3.19.2018

Relaciones de Méritos de Juan Ignacio de Castorena

Muy noble y leal ciudad: Artes y Letras del Zacatecas virreinal, columna cultural en el periódico Imagen. 




Durante la Edad Moderna, la monarquía española guardó una serie de protocolos que buscaban un ordenamiento pleno en las funciones burocráticas. Evidentemente, en muchos casos no fue del todo efectivo, no obstante que en algunos espacios y puestos sí se resguardó el procedimiento. Uno de ellos fue la presentación de la Relación de Méritos, que se utilizaba por parte de ciertas personalidades para poder acceder a cargos, ascender en la escala burocrática o política y manifestar los trabajos que en el fondo eran dedicados a la potestad del soberano. Así, su uso entrega un perfil claro: la sociedad regia hispánica estaba basada en los derechos por privilegio.
 La Relación de Méritos es un documento histórico de gran valor, pues ofrece información en muchos sentidos. Por un lado, los distintos trabajos y estudios que realizó quien presentaba el documento. Por otro, las intenciones de ascenso, según su perfil y condiciones. En varios casos, apenas si se puede suponer o confirmar la fecha de nacimiento o líneas familiares gracias a la Relación de Méritos. También, algunos de estos documentos están perfilados, a manera de hipérbole, con respecto a los hechos realizados, pues ante todo eran oficios legales que permitían alcanzar un rango mayor en la escala laboral y de privilegios.
El Archivo General de Indias en Sevilla resguarda una gran cantidad de Relaciones de Méritos. Allí se encuentran dos legajos documentales, en el ramo “Indiferente General” presentados a favor de Juan Ignacio de Castorena y Ursúa. El primero está fechado el 23 de marzo de 1703, una serie de documentos manuscritos de 36 folios verso y reverso. El segundo, su presentación está fechada el 30 de julio de 1710, menor al anterior –tan sólo cuatro folios– pues son los méritos desde el 29 de agosto de 1707. En ese momento, Juan Ignacio de Castorena era Racionero de la Catedral de México.
 Del primer legajo de documentos, se trata de una serie de testimonios de otras personas que certifican, con firma y datos, que Juan Ignacio de Castorena y Ursúa realizó distintos actos. Por ejemplo, en el folio 146 aparece el “testimonio de verdad” presentado por el bachiller Tomás de la Fuente Salazar clérigo presbítero y secretario del arzobispado de México y fechado el 15 de mayo de 1701. El testimonio argumenta que el zacatecano dictó el sermón primero de la pascua del Espíritu Santo, con asistencia del virrey conde de Moctezuma y la ceremonia llevada a cabo por Juan de Ortega y Montañés, arzobispo.
Del segundo legajo documental, se pueden confirmar varios datos. Por ejemplo que Juan Ignacio de Castorena fue por diez años colegial real de San Ildefonso de México y vicerrector. Graduado en teología, en leyes y en cánones, licenciado y doctor. El 25 y 26 de septiembre de 1698 se graduó por la Universidad de Ávila de licenciado y doctor en teología. La Relación de Méritos concluye que Juan Ignacio tiene particular aprobación del virrey, del arzobispo de México, de la Audiencia de Guadalajara y de la ciudad de Zacatecas “[…] de donde es natural, en que informan la Calidad meritoria, virtud, nobleza y literatura de este sujeto, y que en los empleos, que ha tenido, ha cumplido muy exactamente con su obligación, por lo que le consideran digno y merecedor, de que Su Majestad le ascienda a otra Prebendas de mayor grado.”

3.06.2018

Un grabado con el nopal en el proceso de identidad

Muy noble y leal ciudad: Artes y Letras del Zacatecas virreinal, columna cultural en el periódico Imagen. 



La gran mayoría de los “nacionalismos” del siglo XIX en el Otro Occidente fueron elaborados con base en una serie de símbolos, que generaron identidad. Su conformación fue por un proceso de colaboración resultado de décadas previas. En la Hispanoamérica septentrional, la segunda mitad del siglo XVII fue la clave para la formación de una introspección simbólica.
Dos documentos fúnebres escritos por Isidro de Sariñana, quien fuera alumno del fresnillense Antonio Núñez de Miranda, dan pauta a la cuestión novísima en cuanto a la manera de entender la Nueva España. La primera, el Llanto de Occidente…, exequias a Felipe IV, es una muestra ejemplar de emblemas que expresan proposiciones igualatorias entre América y Europa, así como íconos alusivos a la Ciudad de México en su condición de primera del Orbe.
La segunda, el sermón fúnebre dedicado a fray Cristóbal Muñoz de la concepción en sus exequias realizadas en Oaxaca el 27 de julio de 1689. El documento fue en principio dedicado a la provincia de San Diego de México. Tuvo una reimpresión por la imprenta de la Biblioteca Mexicana en 1759.
Además del sermón y las licencias, el documento del siglo XVIII fue añadido por una dedicatoria del bachiller Juan José Ortez de Velazco a fray Bartolomé de Toledo, ministro de la provincia de San Diego. La razón de la reimpresión la amistad del padre del bachiller a la provincia y al fallecido. 
La dedicatoria contiene un grabado. Se trata del padre San Diego con su iconografía clásica, la cabeza alumbrada por la luz solar, él tomando en la izquierda una cruz alta y en la diestra una canasta de frutos y de fondo la ciudad. Contiene una variación, San Diego se encuentra en cima de un nopal.  
En la Crónica de la Santa provincia de San Diego de México… de Baltasar de Medina, en 1682 por la imprenta de Juan de Ribera, aparece el programa iconográfico clásico de San Diego. De los diez grabados, en ninguno se hace referencia al nopal, incluso en el motivo clásico antes descrito.
La pequeña variación no es gratuita, por el contrario, cambia o agrega al sentido de la imagen. Ya antes, en El sol eclipsado…, se había elaborado un grabado similar donde el rey Carlos II estaba encima del nopal y del águila “tenochtitlana”, alumbrado por el sol. Con este punto, San Diego es ahora el centro del Ombligo de la Luna, establecido por los vaticinios de un pasado mítico. Ahí, en su figura, retoma el puesto de la fundación, sobre una soberbia ciudad. Con ello, los actuales tendrían la dicha de construir un orden, predestinado. El motivo del nopal aún persiste, enmarcado por tres franjas verticales y rectangulares.