmaculada.
En varios textos de amor y santidad, López Velarde
utiliza el “Madrigal”. Se trata de un poema de tema siempre amoroso, propuesto
por una distribución dialéctica entre voz y destinataria. No hay extensión
mínima o máxima de estrofas, ni versos. Estos últimos, en su fijación clásica,
deben ser endecasílabos y heptasílabos, con combinaciones según el poeta, en la
búsqueda por entregar sonoridad, sentido y potencia. La rima es consonante,
aunque en muchas ocasiones sin organización fija. Se trata de un texto con
fijaciones normativas, sin embargo libre, directamente proporcional a la
imaginación del poeta.
López
Velarde es consciente de las reglas del “Madrigal”. En el poema “Canonización”
se puede observar un sentimiento delicado, casto, a su amada Fuensanta. Además,
en un juego de ofrenda y anhelo, el jerezano hace patente el conocimiento de
las pautas. El poema inicia con la siguiente estrofa:
Primer amor, tú vences la distancia,
Fuensanta, tu recuerdo me es propicio,
me deleita de lejos la fragancia
que de noche se exhala de tus tiestos,
y en pago de tan grande beneficio
te canonizo en estos
endecasílabos sentimentales.
En la entrada “Canonización” se muestran todas
las características temáticas y estilísticas del Madrigal, además de mostrarse
los propósitos de López Velarde. En cuanto a los versos, el único heptasílabo
del poema se encuentra en: “te canonizo en estos…”. El lugar no es gratuito,
pues ahí se encierra el objetivo central del texto: invocar el matiz y tipo de
devoción al primer amor, Fuensanta. El siguiente verso, a manera de guiño,
muestra el juego: “endecasílabos sentimentales”. Así, se exalta a Fuensanta en
cuestión de amor sagrado, por medio de la escritura poética.
Se trata de un lugar asistido por el jerezano. Su
mujer es una Eterna Señora que
interpone sus designios, en donde López Velarde la observa, pecador, en el
templo:
A tu virtud mi devoción es tanta
que te miro en altar, como la santa
Patrona que veneran tus zagales,
y es así como en mis versos se han tornado
endecasílabos pontificiales.
El acto de escritura, en el
Madrigal, es un juego doble de pureza y perennidad. Por un lado, en el poema,
las palabras son cualidades que unifican el ascetismo. Por otro, en sus rimas,
se conjuntan la devoción y triple alianza de amor, poeta y santa, a partir de
endecasílabos.
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