Ochos en el piso de la soledad, columna a La sangre devota de Ramón López Velarde. Con el agradecimiento al periódico Imagen por la publicación.
Siempre es incierta la
recepción de una obra, a pesar de su calidad literaria. Son muchos los factores
que intervienen en su lectura y comentarios. Tales paratextos se encuentran por
sus ambientes culturales, las posturas de los autores o las vías de circulación
de obras, donde el tema poético puede no ser la boga de sus lectores.
Ramón López Velarde no escapó de la encrucijada de
la crítica e incluso de las parodias poéticas. Ya varios investigadores han
abordado las diferencias entre el jerezano con Alfonso Reyes. Estos “encuentros
lectores” requieren un repaso pormenorizado del “enemigo”.
Allen W. Phillips, José Luis Martínez, Elisa
García y Luis Mario Schenider refieren una
parodia poética digna de análisis. En la revista San-Ev-Ank se imprimió en el número 7 en 1918 una nota titulada “López
Velarde”, signada al seudónimo “Sub-y-Baja”. Ahí se refuta al autor de Zozobra, aduciendo que “[…] el poeta,
dejando de un lado todo malabarismo de la forma, seria y noblemente haga su
labor; que, debiendo ser ante todo humano, deje de encaminarse por los senderos
de los rebuscamientos interiores, porque así su canto resaltará puro.” El
crítico era el joven Jaime Torres Bodet.
En el número siguiente con el seudónimo de Gabriel
David, Guillermo Dávila publica “Juzgar a López Velarde”, en donde arguye que rebatirá
las ideas de “Sub-y-Baja”. No se han encontrado datos de la refutación, no
obstante en el número 13 se imprimió un poema paródico, que trastoca los temas
del poeta jerezano.
El texto es encabezado “Versos de Ramón López
Velarde”; se trata de un poema con el título de “Las gatas anónimas de mi
pueblo”. Los versos llevan un epígrafe por demás esclarecedor:
Del libro en preparación “Lo que sobra”,
original del autor de “La sangre rebota”.
Aquí se hace alusión a la
gestación de los dos poemarios del poeta; ambos vieron la luz a cuenta gotas en
diversas publicaciones periódicas. Además, se ironiza a La sangre devota.
El poema es un madrigal sátiro, con versos
endecasílabos y heptasílabos, de “tema amoroso” a unas “gatas jerezanas” y
“eclécticas”. A ellas: “llegan mis estrofas irrevocables”. El primer cuarteto
se burla de los adjetivos de López Velarde. También hay parodia del tema
provinciano, con exceso de palabras esdrújulas:
No os dejéis, mondas gatas de mi pueblo
Jerez de Zacatecas,
de histéricas mansedumbres cóncavas
y herederas de ímpetus aztecas.
La última estrofa hace mofa al
pasado católico y su trasgresión seductora:
Hasta luego gatas! Os digo, sólo.
Iré a redimiros
con mi báculo de pastor, sin dolo […].
Se dice que López Velarde tomó a broma tal ingenio
paródico. No hay refutación al respecto, ni otro poema sátiro en las mismas
proporciones a La sangre devota. Esta
crítica y comentario-poema dista sin duda alguna de las diversas lecturas
posteriores a la obra del jerezano, sobre todo después de junio 1921.
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