Ochos en el piso de la soledad, columna al centenario de La sangre devota de Ramón López Velarde. Con el agradecimiento al periódico Imagen por la publicación.
Las palabras vetusto-vetusta tienen un significado y uso especial para dos
poetas de provincia entre los siglos XIX y XX. No únicamente se trata de adjetivos
que, en su uso, describen objetos extremadamente viejos o anticuados. Se
refiere a una visión de mundo, donde los espacios, sus templos y los clamores
de “antaño” toman una magia de renovación y centralidad.
En la obra del potosino José Manuel Othón la encontramos al
menos en dos cuentos, donde vetusto-vetusta
describe a un “caserón” y a un “convento”. En cualquiera de los casos, el
ambiente a narrar es cantonal, con un mutismo entre la antigüedad y el devaneo.
Ramón López Velarde, quien dedicó La sangre devota a los espíritus de Manuel Gutiérrez Nájera y José
Manuel Othón, selló un cariz a los referidos adjetivos. Al igual que el
potosino, el poeta de Zozobras utilizó
vetusto-vetusta para detallar lo
añejo de su lugar de origen, imprimiéndole un hechizo. La característica que
resalta en la obra lopezvelardeana es su ánimo por desbordar su espacio, vida y
conciencia poética.
En “Poema de vejez y de amor” se encuentra quizá la muestra
de su designio poético, amoroso y provincial. Madrigal, compuesto por
endecasílabos y heptasílabos, inicia con su declaración al retorno:
Mi vida, enferma de fastidio, gusta
de irse a guarecer año por año
a la casa vetusta
de los nobles abuelos […].
En el regreso, aparece la inmaculada
Fuensanta. El poema es un diálogo entre ella y el poeta. El encanto de la dama
es por su voz, “un verso que se canta / a la Virgen”. Se trata de un panegírico
a la doncella, tan prístina y venusta como el pueblo mismo.
Ella es como Agar, hermana fiel que en las flores polícromas
se unen. Por tanto es la almohada y aposento de Betel, “brazos sedeños / para
ver, en la noche ilusionada / la escala de Jacob llena de ensueños”.
El madrigal es un canto a su terruño y a su amada, en los
vetustos de sus ritos y símbolos. Así, es “locura grata / la de bailar contigo
a los compases / mágicos de una vieja serenata […]”. También es su razón de beatífica:
por tus tranquilos ojos taumaturgos
por tu cristiana paz de mujer fuerte,
porque me llevas de la mano a Sión
cuya inmortal lucerna es el Cordero,
porque la noche de mi amor primero
la hiciste de perfume y transparencia […].
El poema termina con un Envío al “poeta hermano”, el cura de la
parroquia. Él conjuga su delirio:
va la canción de mi amoroso mal,
este poema de vetustas cosas
y viejas ilusiones milagrosas,
a pedirle la gracia bautismal.
Poema,
Fuensanta, provincia e intensidad son las señales de su vetusto amor y vejez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario