2.18.2009

KRIPTEIA, PIEL DE ESCRITURA


A propósito de La cultura del centro y la cultura excéntrica, visiones sobre Literatura Regional

¿Pensaste alguna vez en tu enemigo
en el que no conoces
pero odia cuando escribe tu mano?

¿Pensaste en ese joven de provincias
que daría la vida por tu muerte?
[…]
Escribe lo que quieras.
Dí lo que se te antoje:
de todas formas vas a ser condenado.
José Emilio Pacheco, “Legítima Defensa”.

I.- El santo mito
Dicen que si te aproximas, muy de cerca, a ver los ojos del rostro de Juárez, frente a la Escuela Normal Manuel Ávila Camacho, podrás encontrar la fotografía exacta del momento en que Maximiliano de Habsburgo fue fusilado por el ejército liberal en 1867. Cosa seria, pues el silencio y la parcela de voces reitera una manifestación liberal, la de un mito olvidado y/o con parlamentos sin vigencia en la actualidad.
La Literatura en Zacatecas, así como las investigaciones, la crítica, el arte, la música, están en un continuo viaje de la identidad propia y sus diversos diálogos internos y externos. La postura recae en el eterno río que miramos y sabemos que cambia, aunque nuestras patologías quieran demostrar lo contrario. Asumimos un papel contradictorio y, en ocasiones, absurdo.
En algunas becas y premios nacionales nos consideran centro; otras centro-norte; los del norte nos consideran el sur de sus linderos; los del bajío nos llaman centro-occidente y/o centro-oriente; y para los que habitan la península de Yucatán somos, en definitiva, norte.
La indefinición es concisa, que cada uno de nosotros se retroalimenta y se cuestiona, como el mito de kripteia, anidando y desatando la búsqueda del yo en forma de un lobo negro, en el bosque y sobre la noche. Empresa nada sencilla, pues las manifestaciones literarias en la entidad son tan diversas y distintas como los granos de arena situados en el letargo de una playa, sin olas, sin luna.
¿Dónde quedó entonces la piel de ese lobo, cuaderno de escritura, que el iniciado degolló en sus palabras para unificar su presente estado inmaterial de la cosa y lo divino?

II.- La piel
Supongamos, en nuestra búsqueda incansable en el tiempo, que encontramos los restos de la piel, la dermis del lobo, negra, cortada por la mitad. Con nuestros ojos minuciosos, incrédulos, subjetivos, miramos detenidamente las marcas y cada una de las extremidades que sirvieron en la huída de la palabra en el bosque.
a) En la sangre aún fresca acuñamos y nombramos con la poesía. Dentro de sus viajes azarosos en la tradición literaria, encontramos a poetas que han hecho visión espiritual en los terruños sensoriales de su lugar de origen, los encuentros con el yo y la otredad, a partir de sus vicisitudes
b) Las marcas y cicatrices de la piel recuerdan, una y mil veces, que los talleres literarios deben iniciarse, en estricto sentido, con la visión de realizar la escritura con los extremos del lápiz; se escribe y se borra.
c) El trabajo editorial en el estado practica el acto de mirar los ojos de la pantera y del Juárez mencionado. Existe la espera, la expectativa. La lectura del texto nos da las posibilidades de encontrar: la cantera fría y sin sentido; las manchas y el moho por la falta de limpieza; el asesinato del príncipe; o la figura del librepensador, que abre la boca y te come.
d) El mito repercute en la mayoría de las conciencias sin denotarlo. La Literatura carga con el peso de una cultura a sus espaldas. No hay remedio, ni tampoco existe la patología. Son las posibilidades del juego, la represtación de la piel, que logra acercar los mares a la bahía y los desiertos al mezquite.
El mito y la escritura tienen esa unidad, de posibilitar al lector con lo imposible, de su carácter y su estilo, así como las presunciones perennes de su signo. La escritura se asume como salvadora y reconciliadora del Sujeto de la década y el Predicado propio de su momento.

III.- El centro del mundo
Mucho me he preguntado, últimamente, sobre la conformidad de crear el Libro. Existen libros para ser leídos y existen libros para el currículum. Los existe de toda clase, como heladería en el malecón de una playa famosa. Hay de diversos gustos, tamaños, sabores e incluso producciones especiales, fabricados con el objetivo de deleitar al paladar más riguroso y exigente.
Libros Que Puedes Prescindir de Leer, de lo Libros Hechos Para Otros Usos Que La Lectura, de los Libros Ya Leídos Sin Necesidad Siquiera De Abrirlos Pues Pertenecen A La Categoría De Lo Ya Leído Antes Aun De Haber Sido Escrito […] de los Libros Ídem De Ídem Cuando los Reediten en Bolsillo, […] los Libros Que Te Inspiran Una Curiosidad Repentina, Frenética Y No Claramente Justificable.1 (sic.)

Como lectores, nos proponemos una tarea, que en suposición, es simple, sin embargo, compleja; pues entablamos una serie de correspondencias e intereses con el libro. Peor aún, nos adentramos a una escritura de época y circunstancias, donde el qué hacer literario responde a una serie de imágenes de generación, a los actos mismos del Pensamiento y el Tiempo, al ritual que habla entre las letras.
El escritor toma su pluma e inventa las asociaciones de letras para mostrarlas con imágenes y crear, de la mano de todo tipo de experiencias, el mito de las cosas que trastoca con el lenguaje. Orquesta una serie de leyes internas, que se intensifican para mostrarnos una sociedad solvente en sí misma, del cual, el lector se propone a discernir.
Y el lector, producto de sus propios rituales, acepta o rechaza la propuesta del autor del libro. Una especie de Liturgia que se halla inmiscuido en un discurso hablado a nuestra sociedad y a nuestro tiempo, que busca meterse a martillazos, derivando un lugar en las posibilidades del texto.
Por eso hay libros que hablan y son emblema de toda una generación; otros que pasan desapercibidos al momento de su publicación, pero que son rescatados y elogiados en generaciones ulteriores; y algunos más que no dicen cosa alguna.
Con esto, el escritor conforma un rito, un conjunto de actos ceremoniosos, inmersos en la discrepancia del lenguaje. A su luz, plantea, a una infinidad de lectores (tal vez no tantos), posibilidades de acciones que se consolidan en la aceptación o rechazo del texto. El ritual es la actividad y el proyecto, su concreción, la Liturgia, la escritura.
El círculo de Pascal, del que habla Edgar García, refiera la manera de sentir el centro. Todos somos centro, pero es la madurez y la muerte de la pantera la que te permite distinguir si eres el diente u otra cosa, en el reptil que muerde su propia cola.
Con lo anterior, no se afirma la superioridad de una Literatura a otra, sino que proporciona una manera de dar una dimensión acertada –sin poder encontrar otro término- al ritual de la obra. La figura sobre una Literatura Regional no se basa en la manera que vemos y nos vemos a nos-otros y al vos-otros. El sentimiento es, sin duda, un complejo a partir de la otredad y las atenciones que queremos de nuestra propia escritura y sus posibilidades, si las hay.

Aparece el micrófono. Los numerosos círculos se reducen a un círculo, las diversas conversaciones se reducen a una. ¿Es una ventaja? Es un mito: de la transparencia, de la Torre de Babel superada en un yo totalitario. Nos quejamos de la confusión de lenguas, de la variedad de conversaciones, porque soñamos con la atención universal, inabarcable para nuestra finitud. Pero la cultura es una conversación cuyo centro no está en ninguna parte. La verdadera cultura universal no es la utópica Aldea Global, en torno a un micrófono; es la babélica multitud de aldeas, todas centros del mundo2.

Por lo tanto, el modelo ptolomeico, la cultura del centro, y el modelo del big bang como expansión hacia el infinito, la cultura excéntrica, no existen. La única característica tangible es su carácter conversacional; su postura depende de las palabras que elijan el autor y el lector en su tómbola de posibilidades.
Cada piel es única, distinta, pero con las mismas cuatro patas, dos orejas y el rabo. Si se corta, se parte a la mitad, se mutila o incluso se quema, depende del escritor que decide olvidar los eternos borradores para la publicación del Libro de las pieles de escritura.
El presente viaje de kripteia –La cultura del centro y la cultura excéntrica– decide osarse a los valles azarosos, conforma al diálogo y al texto, caminan hacia la cultura de un proyecto que se presenta, se hace nuestro, se le da o no la atención. Deja ser piel y se convierte en cuaderno de escritura, del tiempo, y de nos-otros. La única premisa es buscar la piel con la multitud de posibilidades a retomar, expander y tributar la conversación con lo inefable. La eterna cola que mordemos y la mandíbula que nos persigue.


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1BENÍTEZ, Esther, trad., Italo Calvino, Si una noche de invierno un viajero, Edit. Siruela, España 2003, pp. 25.
2ZAID, Gabriel, Los demasiados libros, Edit. Anagrama, España, 1996, pp. 25.