La sangre devota mantiene una organización de poemas que en cierto
modo propone estancias de motivos y sensaciones. Es cierto que los textos aparecieron
a cuenta gotas en diversas publicaciones periódicas de la época, no obstante su
acomodo final no es para nada “inocente”, en ningún momento se atiende a la
cronología de su realización particular o aparición en algún medio. Su orden
responde al conjunto de conceptos, en estados sensoriales.
De los temas distinguidos en Ramón López Velarde
son la mujer y la soledad. Su
combinación es quizá de los perfiles más seductivos en su poética. Sin embargo,
La sangre devota realiza una especie
de transición o viaje que va del encuentro a la mujer, su pábulo simbólico,
hasta la decepción y dejación del sentido. Así, el primer poema es “festivo”,
mientras que el último es la repetición tortuosa del malogrado amante soltero:
“Y pensar que pudimos”.
El poema “En el reinado de la primavera” es una de
las claves para entender el conjunto poético de Ramón López Velarde. No sólo
porque en ella aparecen los tropos de “Fuensanta” y, ya en la segunda edición,
la develación de su verdadero nombre con rasgos temporales de Josefa de los
Ríos, sino porque se desliza la condición de mujer, su ebriedad y el
padecimiento del cuerpo hambriento.
Desde la estrofa primera se indican tres
condiciones poéticas: la amada Fuensanta, su redención ante el doliente y el
trasfondo en su visión judeocristiana, “Fuensanta, es que florece / la
eclesiástica unción de la cuaresma”. Esta aparición no es gratuita, pues si en
tal tiempo climático es abierto a las concupiscencias del nuevo sentir y
procreación, son los cuarenta días el espacio del estar en purificación en
cuerpo y alma. Por tanto, es un freno o bien trasgresión del sentido. En ningún
momento especifica el modo de la redención, únicamente del “alivio dulce / en
las almas enfermas”.
Entonces, el poema indica una conversión en la
estación, a partir del cielo y las aves. Inicia:
Se viste el cielo del mejor azul
y de rosas la tierra,
y yo me visto con tu amor… ¡Oh gloria
de estar enamorado, enamorado,
ebrio de amor a ti, novia perpetua,
enloquecidamente enamorado, […].
Termina con aquellas palomas que van
del convento y
[…] así vuelan a verte en otros climas
¡oh santa, oh amadísima, oh enferma!
estos versos de infancia que brotaron
bajo el imperio de la Primavera.
La
conversión festiva es de dos tipos: la ebriedad del enamorado que no dista en su
padecimiento, sino que disfruta su cortejo; y la santa que observa, como eje en
el templo, los estados del azur. También es así el traspaso vocal de La sangre devota, del amor festivo al
invierno de “nuestras conciencias…”.
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