11.28.2016

Vetusto-Vetusta, palabras de vejez y amor

Ochos en el piso de la soledad, columna al centenario de La sangre devota de Ramón López Velarde. Con el agradecimiento al periódico Imagen por la publicación. 


Las palabras vetusto-vetusta tienen un significado y uso especial para dos poetas de provincia entre los siglos XIX y XX. No únicamente se trata de adjetivos que, en su uso, describen objetos extremadamente viejos o anticuados. Se refiere a una visión de mundo, donde los espacios, sus templos y los clamores de “antaño” toman una magia de renovación y centralidad.
En la obra del potosino José Manuel Othón la encontramos al menos en dos cuentos, donde vetusto-vetusta describe a un “caserón” y a un “convento”. En cualquiera de los casos, el ambiente a narrar es cantonal, con un mutismo entre la antigüedad y el devaneo.
Ramón López Velarde, quien dedicó La sangre devota a los espíritus de Manuel Gutiérrez Nájera y José Manuel Othón, selló un cariz a los referidos adjetivos. Al igual que el potosino, el poeta de Zozobras utilizó vetusto-vetusta para detallar lo añejo de su lugar de origen, imprimiéndole un hechizo. La característica que resalta en la obra lopezvelardeana es su ánimo por desbordar su espacio, vida y conciencia poética.  
En “Poema de vejez y de amor” se encuentra quizá la muestra de su designio poético, amoroso y provincial. Madrigal, compuesto por endecasílabos y heptasílabos, inicia con su declaración al retorno:
Mi vida, enferma de fastidio, gusta
de irse a guarecer año por año
a la casa vetusta
de los nobles abuelos […].
En el regreso, aparece la inmaculada Fuensanta. El poema es un diálogo entre ella y el poeta. El encanto de la dama es por su voz, “un verso que se canta / a la Virgen”. Se trata de un panegírico a la doncella, tan prístina y venusta como el pueblo mismo.
Ella es como Agar, hermana fiel que en las flores polícromas se unen. Por tanto es la almohada y aposento de Betel, “brazos sedeños / para ver, en la noche ilusionada / la escala de Jacob llena de ensueños”.
El madrigal es un canto a su terruño y a su amada, en los vetustos de sus ritos y símbolos. Así, es “locura grata / la de bailar contigo a los compases / mágicos de una vieja serenata […]”. También es su razón de beatífica:
por tus tranquilos ojos taumaturgos
por tu cristiana paz de mujer fuerte,
porque me llevas de la mano a Sión
cuya inmortal lucerna es el Cordero,
porque la noche de mi amor primero
la hiciste de perfume y transparencia […].
El poema termina con un Envío al “poeta hermano”, el cura de la parroquia. Él conjuga su delirio:
va la canción de mi amoroso mal,
este poema de vetustas cosas
y viejas ilusiones milagrosas,
a pedirle la gracia bautismal.
Poema, Fuensanta, provincia e intensidad son las señales de su vetusto amor y vejez.

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