8.09.2016

Letras en torno a Cármenes de Catulo

Hace unos días compré Cármenes de Catulo en la traducción de Rubén Bonifaz Nuño, editada por la Universidad Nacional Autónoma de México en 1969. Un libro voluminoso, que contiene una sólida introducción al autor, notas y los poemas, tanto en latín, como en la versión del poeta mexicano. Debo aclarar que Catulo fue el primero de los poetae novi que leí en la Licenciatura en Letras. Sus versos cayeron en la sorpresa de una frescura amorosa, probablemente hasta ese momento malentendida por la solidez de Virgilio y compañía. A partir de tal momento, me he dedicado en comprar los distintos ejemplares que de Catulo llegan a mis manos. La novedad de éste fue que, una vez regresado a casa y leerlo, encontrar una hoja que contenía un poema manuscrito. Con el título de “Retorno”, dichas letras auscultan una relación sin lugar a dudas con el fervor y pasión de los cantos a Lesbia. El autor del manuscrito, que sólo realiza una firma sin develar su nombre, tampoco infiere el destino de sus palabras. Es un texto por una devoción, que dentro se percibe el Carmen de Cayo. Entonces, ¿qué relación o puentes deja una lectura en el proceso creativo? Somos lo que escribimos, lo que leemos, lo que signos se prestan ante los ojos, oídos, piel. Ficciones en ficciones cantadas por hálitos de luz. En este caso, se trata del amor pleno que retumba en el estar, ahí, con sed y palabra. Catulo ya ha dicho el canto de la eternidad en pasión, sin importar lo que del mundo demande una y mil veces:

Vivamos, Lesbia mía, y amemos,
y de los más serios viejos las voces
en el valor de un as tengamos todas.
Pueden morir y regresar los soles;
muerta una vez la breve luz, nosotros
dormir debemos una noche eterna.
Dame mil besos, y después un ciento.
Luego, cuando hecho habremos muchos miles,
los turbaremos, porque no sepamos,
o no pueda aojar algún malvado
cuando sepa qué tanto había de besos.

Y se debe seguir entonces en ese proceso de lectura y escritura, de ocultas relaciones que se pueden resguardar al fondo de un libro, en secreto. Porque creamos ficciones y melodías ya que nuestro mundo no basta, no satisface en cualquier sentido. El encuentro siempre se llena de palabras, de lenguaje. La vestimenta es un signo del estar, vivos.
Como curiosidad en la escritura, trascribo el poema para una doble lectura.  

Retorno
La misma sonrisa infantil
bajo el marzo, sangre debilitada
en los labios.
                       Te amo una y mil veces.
Hoy has dicho mi nombre. ¡Aleluya!
    Pero mañana lo habrás olvidado
y te reirás de mi entusiasmo,
de mi preocupación pueril,
de este impulso de besarme en tus labios
cuando dices mi nombre.
     Y sin embargo,
sé que me entiendes, y me casticas
porque es tu amoroso dolor.
     Se apara el retorno,
rescato gradualmente el aire que desplaza
y que llena de prestigio antiguo el aliento
con tus cabellos pálidos
el otoño besa un deseo indefinido
y esto basta para mentir
un tierno dolor que ríe
y pasa la orilla de un corazón,
como sin advertirlo.
     Al fondo,
en un sueño de niños sin nombre,
un coro se alegra de este retorno,
fidelidad de un amor

que jamás se resigna a la muerte. 



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