7.20.2009

Reportaje de la Jornada, 10 de Julio de 2009

ALEJANDRO ORTEGA NERI

A fin de inculcar la práctica de la lectura en voz alta y difundir las creaciones literarias de los zacatecanos, Salvador Lira Saucedo, estudiante de la licenciatura en Letras de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), en coordinación con el equipo de Radio UAZ, puso en marcha el programa radiofónico La locura de las ninfas, que comenzará sus emisiones a partir de agosto en la frecuencia de la universidad y en Radio Zacatecas.
La locura de las ninfas surgió de una idea de estudiantes por retomar la práctica de la lectura en voz alta, ya que también tiene musicalidad y ritmo. En dicho programa podrá participar todo aquel estudiante y docente que produzca literatura en cada una de sus vertientes.
Salvador Lira comentó que la idea es compilar los textos y dividirlos en tres tomos; el primero, que contenga los producidos por estudiantes de las diversas áreas de la UAZ, ya sea ensayo, poesía, teatro o narrativa. El segundo tomo estará dedicado a los textos creados por docentes universitarios, y el tercero, por quienes hayan egresado de alguna Unidad Académica. Los tomos serán presentados en un libro-disco que contendrá las grabaciones de las lecturas.
El programa tendrá una trasmisión semanal, los lunes de 7 a 8 de la noche, y aunque ya comenzaron las grabaciones desde finales de abril, será trasmitido en agosto. Además, estará dividido por temporadas, la primera corresponderá al semestre de agosto a diciembre, donde participaran sólo los estudiantes.
La segunda fase comenzará en agosto del próximo año, temporada donde expondrán sus textos los docentes universitarios; y finalmente la tercera temporada, que corresponderá a los egresados, será en el año 2011.
Según Lira Saucedo, dicha actividad permitirá conocer qué escriben los universitarios, pues uno de los objetivos es englobar a personas de todas las áreas académicas y saber qué producen los estudiantes, docentes y egresados, qué tipo de diferencias hay, qué preocupaciones tiene cada uno y qué propuestas, así como saber si en verdad se escribe teatro en Zacatecas.
Agregó que iniciar el proyecto le ha permitido conocer la literatura que hacen los jóvenes, y se mostró sorprendido de ver que hay una amplia producción de ensayo literario sobre tópicos disímiles, como se lo han demostrado algunos estudiantes que han grabado sus textos respecto a la cultura rusa.
Asimismo, comentó que existe mucha creación de cuento entre los jóvenes, mientras que en poesía y teatro hay poca escritura, como lo demuestran las propuestas que han atendido a la convocatoria para participar en La locura de las ninfas y que constan hasta el momento de 19 ensayos, 17 cuentos, nueve personas que presentan poesía y tres dedicados a la dramaturgia, lo que rompe con el mito de que en Zacatecas no se escribe teatro, expresó.
De igual forma, precisó que cualquier escritor universitario goza de total libertad en la temática de los textos, como requisitos sólo se pide que su intervención no exceda de 25 minutos, aunque Lira Saucedo reconoció que los textos serán revisados por un consejo editorial, integrado por académicos de la licenciatura en Letras e Historia y por docentes de la maestría en Filosofía e Historia de las Ideas.
No obstante, afirmó que los textos que se considere que no pueden formar parte de los tomos, se buscará que sean publicados por otros medios, para eso ya se cuenta con el apoyo de dos suplementos culturales, uno en Zacatecas y otro en la ciudad de Aguascalientes, lo que permitirá que la creación literaria universitaria tenga buena difusión.
Finalmente indicó que Zacatecas tiene un buen nivel en producción literaria, y eso lo ha podido observar con más claridad ahora que cursa el Verano de Investigación Científica, que brinda la Academia Mexicana de Ciencias, en la Facultad de Estudios Filológicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en el Distrito Federal.



http://www.lajornadazacatecas.com.mx/?_f_=getIndiv&id=21719

5.12.2009

Servir no ha sido un acto de engañar, no de cualquiera. Entramos al letargo que asegura cada espina, mordaza que aferra el contacto siniestro de un círculo, cuasi-eterno. Miro el rostro, devaneos incontenibles, sembradíos esparcidos y amontonados, secos y amarillos, pausible. ¿Quién tuviera tantas manos, como choclo, para atender las múltiples paridades ofrecidas por la tierra? Heme aquí, bajo el templo, engañándome a servir: hostia levantada en alegato.

4.29.2009

De la Torre y su Grado 14...


Lleva apenas dos semanas en mi casa y ya configura una estela a su alrededor. Como guardando el secreto, la puse encima del sillón más escondido, donde la sala es para las visitas ostentosas, no comunes, de uso diario. No obstante, su presencia ha hablado por sí sola. Su manera fragmentada, cual espejo, murmura el principio y final del río Éufrates. Un rojo, tan mordaz, que prolifera la búsqueda del Osiris y su mito, un isótopo del grupo, del capitular encuentro en los hemisferios. Señala los cuerpos, la garganta, por la necesidad de sentir el silencio y el ruido. Y, como el principio lo señala, la búsqueda del bálsamo salvaje, del eterno crimen que nos separa y encajona los cuerpos al absoluto. Le pega afuera, rocinante. La única manera de dialogar los entes. Su mirada dispersa lo amerita. Es una contradicción de cuerpos, de sentidos, de contagios orbitados entre el arrepentimiento y la redención. No auxilia a esa salida, tan sólo señala el discurso con el que se abre.
Por eso, quien lo mira, se siente atraído. <Él> sabe el secreto que el espectador quiere y no tiene. Ante la obstinada nulidad de la palabra, quien lo mira sólo se queda en la contaminación de ruido, agazapado de cordura. Se sabe espectado en obituario, cabizbajo, sin el honor y el desprecio de no ser elegido, en la Torre, en Cordero. Sólo <Él> lo sabe y lo modela; para no decirlo, para no entablarlo, para discutirlo.

4.28.2009


Me duele saber los caminos eminentes que tomaremos. A la entrada, una locura de palabras entablará los debates, los puntos, las divergencias; la guerra futura. Mi mesurada y particular libertad, igualdad y soberanía; sus tintes conservadores, radicales, derechistas -está convencido-. Somos tan parecidos. Me sorprendió ver, a su corta edad, el finiquito de una lectura “interminable”. Disfruté tanto sus pláticas; sus pocas y tan bien realizadas lecturas; sus mundos imaginarios; su hospitalidad y cariño. Quisiera creer que estaremos en un mismo templo, con los obituarios correspondientes y el signo. No será así. Partirás a un lugar que no comparto, que señalo los modernos feudalismos y su poca disponibilidad de discusión. Por eso añoro los tiempos anormales, donde sólo existe la palabra y el silencio; el río que pasa y las solturas de no creer en las facetas.

Reinará el gracias diplomático, los buenos recuerdos y algunas lecturas…

3.25.2009

La censura de este texto.

Quiero pararme en el estrado, en la silla, mirar a lo lejos, palabras amorfas y bárbaras. He tenido en extremo mi ropaje, cada maraña estallada por los frágiles reptiles. Los veo flotantes en la orilla, dando vueltas, contrariados en el segmento. Son peligrosos, nos quieren aplastar de golpe, de un verso, de una cantada. Aún así, no me aterrorizo, porque soy valiente, porque quiero romper el hielo desde sus polos.
No me digas eso, mi obeso amigo, que las obras que ves son claros obstáculos en mi ascenso a la fama. ¿Que si no tengo el porte y la fuerza?, por favor, si cada espacio conlleva el silencio de su miedo, de sus ojos temblorosos y cansados, de sus lágrimas que quieren hacerse riña.
Dame esa pluma, anda. Quiero destrozarlos ahora, quemar sus llagas, sus silencios, consistir el pretexto retórico y resultante, pasarme en su usufructo, ser un furioso. No intentes llamarme obstinado, que tu vocabulario no es refinado.
Siempre decides amontonar las palabras, no piensas en la adecuada para tu estrofa, la musical, la que te lleva de la mano al silencio y a los blancos. Sólo piensas en retener el porcentaje necesario y mantenerte en el sistema.
Para mí no es una manía, es una forma de vida, ¿no la habías notado? Considero el mayor de los beneficios, la restitución de las imágenes, la validación de nuestros seres. Piénsalo de esta manera; para ti manejar la entrada de tu casa es abigarrar las expresiones; en cambio yo, creo en el tremendo valor de una palabra no dicha, no entonada, de una coma que llena el espacio, el del otro, el ajeno.
Por eso dame la pluma. Quiero acabarlos y sentirme el Jedi, el Ulises, el Alonso y Furioso que destierra cada destino. Representa el mayor de los retos. Imagina, un estilero que intenta construir un estilo a partir de otros estilos, de lo pasado, de la sátira mal educada y nacida de los campos o los cielos; de la filosofía vieja, antigua, sabia. Pobre tipo, dímelo sin advenimiento y sin la censura que yo pongo en este texto. Tú me obligaste a hacerlo. Pero soy obstinado, los sigo viendo desde mi escritorio. Te lo suplico, entrégame esa pluma, es momento de que sientan mis garras, mis líneas, mis armas retóricas. No tengas duda, confío en el rocinante poder de mis estructuras, de los espejos, del trote que daré haciéndoles frente.
/No trates de levantarme, es cuestión de orgullo. Lo sabías, lo intuiste desde un principio. Fue mi completo error, de no invocar esa palabra, de darle la vuelta, de sacarla de contexto. Sí, dilo, dilo sin la censura de este texto/.

3.24.2009

Madness & Manías

Una a una, las cosas más pequeñas nos reclaman. Se sitúan en cada esquina, que las vemos. No es que sea asunto de lo cotidiano, es más un decir clarificante, hecho conmovido por estelas, por luces, por pequeñas atenciones que resultan ser todo. Caminar despacio y mirar, abajo, lento, con detalle en las pequeñas grietas del suelo; ver de reojo las siluetas que se mueven y conmoverse por cada gota de sal sobre el aire, cada gota de agua cristalina. Parece, más que un ritual, una manía. Como aquella de tirarse al pasto y levantar los brazos, como aquella de cerrar los ojos al sentir la lluvia, como aquella de levantar una pulga en tu mano.
Ogden Nash ha escrito sobre algunas manías. Todas ellas sin la pretensión de sentirse abigarrado, crepuscular, mayordomo del ritual y los senderos del lenguaje poético. Es, en otros términos, una obra bella en miniatura. Trabaja el humor, pero no aquel negro que se usa para los levantamientos humanos y la tristeza del pensamiento.
Su verdadero carácter, el sostén de sus imágenes con el lenguaje, radica en quitar a todo acto el escándalo. Conoce y trabaja la simpleza sublimada, el merecer una vaca en su sonido y qué hacer cotidiano, el juego de palabra con su manera de habla y la leche que rocía, cada uno en su extremo.
Jugar con las palabras también significa jugar con las imágenes, por pequeñas que en algunos contextos signifiquen. No obstante, éste es un bestiario que otorga el agradecimiento. La termita que encuentra su madera y la forma de trastocar la buena manera de…, situar el infinitivo hacia su lado y creer.
Por eso, lo mejor, The Madness, es el sueño. El amor que se aparece, el verdadero sentimiento de sentirse atado, de pensar y deslumbrase por la caída de la imagen ante los ojos. Repetirse, anidarse, mitificarse siempre en el sentido fugaz de las cosas. El claroscuro de no sacarlo del juego del péndulo, sólo así, mi sueño.
La caída tempestuosa de verla al caminar, serena. La cubierta de sus caderas y la directriz de inmolarle a que se vea, retratada, sintiendo el calor y asombro que causa verla, sentirse en la obsesión. Manifiesta el mito, el de Kripteia, ver las pieles del silencio para sorprenderse, maravillarse en la monotonía. Son las pequeñas luciérnagas que vuelan espaciosas por la noche totalmente oscura, las tocas, te redimes, encienden el sempiterno de las pieles; vuelas, sueñas, maúllas, tocas madera, te vuelves cazador de manías.

3.22.2009

Libro electrónico


Es la nostalgia a darle vuelta y sentir el olvido en su polvo. Conocerlo y portarlo en solitario. Coincidir en una exploración para encontrarlo, como un sereno náufrago en millones y millones de esferas continuas, abigarradas al fondo de natura y las cerezas. No lo sé, me aterra tener que apretar el botón y mirarlo, así, con sus letras electrónicas, con colores simulados, con una estructura artificial. ¿Qué habrán sentido los lectores después de Gutemberg? Una biblia contada con fichas, sin la intimidad de una pluma que reescribe y lee; relee y escribe. Ahora sé que existe, lo inevitable, lo ya profetizado hace más de cinco años. Sus pruebas han sido exitosas y lo tenemos tangible, ya no es sólo una pesadilla. Pero, no quiero hacerlo. No quiero tocar sus letras de luces, su frío rectangular, su plano, plano, plano; su virus código, inqoeepsochrwifbnok.


http://mx.news.yahoo.com/s/afp/090319/tecnologia/jap__n_medios_inform__tica

2.18.2009

KRIPTEIA, PIEL DE ESCRITURA


A propósito de La cultura del centro y la cultura excéntrica, visiones sobre Literatura Regional

¿Pensaste alguna vez en tu enemigo
en el que no conoces
pero odia cuando escribe tu mano?

¿Pensaste en ese joven de provincias
que daría la vida por tu muerte?
[…]
Escribe lo que quieras.
Dí lo que se te antoje:
de todas formas vas a ser condenado.
José Emilio Pacheco, “Legítima Defensa”.

I.- El santo mito
Dicen que si te aproximas, muy de cerca, a ver los ojos del rostro de Juárez, frente a la Escuela Normal Manuel Ávila Camacho, podrás encontrar la fotografía exacta del momento en que Maximiliano de Habsburgo fue fusilado por el ejército liberal en 1867. Cosa seria, pues el silencio y la parcela de voces reitera una manifestación liberal, la de un mito olvidado y/o con parlamentos sin vigencia en la actualidad.
La Literatura en Zacatecas, así como las investigaciones, la crítica, el arte, la música, están en un continuo viaje de la identidad propia y sus diversos diálogos internos y externos. La postura recae en el eterno río que miramos y sabemos que cambia, aunque nuestras patologías quieran demostrar lo contrario. Asumimos un papel contradictorio y, en ocasiones, absurdo.
En algunas becas y premios nacionales nos consideran centro; otras centro-norte; los del norte nos consideran el sur de sus linderos; los del bajío nos llaman centro-occidente y/o centro-oriente; y para los que habitan la península de Yucatán somos, en definitiva, norte.
La indefinición es concisa, que cada uno de nosotros se retroalimenta y se cuestiona, como el mito de kripteia, anidando y desatando la búsqueda del yo en forma de un lobo negro, en el bosque y sobre la noche. Empresa nada sencilla, pues las manifestaciones literarias en la entidad son tan diversas y distintas como los granos de arena situados en el letargo de una playa, sin olas, sin luna.
¿Dónde quedó entonces la piel de ese lobo, cuaderno de escritura, que el iniciado degolló en sus palabras para unificar su presente estado inmaterial de la cosa y lo divino?

II.- La piel
Supongamos, en nuestra búsqueda incansable en el tiempo, que encontramos los restos de la piel, la dermis del lobo, negra, cortada por la mitad. Con nuestros ojos minuciosos, incrédulos, subjetivos, miramos detenidamente las marcas y cada una de las extremidades que sirvieron en la huída de la palabra en el bosque.
a) En la sangre aún fresca acuñamos y nombramos con la poesía. Dentro de sus viajes azarosos en la tradición literaria, encontramos a poetas que han hecho visión espiritual en los terruños sensoriales de su lugar de origen, los encuentros con el yo y la otredad, a partir de sus vicisitudes
b) Las marcas y cicatrices de la piel recuerdan, una y mil veces, que los talleres literarios deben iniciarse, en estricto sentido, con la visión de realizar la escritura con los extremos del lápiz; se escribe y se borra.
c) El trabajo editorial en el estado practica el acto de mirar los ojos de la pantera y del Juárez mencionado. Existe la espera, la expectativa. La lectura del texto nos da las posibilidades de encontrar: la cantera fría y sin sentido; las manchas y el moho por la falta de limpieza; el asesinato del príncipe; o la figura del librepensador, que abre la boca y te come.
d) El mito repercute en la mayoría de las conciencias sin denotarlo. La Literatura carga con el peso de una cultura a sus espaldas. No hay remedio, ni tampoco existe la patología. Son las posibilidades del juego, la represtación de la piel, que logra acercar los mares a la bahía y los desiertos al mezquite.
El mito y la escritura tienen esa unidad, de posibilitar al lector con lo imposible, de su carácter y su estilo, así como las presunciones perennes de su signo. La escritura se asume como salvadora y reconciliadora del Sujeto de la década y el Predicado propio de su momento.

III.- El centro del mundo
Mucho me he preguntado, últimamente, sobre la conformidad de crear el Libro. Existen libros para ser leídos y existen libros para el currículum. Los existe de toda clase, como heladería en el malecón de una playa famosa. Hay de diversos gustos, tamaños, sabores e incluso producciones especiales, fabricados con el objetivo de deleitar al paladar más riguroso y exigente.
Libros Que Puedes Prescindir de Leer, de lo Libros Hechos Para Otros Usos Que La Lectura, de los Libros Ya Leídos Sin Necesidad Siquiera De Abrirlos Pues Pertenecen A La Categoría De Lo Ya Leído Antes Aun De Haber Sido Escrito […] de los Libros Ídem De Ídem Cuando los Reediten en Bolsillo, […] los Libros Que Te Inspiran Una Curiosidad Repentina, Frenética Y No Claramente Justificable.1 (sic.)

Como lectores, nos proponemos una tarea, que en suposición, es simple, sin embargo, compleja; pues entablamos una serie de correspondencias e intereses con el libro. Peor aún, nos adentramos a una escritura de época y circunstancias, donde el qué hacer literario responde a una serie de imágenes de generación, a los actos mismos del Pensamiento y el Tiempo, al ritual que habla entre las letras.
El escritor toma su pluma e inventa las asociaciones de letras para mostrarlas con imágenes y crear, de la mano de todo tipo de experiencias, el mito de las cosas que trastoca con el lenguaje. Orquesta una serie de leyes internas, que se intensifican para mostrarnos una sociedad solvente en sí misma, del cual, el lector se propone a discernir.
Y el lector, producto de sus propios rituales, acepta o rechaza la propuesta del autor del libro. Una especie de Liturgia que se halla inmiscuido en un discurso hablado a nuestra sociedad y a nuestro tiempo, que busca meterse a martillazos, derivando un lugar en las posibilidades del texto.
Por eso hay libros que hablan y son emblema de toda una generación; otros que pasan desapercibidos al momento de su publicación, pero que son rescatados y elogiados en generaciones ulteriores; y algunos más que no dicen cosa alguna.
Con esto, el escritor conforma un rito, un conjunto de actos ceremoniosos, inmersos en la discrepancia del lenguaje. A su luz, plantea, a una infinidad de lectores (tal vez no tantos), posibilidades de acciones que se consolidan en la aceptación o rechazo del texto. El ritual es la actividad y el proyecto, su concreción, la Liturgia, la escritura.
El círculo de Pascal, del que habla Edgar García, refiera la manera de sentir el centro. Todos somos centro, pero es la madurez y la muerte de la pantera la que te permite distinguir si eres el diente u otra cosa, en el reptil que muerde su propia cola.
Con lo anterior, no se afirma la superioridad de una Literatura a otra, sino que proporciona una manera de dar una dimensión acertada –sin poder encontrar otro término- al ritual de la obra. La figura sobre una Literatura Regional no se basa en la manera que vemos y nos vemos a nos-otros y al vos-otros. El sentimiento es, sin duda, un complejo a partir de la otredad y las atenciones que queremos de nuestra propia escritura y sus posibilidades, si las hay.

Aparece el micrófono. Los numerosos círculos se reducen a un círculo, las diversas conversaciones se reducen a una. ¿Es una ventaja? Es un mito: de la transparencia, de la Torre de Babel superada en un yo totalitario. Nos quejamos de la confusión de lenguas, de la variedad de conversaciones, porque soñamos con la atención universal, inabarcable para nuestra finitud. Pero la cultura es una conversación cuyo centro no está en ninguna parte. La verdadera cultura universal no es la utópica Aldea Global, en torno a un micrófono; es la babélica multitud de aldeas, todas centros del mundo2.

Por lo tanto, el modelo ptolomeico, la cultura del centro, y el modelo del big bang como expansión hacia el infinito, la cultura excéntrica, no existen. La única característica tangible es su carácter conversacional; su postura depende de las palabras que elijan el autor y el lector en su tómbola de posibilidades.
Cada piel es única, distinta, pero con las mismas cuatro patas, dos orejas y el rabo. Si se corta, se parte a la mitad, se mutila o incluso se quema, depende del escritor que decide olvidar los eternos borradores para la publicación del Libro de las pieles de escritura.
El presente viaje de kripteia –La cultura del centro y la cultura excéntrica– decide osarse a los valles azarosos, conforma al diálogo y al texto, caminan hacia la cultura de un proyecto que se presenta, se hace nuestro, se le da o no la atención. Deja ser piel y se convierte en cuaderno de escritura, del tiempo, y de nos-otros. La única premisa es buscar la piel con la multitud de posibilidades a retomar, expander y tributar la conversación con lo inefable. La eterna cola que mordemos y la mandíbula que nos persigue.


________________________
1BENÍTEZ, Esther, trad., Italo Calvino, Si una noche de invierno un viajero, Edit. Siruela, España 2003, pp. 25.
2ZAID, Gabriel, Los demasiados libros, Edit. Anagrama, España, 1996, pp. 25.

1.26.2009

De la primera palabra y el poeta

Dirás que estoy repitiendo
algo que ya he dicho antes. Volveré a decirlo.
¿Volveré a decirlo? Para llegar allá,
para llegar a donde estás, para salir de donde no estás,
debes ir por un camino donde no existe éxtasis
Para llegar a lo que no sabes
debes ir por un camino que es el camino de la ignorancia.
Para poseer lo que no posees
debes ir por el camino de la desposesión.
Para llegar a lo que no eres
debes pasar por el camino de tu no ser.
Y lo que no sabes es lo único que sabes
y lo que es tuyo es lo que no es tuyo
y donde estás es donde no estás.
T. S. Eltiot, “East Coker”.


Siempre he creído que el nombrar es un acto de fe. Cuando un poeta, en su torcida parcela de voces y formas; de imágenes y centinelas; de la cosa y lo divino; manifiesta su creencia en su resonancia, sabe que el ritmo de sus palabras son el peso de toda una cultura a sus espaldas. El lenguaje es arbitrario y, en alguna medida, sólo las onomatopeyas tienen el ancla de nombrar la forma con la apreciación simple de las cosas. El lenguaje es elitista por completo y conviene una manera de ver al mundo.
La fe no se pregunta ni se cuestiona, sólo se obedece. Más en el principio (si así podemos llamarle a nuestra duda) la fe obedecía a nosotros mismos y al resto, no al resto en nosotros.
La decoración y el levantamiento de las columnas internas obedecen a un trabajo minucioso, de miles de ideas y alternativas en la cabeza; seleccionando sólo aquellas que corresponden al crecimiento. Ese fue el principal error en la construcción de la Torre de Babel. La multiplicidad de ideas y hechos conmovidos propició los diversos pensamientos, visiones de mundo, órdenes al caos, y por consiguiente, lenguajes diferentes y códigos intraducibles.
En la reflexión y en el arte de nombrar las cosas se parecen a una inmediación de nuestro estilo. Así, con los keningers existen 39 maneras de decir guerra; los franceses tienen 5 maneras de diversificar al francés nacido o no en Francia; el náhuatl tiene 19 maneras de decir flor y canto.
Por eso, también he creído que la primera palabra que balbuceamos es la duda. Para mí dios no dijo: “Hágase la luz” y se hizo, sino “¿eres tú, luz?” y cayó en su primer error pues le hablaba a la noche.
Es el poeta quien se aturde por el momentáneo saber y naufragio de lo ignorado. Él es quien entiende mejor que nadie la primera (posible) razón para la tristeza del pensamiento, que diría George Steiner: “Escuchad atentamente el tumulto del pensamiento y oiréis, en su centro inviolado, duda y frustración”1.
La regresión es la verdadera maquinación para entender el mundo; el “be or not to be” o el preguntarse como un niño de tres años, cual dijera Tales de Mileto, señala la verdadera investigación del hombre, el agente múltiple, el judas perfecto. Quizá, de alguna manera, no lo entendamos. La duda da pauta a sostener el mundo, abre el diálogo y no niega ni afirma. ¿Preferiremos nombrar lo ya nombrado o empezar a dudarlo?
Lunatando
Sensorida e infimento
Ululayo ululaciente
Oraneva yu yu yo
Tempovío
Infilero e infinauta zurrosía
Jaurinario ururayú
Montañendo oraranía
Arorasía ululacente
Semperiva
ivarisa tarirá
Campanudio lalalí
Auriciento auronida
Lalalí
Io ia
i i i o
Ai a i ai a i i i i o ia.2







________________________
1CONDOR, María, trad. George Steiner, Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento, F.C.E., México, 2007, pp. 19.
2HUIDOBRO, Vicente, Altazor, Edit. Axial, México, pp. 86.

EL DECADENTISMO MEXICANO Y EL ORDEN DE LOS TRABAJOS (Parte IV de IV)


IV.- La decadencia del Decadentismo.
Para 1910 la generación Decadentista sufriría fuertes golpes que marcarían por completo su dispersión, y por consecuencia, la pérdida social de los movimientos afines a los trabajos ya mencionados.
Existen tres factores que sin duda afectaron por completo la unión de la generación. El primero, los decesos de integrantes del bar y la revista. Bernardo Couto Castillo, quien moriría a los 21 años de edad; Julio Ruelas en su estancia en París; Raúl Clebodet, comunista inalcanzable del grupo; Jesús E. Valenzuela por su parálisis y asfixia; y, por último, Justo Sierra, el maestro de los decadentes. Las ausencias no fueron sustituidas.
Los trabajos se desfasarían. El paradigma reciente de, al menos cinco primeros años del refugio de la generación, caería en la fricción de la estrella del norte. El paradigma estaría en movimiento, sin punto fijo, y así se mantuvo. No hubo cambio, ni sustitución, ni soporte del mito.
El último aspecto, tiene que ver con el mandil que portaba la generación. A breve espacio, la figura dandy aprisionaba por completo el esquema visual, de la mano con el acto, de los intelectuales de la Revista Moderna. Luis Antonio de Villena diría, “El dandy no es revolucionario, sino un rebelde”.22 Esa condición apartaría a los decadentistas de la Revolución Mexicana en cualquiera de sus etapas.
El resultado fue la eminente desunión del grupo y el fin de la Revista Moderna para 1911, ya comenzada la Revolución. Después de ello, cada cual tomaría rumbos distintos. Amado Nervo seguiría con su palabra litúrgica; José Juan Tablada sería el primer vanguardista de América y traería el Hai-Kiu; Rubén M. Campos se convertiría en cronista de guerra y novelista; etc.
El ocaso de los trabajos sería contrario al amanecer alguna vez soñado por activistas, fuera del grupo. La Revolución marcaría otro ideal que jamás tocó en la estética de los Decadentistas. Se verían atrapados en una nueva necesidad, de la cual ya no cabrían o no respondía. Por ello el crecimiento del “Ateneo de la Juventud”, pues caían a los tiempos y no el Decadente, que caía en la ruptura de una sociedad que había cambiado.
En la homilía del presente trabajo, no se quiso demostrar lo ya demostrado, que es la importancia de la generación Decadentista en sus niveles de libertad bajo palabra; el hecho innegable de realizar la mejor revista de México de todos los tiempos y, ni mucho menos, concebir una luz de la alborada en los trabajos realizados, como rescate, visto de comparación a un hallazgo arqueológico en los senderos egipcios.
La generación Decadentista manifestó un deseo por los trabajos, un orden, una estructura y una palabra y/o elemento retórico crepuscular, situado en las manifestaciones, mayormente poéticas.
Tan sólo quiso descifrarse en el pesimismo vital y el pan de cada día. Los iniciados en las tenidas literarias. Y puesto el fin del vino, las palabras perdidas y los soliloquios imposibilitados del silencio, nos tomaría para vernos frente a frente, con toda la caída deseo, y decirnos a los ojos en los sustitutos de la fe, los juramentos y el estribillo de la oración de apertura: Yo quisiera morir, como tú has muerto.


________________________
22Luis Antonio de Villena, Corsarios de guante amarillo, Edit. Valdemar, España, 2003, p. 23.