9.26.2013

Memorias fotográficas I


23/I/2012


En la sede de la Real Academia Española con el Dr. José Manuel Blecua y la Exdirectora de Fundación Carolina Rosa Conde; además de varios colegas interesados en los estudios filológicos: Rafael Costarelli, Andrés Landázuri, Darío Lara, Norely Areas, Rita de la Cerda, Eve Rodríguez, Natalia Toledo, Dolly Peña, Iris Hernández, Ivonne Dorker, Nelson Zorro y  Luis Riquelme. 

9.25.2013

Comentarios de Voces Zacatecanas/Zacatecan Voices

Comentarios de Alejandro García al libro D'Amore, Anna Maria (Ed.): Voces Zacatecanas/Zacatecan Voices, UAZ - Texere Editores, Zacatecas, 2012. Véase en la columna "Efemérides y saldos" del periódico Express Zacatecas.






Anna Maria D’Amore me dijo que ella veía esta como una gran selección de dulces; como británica/mexicana que es, evocó la imagen del una vez ubicuo concepto de “pick ‘n’ mix”, en el que comprador selecciona la combinación de dulces que mejor le parezcan de los muchos y variados que se ofrecen, los pesa y los paga, libre ya para disfrutar de una combinación individual y satisfacer su antojo; creo que esa imagen es muy apropiada para esta antología.
Nathanial  Gardner

La selección del texto es importante, y así la traducción puede  ser un acto de resistencia,
recuperando un texto que ha sido excluido del canon actual.
Anna Maria D’Amore

ALEJANDRO GARCÍA

Voces zacatecanas. Zacatecan voices (México, 2012, Téxere, UAZ, 175 pp). reúne textos de 8 escritores que han escrito en Zacatecas. Están aquí los que de esta tierra se han nutrido desde el nacimiento, están los que la han habitado por diversas razones y tiempos y los que procedentes de otro territorio han decidido quedarse a vivirla. Esto incluye a los que han llevado los textos de una a otra lengua, del español al inglés.
De allí que el libro muestre a escritores cuyo nacimiento va de 1956 a 1987. El registro de sus publicaciones inicia en la década de los 70 y los muestra en plena producción en los albores de la segunda década del siglo XXI. En conjunto forman un arco de poco menos de medio siglo de actividad. Por supuesto, Efraín rebasa con 7 la cincuentena y a Salvador le faltan 26 para el medio centenario. Los dos ocupan una posición en el campo literario. Están aquí: Efraín Gutiérrez de la Isla (Zacatecas, 1956), Alejandro García (León, 1959), Javier Acosta (Estancia de Ánimas, 1967), María Isela Sánchez Valadez (Zacatecas, 1969), Scherezade Bigdalí Hernández López (Guanajuato, 1972),  Maritza Manríquez Buendía (Ojocaliente, 1974), Mauricio Moncada, (México, 1979), Salvador Alejandro Lira Saucedo (Zacatecas, 1987).
Además de estas 8 voces zacatecanas están por lo menos tres que le dan otra dimensión al libro. Estamos frente aun libro bilingüe, una muestra de literatura escrita en Zacatecas perteneciente, sin duda, a la literatura mexicana. Toda la muestra es de calidad suficiente para declararla sin pudor ni regateos literatura sin adjetivos. Pero ahora no me voy a dedicar al límite de la literatura, sino a las amplitudes del campo.
Aquí están tres traductores: Anna Maria D’Amore Wilkinson, Maureen Sophia Harkins y Nathanial Gardner que han aquilatado esa calidad literario y la han encontrado digna de su labor. Llevar los mundos de esta literatura encapsulados en el español a los mundos posibles primero del traductor inglés y después del potencial lector en este mismo código. Que estos autores accedan a una segunda lengua y a un público distinto y diverso es importante. Por una parte habla de la valoración que de los autores tienen los traductores, por otra parte habla de esa atención sobre escritores que por una circunstancia u otra, estén lejanos, bien del canon, bien de las candilejas, bien, incluso, de la existencia literaria. Examinando los datos de los autores, hay una buena cantidad de reconocimientos y libros publicados, capital cultural y simbólico, ninguno de ellos se encuentra dentro de la literatura de un mercado amplio.
Sin duda la  traducción y la traductología es producto excelente de una labor que hace poco se ha fundado en la universidad baja el tesón y la altura de miras de la Dra. D’Amore, ha tenido sus antecedentes en diversas publicaciones, entre las que, me consta, una lo ha hecho con calidez y aventura, la legendaria revista Dosfilos, al mando del poeta José de Jesús Sampedro. Esta actividad, tan necesaria en nuestro entorno, une la actividad académica y la cultural, intelectual y literaria con una visión lejana a la provincia y proclive al universalismo, partiendo de una saludable práctica de la región. Un nuevo grado alcanza tal actividad cuando la tenemos en ese producto maravilloso que es el libro, que lo mismo nos filtra el sabroso olor de la panadería de Ramón López Velarde, que los olores que exhalan estos textos en donde perversidad y bondad se pueden afianzar en el regusto de todos nuestros sentidos.
Con Voces zacatecanasZacatecan voices me viene a la memoria aquella historia de John Wilkins, recontada por Umberto Eco, en la que un heraldo llevaba una carta y una cantidad de higos para el destinatario, el número de piezas constaba en la misiva. Al llegar a destino y ser imprecado por el dueño de las frutas, supuso el otro que lo había visto la carta, por lo que en otra ocasión comió los higos una vez que había escondido la carta debajo de la piedra. Evidentemente los libros irradian realidades múltiples, en sus páginas, forros, portadas y contraportadas vagabundean personas, escenarios, suspiros, sueños y olores. Y son voces que salen y contagian; pero también son influidos por voces y realidades que viene de quien los apresa entre sus dos ojos. Es un intercambio, una guerra de la que siempre se sale vivo, aunque esto también es un decir.
Aquí puede ir de la Avenida Hidalgo (I have walked along Avenida Hidalgo/ in thirteen different cities) al pueblo-caja-matriz (That’s why, I’m watching the Hills that cover the town-box-womb that sheltered us for a while move further and further away), de La Brisa (The Brisa was an anormous ancestral mansion that little by little had been taken apart and swallowed up by the neighborhood)a dos ciudades amarradas por hogueras (of two cities tied together by bonfieres/ of bees), del pasillo de los sueños rotos (In the hallway broken dreams, a man runs afther a light), al pueblo cubierto por una cobija de colores (In those days, the town was covered with a colored blanket, an allencompassing patchwork blanket), del relato excitante (No, keep telling the story and I’ll see what I can do. Please her, I want her to tell her story with style) a una vecindad fría y vieja (This building is cold and old, the doors creak when they open and there is a stench of humifity wherever you go).
Hay más cosas, claro, pero las muchas voces encontrarán la manera de disputar su supremacía, de atrapar la pasión del lector.

9.22.2013

Recomendación Literaria II en Aficionzac


19/IX/2013




Rader, Olaf B., María Condor (Trad.): Tumba y poder. El culto político a los muertos desde Alejandro Magno hasta Lenin, Ediciones Siruela, Madrid, 2006.

9.17.2013

Respuesta de opuestos a Carmen F. Galán

Respuesta al juego de opuestos que propuso Carmen F. Galán en la presentación de El Libro de Patmos. Véase en La Gualdra (Suplemento Cultural de La Jornada Zacatecas).



Estimada Dra. Carmen F. Galán:
Recibí sus disertaciones y noticias por los viajes que realizó en las letras de Patmos. Expreso, de antemano, mi gratitud y la intención de abrir un diálogo equilibrado por los temas, palimpsestos, palíndromos y oráculos que sostienen al poemario.
De los cuatro juegos de opuestos que propone, empezaré por hablar de “La inspiración frente a la laboriosidad”. Evidentemente la creación, en todos sus sentidos, será un misterio. Asimismo la creación literaria, artística e incluso científica. Puede contenerse en sueños, lecturas o visitas cotidianas. Sin embargo, considero que la inspiración es sólo una mínima parte de la producción poética, pues se alimenta ante todo de la disciplina, el trabajo constante y las relecturas del propio texto. No concibo a alguien que escriba una obra (sin ajustes), antes de un acto de experimentación-ejercitación de la escritura. Incluso los Modernistas que en sus tertulias instauraban una disciplina artística. Por disciplina me refiero a una búsqueda estética, una preocupación que queda reflejada en la obra.   
Ya antes Horacio había escrito sobre las relaciones entre poesía y pintura. Premisas que alimentaron una tradición literaria y asimismo una tradición del libro. También es preciso hablar de una tradición de la lectura. La ausencia de imágenes en los libros responde a una concepción protestante decimonónica, en donde lo que vale es la propia imagen que connota el texto literario, así como los discursos. Por imagen entiendo un concepto de semejanza, un signo que también es parte de la lectura, de la interpretación, del diálogo. En el opuesto “Poesía e imagen”, se muestran dos formas de lectura, equilibradas justo en esa semejanza que, a la vez, es sugerencia. Su distancia y cercanía –que proponía Horacio– son conjugaciones del lector. A una imagen poética se le puede leer de múltiples formas: como letras que conforman una silueta; como un trazado que adorna; como artefacto o intención del autor; o como poema en su forma más musical. El juego se cifra en las estrategias literarias, que son cálculos ante una lectura incalculable: el lector.
Aquí realizo otro salto para hablar del “Encriptamiento o claridad”. Creo que tales elementos existen o no en la disposición del lector. Gilbert Durand hablaba de la revelación y a la vez ocultación del símbolo. El ciframiento devela también revelaciones, sonoridades. Se puede comprobar, por ejemplo, en las estructuras de la métrica, que ante la musicalidad del lenguaje se asimilan –e incluso se aprenden– discursos cifrados. Los salmos o La Divina Comedia dan muestra de ello.
Finalmente considero que es el gusto por la sonoridad el soporte estético entre “La narración frente al poema”. El verso fue uno de los inventos tipográficos que ayudó a la lectura de cantos. La métrica con sus acentos sonoros son un recurso estético y memorístico. Por supuesto que existe una diferencia explícita entre un texto narrativo y un texto poético. Incluso, resultan extrañas algunas suposiciones sobre si algunas obras narrativas tienen recursos métricos. No obstante, la base se encuentra en el tono del poeta y en el tono del narrador. En ocasiones se habla de una “prosa poética” o de un “poema narrado”. En el fondo de todo este enramado, se encuentra un acto de comunicar, sí, mas es un acto a partir de una dificultad del lenguaje: el poema y/o el texto literario. Las interconexiones o intercambios de estrategias (literarias) son parte de este juego de las dificultades, es decir, son parte de la escritura.
Dejo abierta esta relación dialogal a cualquier lector, a cualquier viajero que guste abrir los sellos de Patmos. Nuevamente le agradezco, Dra. Carmen F. Galán, sus apreciaciones y comentarios. Sé que el diálogo no terminará, pues son más las preguntas que tenemos ante un universo de símbolos, un universo de mitos.

Con afecto,

S. L.

Comentarios de Carmen F. Galán a El Libro de Patmos

Comentarios de Carmen F. Galán en la Presentación Feria del Libro, El Libro de Patmos. Véase en La Gualdra (Suplemento Cultural de la Jornada Zacatecas).



Carmen F. Galán

La primera vez que recorrí Patmos fue como interpretar una partitura, su diseño resonaba a ecos de Afrodite´s Child, un grupo formado por Vangelis, que en 1970 grabó una adaptación de libro de las revelaciones de San Juan en un álbum conceptual titulado 666 (The Apocalipse of John).
En otra búsqueda, o segunda lectura, me percaté del origen griego de esta banda de rock progresivo que migra a París, como del significado de Patmos en tanto isla de desterrados, destino de peregrinación y lugar del apocalipsis.
El Libro de Patmos anuncia un final, pero también lo disuelve, es un poemario para leerse de arriba hacia abajo y releerse al revés, o mejor dicho en bustrófedon (que de acuerdo a Moliner es la manera de escribir arando en zigzag). Me explico, El Libro de Patmos es un texto que al proporcionar sus claves de lectura se encripta más. El poeta nos ofrece alternativas para realizar la lectura, a manera de cinta de moebius, como matrioska o como caracol que se desdobla en interpretaciones imposibles de asir.
El recorrido es para iniciados, pero también para inaugurar una era del libro cuyos silencios lo aniquilan al modo en que el ouroborus se muerde la cola. El arquitecto de tal credo sostiene con la mano el compás en un gesto casi imperceptible por la textura del papel que recuerda la escritura sobre la escritura del palimpsesto, las palabras bajo las palabras del anagrama, y que igualmente nos recuerda la invisibilidad del poeta-oráculo hablado por los dioses.
¿Qué anuncia este apocalipsis? ¿Cuál es su plan secreto? Destruir el libro, deconstruir el libro. Como respuesta a las escrituras líquidas se impone la rudeza y suavidad del papel, la escritura como fisura, la vuelta a lo esencial, al grito, al habla inarticulada, al aullido del yo.
Uno se preguntaría ¿cómo es posible en la dificultad, en la oscuridad del poema encontrar lo esencial? Para regresar el inicio hay que recorrer el camino una vez más en todas direcciones, el asunto es ontológico, y el poema es la morada del ser, recuerda la hermenéutica del siglo XX, y ahora, en la normalidad de la crisis planetaria y desde un rincón en el que habitamos, Salvador Lira nos lo vuelve a recordar: soñar y recordar para enmendar la memoria.

Aquí un breve paréntesis: ¿cómo evoco a Salvador Lira? Tan impaciente como el mejor de los alumnos con preguntas interminables y que viaja constantemente para alcanzar respuestas. Lo recuerdo participando en seminarios y congresos en diferentes universidades de nuestro país. Asimismo como becario en el extranjero realizando estancias de investigación y llevando hasta esos lugares su ímpetu por escrudiñar textos e imágenes; finalmente lo recuerdo como alguien que prefiere echarse a la espalda una valija llena de libros y desdeñar todas sus otras pertenencias.
            Me congratulo de haber sido cómplice en esta búsqueda para conformar el Templo y me sorprendo al conocer al Salvador poeta. Para abreviar, me enorgullezco de haber sido su maestra en algunos momentos de su camino profesional, y para no olvidar los viejos tiempos arrojo al aire un juego de conjunción de opuestos, convocatoria al diálogo, para que el Salvador académico trate de adivinar sus afinidades selectivas. Lanzo los dados al aire, no sin antes agradecer la invitación al nacimiento de El Libro de Patmos:

La narración frente al poema
La inspiración frente a laboriosidad
Poesía e imagen
Encriptamiento o claridad

9.02.2013

Comentarios a El Libro de Patmos por Edgar A. G. Encina

Texto de presentación de El Libro de Patmos en la Feria Nacional del Libro Zacatecas 2013. Véase en Materia de Testamento y en La Gualdra (Suplemento Cultural de La Jornada Zacatecas)



pro/e/vocación
Comentarios a El Libro de Patmos de Salvador Lira

Edgar A. G. Encina


a los Maestros Ocultos




que cuando caiga el mundo sin palabra
caiga el mundo sin palabra[1]
Su entrada al Templo auguró, sin saberlo entonces, remolinos en un mar falto de sal y sin oleaje. Tres pasos. Tres pruebas. Tres entreactos. Sus viejos maestros le hicieron rivalizar con un Aleister Crowley[2] pueblerino vestido por desgastados negros en largas gabardinas que ocultaban un desequilibrado aliento. Sus jóvenes maestros le dieron tres liturgias y lo distrajeron en vanos combates, engañosas pruebas, secretos apenas encontrados que quizá eran nada. Su generación aprendió junto con él y una noche, a pregunta declarada que arrebató la palabra vigilante, notaron que se había alzado a «Tocar el Sol»[3] como Ícaro. Siguen en la espera de verle caer, deliciosamente. Sus aprendices le patentizaron al llamarle «amadísimo» y todo gran maestre que escribe en rojo fenixio deja marca de hierro con sus palabras para cimentar y/o levantar el dedo índice de la mano derecha. A las 3½ abrieron seres sin magia las puertas del pórtico que lleva una zeta y, ¡horror, horror, horror!, asqueado por la desteatralidad y la encomiada tosquedad se escurrió por la ventana. Invadido. Desilusionado. Irritado. Cayó en epifanía, como la del catorce de marzo de 1939 en Praga en que Jaromir Hladik «Habló con Dios en la oscuridad. [y le dijo] Si de algún modo existo, si no soy una de tus repeticiones y erratas, existo como autor…».[4]
Viajó. Tomó el sol. Hizo las aguas. Quemó el viento. Desembarcó donde pronuncian la ese como eshe. Caminó con un grupo que le abandonaba por las noches bajo el Árbol[5] y de día le seguían en la búsqueda de las marcas terrenales que le llevarían al Templo. Cuando la barba le hubo crecido hasta ocultar el cuello y sus ropas tiñeron en inmundicia, notó que su escuálido cuerpo se debía por los agobios, sediento. Ahí le perdimos. Sólo Dios –porque sí, e/él cree/a- y su conciencia saben qué aconteció cuando se enfrentó al despeñadero, allá donde la pitonisa presagió su comunión en griego, la zozobra del último sello y la revelación secreta del Libro que nunca debe cerrarse.[6]
Volvió, tan flaco, deslucido y alargado como siempre. No hubo diferencia. Era diferente. En su retorno -con aquellos pantalones de descomunales bolsillos- habló como siempre y desapareció fiel al hábito. Contó desvencijadas historias atadas por frágiles hilos. Habló de documentos dejando flotar en el aire el plácido aliento del tiempo. Ató conjeturas que aparecían en el Ara como un nuevo –y viejo, a la vez- modo de llevar el mandil. Envuelto en esta breve biografía, escribió algo, ganó poco, perdió siempre y en Casa de sueños preguntó al bibliotecario sobre un Templo que guarda el Libro en que Dios se oculta como una de las letras de sus páginas.[7]



Juro que cada parte del silencio
es distinta[8]
Es probable que el primer libro impreso en Zacatecas con fines comerciales haya aparecido en 1824. Se trata de una exquisita edición puesta a la venta en alguna tienda y pensada para la lectura individual llamada Método curativo.[9] Sus valores formales apuntan una cubierta que abriga, además del título, un extenso subtítulo, un mal gastado grabadillo en madera, el lugar de impresión, taller responsable, año de impresión, a su vez que exhibe autoría y propiedad y derechos sobre el objeto.[10] Digo exquisita edición porque apenas llegó a las diez páginas y sus medidas daban en rectángulo lo que la mano recorre de los dedos índice al pulgar. Fue ideado para portarse cómodamente, sin evidenciar su presencia.
         Traigo esto a colación porque El Libro de Patmos de Salvador Lira, [Zacatecas, 1987]editado por Texere con aproximados 184 años de lejanía respecto de Método curativo, se inscribe, por principio de cuentas, en la tradición libresca de nuestra cultura excéntrica,[11]brindando familiaridades que van del formato de ambos libros hasta notables sutilezas como la imagen al centro donde ambos muestran una figurilla que se ve y no se aprecia, que leemos y descubrimos, que no distinguimos pero intuimos. Si bien esto es un fruto compartido, el autor quedó a salvo con un menudo libro, ideado para el lector solitario, de conveniente portabilidad, que pueda viajar, como los secretos y las palabras sagradas, de mano en mano.
         El libro de Patmos de siete sellos que son ocho trazan con un lenguaje críptico una geometría sagrada. «Que la gran luz, viajero, irradie tu conquista | y sea la nación del arte tu destino».[12] Por momentos, la poesía de Lira es la del alquimista que concibe emblemas donde los mitos que le persiguen, la palabra, la música, los libros y algunas ensoñaciones le funcionan como un compás que circula-circunda figuras geométricas. Fiel a sus pesadillas Renacentistas, «Traza un círculo a partir de un hombre y una mujer, luego un cuadrado, después un triángulo, traza finalmente un círculo y tendrás la Piedra filosofal.[13]
Todo, para recordarse en revelación íntima que su principio será su final. Y, allá, cuando viajó, tomó, hizo y quemó se encontró. Volvió. No era el mismo. Hombre-lobo u hombre-coyote u hombre-perro, Salvador «[…] en la caverna el aúllo | que aúllo | a un yo que aúlla a un yo de aúllo | un aúllo en un yo con un aúllo aullido | aunque yo aúlle con un yo que aúlla | y aún yo aúllo |aúllo | | “au-yo”».[14]




[1]      Salvador Alejandro Lira Saucedo, «[Voz lunar]» en El Libro de Patmos, Zacatecas, Texere editores, 2013, p. 18.
[2]     Aleister Crowley (Inglaterra, 1875-1947) es conocido como uno de los más influyentes ocultistas, místicos y magos de finales del siglo XIX y principios del XX. Se le atribuye la fundación de varias organizaciones esotéricas, además de formar parte de otras. Sus pseudónimos más citados son Frater Perdurabo» y «The Great Beast 666».
Cfr. John Addington Symonds, La gran bestia: vida de Aleister Crowley el gran mago, Madrid, Siruela, 2008.
[3]     El Libro de…, en «[Contruscción de la caída]», p. 42.
[4]     Jorge Luis Borges, «El milagro secreto» de Artificios (1944) en Obras completas de… 1923-1972, Buenos Aires, Emecé Editores, 1974, P. 511.
[5]     Op. Cit., El Libro de…, p. 31.
[6]     CfrOp. Cit., El Libro de…, en «[Liturgia de la palabra]».
[7]     CfrOpCitObras completas de…, 508 a 513.
[8]     Op. Cit., El Libro de…, p. 51.
[9]     CfrMétodo Curativo Para la presente Epidemia…, [grabado de figurilla] Impreso en Zacatecas, Oficina a cargo del Ciudadano Marcos de Esparza, año de 1824. Con las siguientes advertencias: No se puede reimprimir sin permiso de la Junta Superior de Sanidad, y Se halla de venta este Quaderno en la Tienda del Ciudadano Mariano del Castillo.
[10]    Cfr. Marco Antonio Flores Zavala, «Un libro» [ensayo innédito], Zacatecas, 2011, 4pag.
[11]     Cfr. Edgar Adolfo García Encina, «Convenciones, orilla y centro: el círculo de Pascal» en La cultura del centro y la cultura excéntrica, México, UAZ-SPAUAZ, 2008, pp. 7 a 11.
[12]     Op. Cit., El Libro de…, p. 22.
[13]     Federico González, «Lema 21» del «Atalanta fugiens de Michael Maier» en Las utopías renacentistas: esoterismo y símbolo, Buenos Aires, Editorial Kier, 2004, p.243.
[14]    Op. Cit., El Libro de…, en «[Descenso a la caverna]», pp. 13 a 14.