8.08.2016

Poema festivo a Fuensanta

Ochos en el piso de la soledad, columna al centenario de La sangre devota de Ramón López Velarde. Con el agradecimiento al periódico Imagen por la publicación. 



La sangre devota mantiene una organización de poemas que en cierto modo propone estancias de motivos y sensaciones. Es cierto que los textos aparecieron a cuenta gotas en diversas publicaciones periódicas de la época, no obstante su acomodo final no es para nada “inocente”, en ningún momento se atiende a la cronología de su realización particular o aparición en algún medio. Su orden responde al conjunto de conceptos, en estados sensoriales.
De los temas distinguidos en Ramón López Velarde son la mujer y la soledad.  Su combinación es quizá de los perfiles más seductivos en su poética. Sin embargo, La sangre devota realiza una especie de transición o viaje que va del encuentro a la mujer, su pábulo simbólico, hasta la decepción y dejación del sentido. Así, el primer poema es “festivo”, mientras que el último es la repetición tortuosa del malogrado amante soltero: “Y pensar que pudimos”.
El poema “En el reinado de la primavera” es una de las claves para entender el conjunto poético de Ramón López Velarde. No sólo porque en ella aparecen los tropos de “Fuensanta” y, ya en la segunda edición, la develación de su verdadero nombre con rasgos temporales de Josefa de los Ríos, sino porque se desliza la condición de mujer, su ebriedad y el padecimiento del cuerpo hambriento.
Desde la estrofa primera se indican tres condiciones poéticas: la amada Fuensanta, su redención ante el doliente y el trasfondo en su visión judeocristiana, “Fuensanta, es que florece / la eclesiástica unción de la cuaresma”. Esta aparición no es gratuita, pues si en tal tiempo climático es abierto a las concupiscencias del nuevo sentir y procreación, son los cuarenta días el espacio del estar en purificación en cuerpo y alma. Por tanto, es un freno o bien trasgresión del sentido. En ningún momento especifica el modo de la redención, únicamente del “alivio dulce / en las almas enfermas”.
Entonces, el poema indica una conversión en la estación, a partir del cielo y las aves. Inicia:
Se viste el cielo del mejor azul
y de rosas la tierra,
y yo me visto con tu amor… ¡Oh gloria
de estar enamorado, enamorado,
ebrio de amor a ti, novia perpetua,
enloquecidamente enamorado, […].
Termina con aquellas palomas que van del convento y
[…] así vuelan a verte en otros climas
¡oh santa, oh amadísima, oh enferma!
estos versos de infancia que brotaron
bajo el imperio de la Primavera.
La conversión festiva es de dos tipos: la ebriedad del enamorado que no dista en su padecimiento, sino que disfruta su cortejo; y la santa que observa, como eje en el templo, los estados del azur. También es así el traspaso vocal de La sangre devota, del amor festivo al invierno de “nuestras conciencias…”.

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