6.30.2015

Signos culturales de reconocimiento de la corona española e Hispanoamérica


Véase en Periódico Imagen.

En el discurso oficial al juramento de la Constitución Española y la proclamación en presencia de las Cortes Generales, Felipe VI destacó: 
“Con los países iberoamericanos nos unen la historia y lazos muy intensos de afecto y hermandad. […] Nos une nuestra lengua y nuestra cultura compartidas. Un activo de un inmenso valor que debemos potenciar con determinación y generosidad.” 
El pronunciamiento evidentemente lleva consigo complejos elementos y posturas que tienen que ver con la política exterior, tanto de España, como de cada uno de los países hispanoamericanos. Dejando de lado las posturas, pervivencias, debates o situaciones políticas, debe hacerse notar que el arte y la lengua han sido un vehículo de reconocimiento cultural entre ambos lados del Atlántico. En específico, estos han sido sitios de interacción propuestos para el encuentro político entre México y la Corona Hispánica. El punto trascendental de la visita de Estado de Juan Carlos I a Zacatecas en 1997 fue el I Congreso Internacional de la Lengua Española. En la visita de Felipe VI a México se incluye el atestiguar la firma de implantación del Sistema de Enseñanza de Lengua Española para Extranjeros, entre el Instituto Cervantes, la UNAM y la Universidad de Salamanca. A su vez, el reconocimiento artístico se hace por un lado en la visita al Museo Virreinal de Guadalupe y en la apertura de la exposición Yo, el rey. La monarquía hispánica en el arte en el MUNAL, que se trata de un conjunto de obras provenientes de colecciones españolas y mexicanas. Sin duda alguna, el arte y la lengua han sido puentes de construcción entre ambos lados del Atlántico, en el que se pueden notar protocolos, ritualidades y programas discursivos. En dicho espacio, por ejemplo, aconteció el tan célebre discurso de Gabriel García Márquez, con su perfil aún inconfundible hacia el dios de las palabras. Será interesante analizar tales gestos políticos que, entre la concordia y el reconocimiento, se llega a vislumbrar lo uno y lo diverso de las memorias históricas entre España y América: la construcción y resguardo de identidades hacia el porvenir del Siglo XXI.

Ritual de transición de Carlos II a Felipe V en Zacatecas


Véase en Periódico Imagen. 


El traspaso del reino Hispánico al siglo XVIII no fue sencillo. España se encontraba en crisis económica y geopolítica. La muerte de Carlos II último de los Austrias Españoles (1 de noviembre de 1700) y el ascenso al trono de Felipe V, de la Casa Borbónica y nieto de Luis XIV, traían consigo una serie de acontecimientos que habían dejado al reino en crisis. La derrota de la Guerra de los Treinta Años y la firma de la Paz de Westfalia (1648) significaron la caída de España como la principal monarquía y el derrumbe de la casa de Austria. Felipe IV dejó un gobierno en crisis a un joven Carlos II que, ante las diversas vicisitudes de su gobierno y la falta de heredero, condicionó el cambio dinástico.
En Zacatecas, la asistencia debida a los acontecimientos del reino se hizo con la realización de exequias reales a Carlos II y la celebración del ascenso a Felipe V. Para el periodo de noviembre de 1700 a julio de 1701, en toda España existía un ambiente de incertidumbre, puesto que la transición dinástica podría suponer reajustes políticos, sociales o culturales. Así, las ritualidades se organizaron lo más pronto posible, con el fin de guardar de forma “correcta” protocolos, signos y gestos políticos.
El 8 de junio de 1701 a las 16 horas se realizaron las exequias reales a Carlos II en Zacatecas. El escribano público Miguel Márquez de Velasco dio cuenta del testimonio de lealtad. En la Parroquia Mayor se colocó un túmulo de seis cuerpos con 35 tarjas, que contenían emblemas latinos y castellanos. Como parte del oficio de vigilia, el Dr. Felipe de Valdés dijo la oración fúnebre; los responsos fueron cantados por Miguel de Carvajal, Miguel Bermúdez teniente de cura y Francisco de Zúñiga vicario de la ciudad. Con tal solemnidad, Zacatecas se adecuaba al conjunto de ciudades y reinos hispánicos, en las ritualidades de transición dinástica que, ante todo, fungían como aparatos legitimadores. El ambiente fue de incertidumbre. Meses después, el Emperador Leopoldo I declaró la guerra a España y a Francia.