12.11.2017

Símbolos dinásticos en la transición de Austrias a Borbones

Muy noble y leal ciudad: Artes y Letras del Zacatecas virreinal, columna cultural en el periódico Imagen. 



La transición dinástica de Austrias a Borbones significó, entre otros puntos, el posicionamiento de un nuevo programa iconográfico en la representación del poder. Lejos de entablar un cambio total en términos visuales-artísticos, lo que ocurrió fue, al menos en un primer momento, una convivencia de símbolos dinásticos. La razón era clara: manifestar un cambio sin tensiones, direccionados con base en el testamento de Carlos II.
En la Nueva España se dieron diferentes manifestaciones de lealtad que buscaron alinearse a la corona. En esa dialéctica, también se involucraron símbolos y jerarquías de la América Septentrional; la idea de refrendar la corona implicaba el resguardar las soberanías y posiciones locales. De allí que el conde de Moctezuma en la organización de exequias al último de los Austrias españoles manifestara tajantemente su realización Luego, Luego, Luego.
Juan Ignacio de Castorena y Ursúa tuvo un papel reconocible en la elaboración y publicación, tanto de las exequias a Carlos II, como de la jura a Felipe V. En el libro El sol eclypsado… fue quien dio sentir y reforzó el sentido simbólico central del túmulo y del libro. En el caso de la jura, Sumptuoso festivo real aparato… de Gabriel Mendieta Rebollo, el zacatecano según en un impreso posterior fue quien mandó su impresión.
En ambos libros aparecen símbolos dinásticos que mantuvieron una convivencia. Un ejemplo es la parte superior del aparato de jura, expuesto en la plaza principal de la ciudad de México. Se trató de una Flor de Lis de plata que en su vástago desplegaba una Rosa de Castilla con un finísimo oro alrededor.
La convivencia entre los símbolos austriacos, hispánicos y borbónicos se expresó principalmente con la imagen del Toisón de Oro. Cabe mencionar que esta imagen era en principio propia de la tradición de Flandes. Fue introducida a España en primer lugar por Felipe I “El Hermoso” y puesto en lo alto por Carlos V. De tal modo, se convirtió en un símbolo característico tanto de los Austrias, como de España.
En el caso de la jura a Felipe V, en el quinto arquero se puso en una tarja a un cordero pendiente por el pecho de una cadena de oro, con el epígrafe LEONIBUS AGNI. De suscriptio, la siguiente octava:
No te espante Castilla el León rugiente,
Que también son Corderos los Leones:
León FELIPE será por lo valiente,
Más serán de Corderos sus blasones:
¿Piensas, que en vano a nuestro REY pendiente
Ciñe el Toisón con Reales Eslabones?
No: porque esto denota ser Cordero,
El que por REY de España es León guerrero.
La idea central es la defensa de la imagen teórica del monarca. Entre ellos, el rey y el cordero, un emblema ya expuesto en el Llanto del Occidente… por Isidro de Sariñana.

12.05.2017

Sermón a San Ignacio de Loyola en la fiesta de su conversión

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Juan Ignacio de Castorena no únicamente se caracterizó por sus facetas de escritor y editor. También fue promotor de devociones bajo el cariz de la fiesta barroca. De estas solemnidades, promovió festejos alrededor de la corona y ceremoniales en torno a figuras santas. Varios autores encontraron voz y presencia literaria so pretexto de los impulsos promovidos por el jesuita zacatecano.
El sermón San Ignacio de Loyola convertido de Adalid de la Milicia Terrestre en Caudillo de la Celestial… de Pedro de Ocampo –rector del Real Colegio de San Ildefonso– es un texto nacido bajo la celebración de la conversión de tal santo en la Casa de La Profesa, dirigido por jesuitas, en la ciudad de México el 5 de junio de 1724. La festividad fue “a devoción, solicitud y expensas” de Juan Ignacio de Castorena —quien en ese momento era chantre de la iglesia catedral metropolitana. El impreso fue publicado por los Herederos de la Viuda de Francisco Rodríguez Lupercio en 1724 y dedicado al virrey Juan de Acuña, marqués de Casa-Fuerte.
Juan de Esteba de Iturbide y José Antonio de Leyza fueron los patrocinadores. Ellos escribieron la dedicatoria al virrey, en donde destacan el esfuerzo del jesuita zacatecano:
En la fiesta de la conversión de San Ignacio, que excitó el religioso y cordial afecto de un restado devoto suyo, para aumento de su gloria, y honra de nuestra nación, procuramos en su servicio alentar nuestras fuerzas como interesados: pero quien duda, que el desempeño de esta empresa se deba a la generosidad de Vuestra Excelencia de quien merecimos singulares expresiones de su benevolencia. 
El sermón, además de los sentires y pareceres, viene acompañado de la relación festiva de la conversión de San Ignacio de Loyola, sin firma. Inicia con una descripción de los monumentos funerarios y túmulos egipcios, la conformación de las “Maravillas del Mundo” y su anuncio de destrucción y olvido. Con ello, argumenta el autor que hay otras “maravillas” mayores y perennes:
Estas, pues dos veces maravillas son aquellas, que en el ameno pensil de la Cristiandad ha fecundado el cuidado de la virtud.
De ese “jardín”, según el texto, San Ignacio de Loyola reluce cual “delicioso vergel”, “flor exquisita la de su conversión”. En esa parte del texto, hay una exaltación al zacatecano y una comparación por su coincidencia de nombre “Ignacio”. Para la celebración, en la iglesia de La Profesa se hizo un altar con emblemas de la conversión del fundador de la Compañía de Jesús. A la solemnidad asistió el virrey.
La misa fue celebrada por el zacatecano. El sermón de Pedro de Ocampo giró en la conversión de milicia terrenal a celestial. También, es una leal analogía, dilucidada en la razón de dos referencias clásicas que se explican, con la referencia nominal: Castor-Ethna.