12.30.2008

Dentro de una bulliciosa multitud y en la perpleja sobriedad de lo ajeno, me miró. Quiso callar la distancia que le guardaba mi ser, un enorme extraño, sólo que sus ojos delataban la entera flama de un lenguaje adoptado, no nacido en los recorridos diarios. ¿Qué es tu nombre? Preguntó. Quedé atónito ante el exorbitado dilema. Quería decirle que era polvo y nada, que era la distancia más pequeña entre el vidrio y el aire, que era el agua flotando sobre arena en otro hemisferio. Lo único que se me ocurrió en ese momento fue decirle el balbuceo primario que mis padres dejaron caer algún tiempo; Salvador, ¿de qué?, de nada…
Recordé aquellos mundos donde trataba de encontrar el zafiro de la Princesa Delta; la excursión a las cuevas de los siete guerreros de los elementales; aquellos entrenamientos en el bosque de bambú; y mi mejor logro, cuando derroté al Briareo en el volcán de los nueve cristales de linde.
Agaché mi cabeza y le di una palmada en su hombro, en pleno arrepentido. No es que no haya salvado algo, sino que he dejado de intentarlo o al menos de imaginar en la máxima defensa del mito interno, el anhelo.

12.24.2008


A decir verdad, no me molesta que aparezcan de la noche a la mañana en cualquier pared de la ciudad, salvo en aquellos muros de algún monumento. El graffiti, si bien en toda su extensión no se le puede considerar arte, sí es una manifestación voluntaria y creativa que trata algún mensaje; desde el chinga tu madre, hasta el te amo Paula. Conozco a algunos graffiteros que incluso hablan de un estilo propio y una tendencia; de la manera en que se inclinan las letras, la forma, los colores y el tipo de pared que pintan (yo creía que eso no era importante). Lo cierto es que algunos manifiestan una elaboración detallada y exhaustiva, mientras que otros representan la adrenalina de pintar en contra de la ley, sea la del estado o la del barrio que es más feroz y coercitiva.
Hoy, en los recorridos matutinos alrededor de mi colonia, quedé anonadado por un graffiti que encontré a la entrada de un conocido bar de la ciudad. Lea Poesía, dice sin rodeos ni exagerados adornos a la grafía, sólo así: Lea Poesía. Considero, a mi gusto, uno de los mejores mensajes que han aparecido instantáneamente en la ciudad. Te habla de usted y no quiere impresionar con su retórica; es inherente y sugestivo; lineal y avasallador. ¿A quién le podría interesar un graffiti que, en su retorcido mensaje, te impere a leer poesía? Para mí, a la entrada de un bar, sólo puede recordarme que “¡Para no ser esclavos martirizados por el tiempo, embriáguense incansablemente! De vino, de poesía, de virtud, de lo que sea!” (Charles Baudelaire, “Embriáguense”).

EL DECADENTISMO MEXICANO Y EL ORDEN DE LOS TRABAJOS (Parte III de IV)


III.- El orden de los trabajos y los días.
Los autores de la Revista Moderna trabajarían bajo un esquema ritual asegurado, como una manecilla de reloj que marca la pauta y esgrime el silencio manchado e inocente, por la boca culpable y amenazadora. Cada uno sabía el papel intemperante de los tiempos y pausas, acomodando en sí la prosificación de cada estatus conmovido. La poesía giraría principalmente en las reuniones de la primera etapa, antes de las víctimas. El templo: el bar y/o café literario como lugar recogido del ámbar saturado a los acopios filosóficos y la hermandad imperante, aún y cuando las discusiones fueran subversivas.

El café es un lugar para la cita y la conspiración, para el debate intelectual y para el cotilleo, para el flaneur y para el poeta o el metafísico con su cuaderno. Está abierto a todos; sin embargo, es también un club, una masonería de reconocimiento político o artístico-literario y de presencia programática.14

La geografía del lugar era simple: la mesa conjugaba el centro de los debates. El licor mantenía las formas de cañones y brindis, afianzando la fraternidad intemperante y el cuento, mientras que las esferas típicas de México servían una masticación simple y apremiante, soluble y de emancipación burbujeante.

La importancia de la reunión ha sido de relevancia para cada época y ha tenido repercusiones de cualquier índole. Para el Decadentismo representó una total trasgresión o, dicho de otra forma, un orden moral alejando de las costumbres sociales, alejado de la supuesta “bondad occidental”. “Los más asiduos colaboradores de la Revista Moderna se reunían habitualmente los domingos en casa de Valenzuela, caso inválido durante los últimos años de su vida”.15
Jesús E. Valenzuela resultó ser el Hierofante y Mecenas del grupo. Su condición de político lo resolvió de cualquier necesidad económica para él y para los decadentistas. Fue propietario de la Revista Moderna hasta su muerte. Dentro del ritual mermado diariamente, él era quien dirigía los trabajos, reuniéndose a discutir y dialogar –comúnmente- por las tardes en el bar Wondracek y por los domingos en su casa.
El ritual era sencillo, pero a la vez complejo. Primero se llegaba la hora de los trabajos. Cabe destacar que la mayoría de los bares mexicanos abrían a las 6:00 horas y cerraban a las 23:00 horas. Eso emancipó a las reuniones por la tarde, que precedidas por la comida en una mesa con oídos profanos, abordarían al bar entre los iniciados y se daría el uso de la voz.
La comida era por tanto la hora ritual en que los modernistas tornaban a la tradicional comida de familia en la que se prescinde de abordar temas en las conversaciones que no sean del agrado de las damas por tratar asuntos literarios, […].

Después de levantarse la sobremesa los escritores se dirigían al pedregal,que estaba muy próximo, al caer la tarde, para beber cerveza helada […].
Entonces se abordaban todas las cuestiones literarias o políticas o sociológicas;
exponíanse teorías que para aquel momento histórico eran atrevidas, […]. Las excursiones al pedregal eran […] un paréntesis de solaz en que los escritores estaban a sus anchas y podían abordar todos los temas de conversación libremente.16

El uso de la voz era moderada, procurando la satisfacción de los presentes y manejando una coloración intensa. La construcción quedaría marcada por el hecho presente de la Literatura y sus antecedentes. Las posturas eran cuestionadas, pero no se caía en el alboroto y, mucho menos, en la terquedad y desunión del club.
En el proceso, admitirían mujeres para la procuración ética entendida como proposición del arte. El usufructo llegó a tener cierta fisonomía de los integrantes en las reuniones.

Cuando las cazuelas habían sido recalentadas, la cerveza puesta en el hielo estaba enfriada y el pulque curado de piña comenzaba a fermentar, todos estos preparativos hechos a un tiempo, el maestro de ceremonias, que generalmente era el pianista Moctezuma, alma de la reunión, […] todo el mundo sentábase a la mesa que era como un alero de pichones en que los machos cortejaban a un constante currucucú a las hembras de amor […].17

Poco después Julio Ruelas llamaría a estas reuniones como “Faunalias”. Su repercusión sería el extremo providencial con el goce hedonista de la mujer, su idealización como concepto estético y la trasgresión moral.
Efrén Rebolledo escribiría la interiorización del Fauno, rescatando las figuras que atormentaban a los comensales de la epifanía de fin de siglo. Cada uno acallaba el claro del final –no sabían qué, pero aún así lo esperaban- proponiendo una ventana de lujos y excesos, bifurcaciones concebidas en la unión del templo.

Kipris brindaba su ambrosía,
Baco sus uvas y sus lauros,
y en el desorden de la orgía
el baile lúbrico seguía
como un galope de centauros.18

Para la época y sus escritores fue un lugar común. El sistema los llevaba a ello. Las reuniones Decadentistas necesitaban del soporte mítico y las Faunalias otorgaban ese derecho y motivo para la reunión y la actividad. Claramente se mantenía alejado del pragmatismo político que crecía.
Los sustitutos de la fe se apoyaban aún más en la fabricación de los ideales. No se acuñaba una tradición cristiana, sino pagana. El reconocimiento por lo exótico y por el atrevimiento divino marcaría el sendero de las publicaciones. Se tenía, por el valor de la palabra poética, el encuentro con lo divino y la desmitificación de lo sagrado. No era un ataque directo a la religión, sino una sustitución por el fraude acumulado.

Y tú me condujiste a tu biblioteca como a un bautisterio, fuente de fecundas aguas lustrales. Ahí el neófito cambió su intransigente fetichismo por una religión más amplia, más verdadera, más humana. Dejé ahí mis prejuicios artísticos como un crótalo que se desprende de su pellejo, y mi espíritu ascendió como una mariposa que acaba de abandonar su crisálida…19


–¿Adónde vas, Señor? Y:
–A París, me respondió.
–¿A París?... ¿a París? ¡No,
Señor, no vayas ahí!
Más Cristo desapareció.

Encontrándole después:
–¿Qué hallaste? –dije. Y él –¡Les
perdonó! Llegando a penas,
hallé muchas Magdalenas
y ungieron todas mis pies.20

Casi al final de la etapa Decadentista, los trabajos serían institucionalizados con el intento de renacer el grupo del Liceo Mexicano, hecho 30 años antes por Ignacio Manuel Altamirano. Dicha construcción se realizaría en su honor, estableciendo un orden estrictamente formal y de seguimiento artificioso. Prueba de ello es la caracterización de un nombre institucional, denominado: “Las sesiones del Liceo Altamirano”. Los trabajos serían y se sostendrían en la figura y generación de Ignacio Manuel Altamirano, pero las discusiones tomarían el mismo curso de los temas en el bar, nada de política, solo literatura y arte.

Las sesiones del Liceo Altamirano, de sobremesa después de cenar juntosuna vez al mes, eran una fiesta. Estaba convenido que no hubiera más que una lectura larga, cuando más de media hora, y en cambio, todos los comensales tenían derecho a leer lo que quisieran, sin anuncio previo y sin solicitar la venia de nadie; y esta democrática costumbre implantada dio buen resultado, pues una lectura aplaudida decidía a otro comensal a leer también un poema o una prosa literaria y las sobremesas duraban hasta que no había más lecturas.21

Las reuniones durarían lo que duró la estabilidad social. Los trabajos y sus resultados darían un cambio circunstancial a los hechos internos y a los hechos de un país que traspasaba ya diez años al siglo XX. Los integrantes se sabían pertenecientes a algo y, más allá, se sabían en la espera de cierto acontecimiento; sólo que nadie hablaba del tema, el manejo fue el cataclismo, la caída del paradigma tropezado en la espesura ceguera de la trinchera.


___________________________

14María Condor, trad. George Steiner, La idea de Europa, México, Ediciones FCE y Siruela, 2006, p. 34.
15Íbid, p. 486.
16Rubén M. Campos, El bar. La vida literaria de 1900, UNAM, México, 1996, p. 74.
17Íbid, p. 97.
18Efrén Rebolledo, “Faunalia”, Rubén M. Campos, El bar. La vida literaria de 1900, UNAM, México, 1996, p. 291.
19Jesús E. Valenzuela, Rubén M. Campos, El bar. La vida literaria de 1900, UNAM, México, 1996, p. 248.
20Amado Nervo, “Visión”, Rubén M. Campos, El bar. La vida literaria de 1900, UNAM, México, 1996, p. 268.
21Íbid, p. 183.

11.28.2008

...

Ha pasado noviembre como una bala que atraviesa el campo de batalla: llena de furia, energía e ímpetu, aunque también de exilio, aislamiento. La ausencia es una extraña compañía. No te deja caminar los pasos ubicados frene a tus ojos, te ancla con una doble cadena a la cintura. Quisiera retener un instante y valorar con ojos críticos –totalmente objetivos– el recorrer de miles y millones de segundos, pero me he regalado a la mentira, a la auto-mentira o a la autocompasión. No sé si sea un juego de lenguaje o lo que busque es realmente absurdo, sin embargo, sigo creyendo que la luna algún día caerá sobre nosotros; que el espacio es aquí y nos come; que las luciérnagas son las cenizas de los rayos; que el cielo es tan lejano, que se distribuye en nueve andenes. Quizá sea el resultado de mirar siempre hacia arriba, esperando un final a la comedia, mi comedia. Mi rodilla izquierda sangra, ahora cojeo, suplico un retorno a casa.

EL DECADENTISMO Y EL ORDEN DE LOS TRABAJOS (PARTE II DE IV)


II.- La historia y su generación.
Anteriormente nos referíamos al principal detonante de la generación Decadentista de México. José Juan Tablada publicaría su poema “La Misa Negra” en el periódico El País, cuando fungía como director cultural de dicha publicación.

El poema desbordaría una serie de embates y cuestionamientos al proceder del tema. Las palabras llegaron a pesar tanto que el poeta y sus versos serían censurados por el gobierno y la sociedad. El término con que se le denominaría al texto de Tablada: “Decadente”8.

Alberto Leduc, Jesús Ureta, Salado Álvarez, Amado Nervo, Jesús E. Valenzuela y Balbino Dávalos seguirían una estancia de discusiones en diversas revistas y periódicos, promulgando a favor y en contra. El debate fue abierto y ameno, fraguando posturas a calor de trincheras. La mayoría de los postulados fueron de orden estético en la idea, pero ético en el estereotipo del autor.
Con la censura, la generación tomó unidad, no sólo en la bohemia semanal, sinoen la búsqueda del ideal artístico, palpitando la hegemonía de las discusiones y charlas literarias. El taller se creaba con un mismo anhelo, pero con mareas en contra.

El 29 de enero, Alberto Leduc, no sólo con una actitud, sino con una poética decadente, entregó a El País un artículo al que define al decadentismo más que como una forma literaria, como un estado del espíritu.9

Tablada sugeriría, en una de las tantas reuniones, la conformación de una revista para publicar los destellos de su grupo. En esta primera etapa no se concretaría la publicación, pero sí se formaría una visión y propuesta a la sociedad. Sería Manuel Gutiérrez Nájera y Carlos Díaz Dufoo quienes sacarían a la luz, en junio de 1894, la Revista Azul.
Dicha revista sería la encargada de guardar los postulados previos y el antecedente modernista, además de convertirse en el mejor medio difusivo del movimiento.

La Revista Azul sólo duraría dos años, pues su final se concretó con la muerte de Manuel Gutiérrez Nájera. Su tendencia fue neutra y arropó escritos en torno a las ideas y posturas distintas.
En suma, la Revista Azul fue un órgano literario pensado por dos enamorados de lo bello (sus propietarios) para galantear la frase y repujar el estilo, “para convertir el metal sonoro de la lengua, en tréboles vibrantes y en sutiles hojuelas lanceoladas”; fue concebida como “un mirador espléndido desde el que se viera ‘bajo el pabellón claro del cielo veneciano el reluciente azul de los mares Adriáticos’”; fue el hogar del arte de la palabra al que se impidió entrar a los envidiosos, a los mal educados, a quienes “al pisar las alfombras las enlodan”.10


La etapa de transición duraría poco. Las proposición de Tablada, seis años antes, daría fruto con la publicación, a manera espontánea en su forma tangible11, con la publicación de la Revista Moderna en 1898.
Esto representó un escaparate para las tendencias y ofrecimientos artísticos de la generación. Se buscaba estimular el amplio pensamiento artístico y mostrar al México de la aparente paz porfiriana, la moral bohemia y sus elementos.

No eran los modernistas solamente los que integraban el grupo de la Revista Moderna. La mayoría de sus componentes tenían en Justo Sierra un maestro y un guía. Sierra había prestado su colaboración y su estímulo a la Revista Azul, de Gutiérrez Nájera, donde publicó sus admirables traducciones de algunos sonetos de Heredia, y había sido, desde aquel entonces, un orientador del movimiento de renovación literaria en México.12


Los elementos que se mostraron en el trabajo editorial fueron el desencanto por la vida social burguesa, las trasgresiones parnasianas traídas de las ideas de Francia y la ola de manifestaciones japonesas que se ponían de moda.
La primera etapa de la Revista Moderna (1898-1903) marcaría la situación estelar de la generación decadentista. Para la segunda etapa (1903- 1911) sería, en forma irónica, la decadencia de la generación, terminando en el punto de espera ya reventado: La Revolución Mexicana.
Los autores mexicanos más representativos, de la primera etapa, se muestran en la siguiente tabla, por orden cronológico y los géneros en que participaron13:

Autores nacidos antes de 1868.
Ignacio Ramírez 1818-1879 Artículo-Ensayo.
Gabino Barreda 1820 Artículo-Ensayo.
Joaquín Arcadio Pagaza 1839 Poesía.
Ignacio Manuel Altamirano 1834-1893 Poesía.
Francisco Sosa 1848 Artículo-Ensayo.
Justo Sierra 1848 Artículo-Ensayo, Discurso y Poesía.
José López Portillo y Rojas 1850 Artículo-Ensayo y Poesía.
Juan de Dios Peza 1852 Poesía.
Rafael Delgado 1853 Artículo-Ensayo, Poesía, Cuento-Novela y Teatro.
Salvador Díaz Mirón 1853 Poesía y Miscelánea.
Porfirio Parra 1854 Artículo-Ensayo y Discurso.
Jesús E. Valenzuela 1856 Artículo-Ensayo, Cuento-Novela y Poesía.
Manuel José Othón 1858 Poesía.
Manuel Gutiérrez Nájera 1859-1897 Artículo-Ensayo y Poesía.
Manuel Puga y Acal 1860 Artículo-Ensayo, Cuento-Novela y Poesía.
Joaquín Baranda 1862 Artículo-Ensayo.
Francisco A. de Icaza 1863 Poesía.
Balbino Dávalos 1866 Poesía.
Enrique Fernández Granados 1866 Poesía.
Alberto Leduc 1867 Artículo-Ensayo, Cuento-Novela, Miscelánea, Poesía y Teatro.
Victoriano Salado Álvarez 1867 Artículo-Ensayo.
José María Facha Poesía.
Manuel M. Bermejo Poesía.

Autores nacidos después de 1868.
Luis G. Urbina 1868 Artículo-Ensayo, Poesía y Recensión.
Agustín Aragón 1870 Artículo-Ensayo.
Amado Nervo 1870 Artículo-Ensayo, Crónica, Discurso, Poesía y Recensión.
José Juan Tablada 1871 Artículo-Ensayo, Cuento-Novela, Poesía y Recensión.
Santiago Argüello 1872 Poesía.
Ciro B. Ceballos 1873 Artículo-Ensayo y Cuento-Novela.
Francisco M. de Olaguíbel 1874 Artículo-Ensayo y Poesía.
Roberto Agüelles Bringas 1875 Poesía.
Bernardo Couto Castillo 1879 Artículo-Ensayo y Cuento-Novela.
Luis Castillo Ledón 1879 Artículo-Ensayo.
Rubén M. Cámpos 1880 Artículo-Ensayo, Cuento-Novela, Poesía y Teatro.
Ricardo Gómez Robelo 1884 Artículo-Ensayo.
José de J. Núñez y Domíguez 1887 Artículo-Ensayo.
Heriberto Frías 1970 Cuento-Novela y Poesía.
Enrique González Martínez 1971 Poesía.
Efrén Rebolledo 1977 Cuento-Novela y Poesía.
Manuel de la Parra 1978 Poesía.
Antenor Lezcano Poesía.
Liborio Crespo Poesía.
Manuel Sánchez Pesquera Poesía13.





_____________________________
8Ibid, p. 11
9Íbid. p. 19.
10Íbid. p. 23.
11Ya que, anterior a la publicación de la Revista Moderna, Bernardo Couto Castillo publicaría un periódico de Teatro que sólo llegaría a un número, por haberse gastado, en las cantinas, el dinero para las demás publicaciones. Jesús E. Valenzuela, propietario y mecenas del grupo, pagaría los gastos y participaría como pieza fundamental para la publicación de la Revista Moderna.
12Íbid, p. 486.
13El criterio para el orden se basa en un periodo de treinta años antes del nacimiento de la Revista Moderna. De algunos autores se desconoce la fecha de nacimiento, pero son incluidos ya que fueron mencionados como escritores de las generaciones correspondientes. Los índices son sacados de: Héctor Valdez, Índice de la Revista Moderna (1898-1903), UNAM, México, 1967.

10.20.2008

Bienvenido al club...


Se ha iniciado al club de los imposibles. En una instancia de plena creación y deleite literario, ha logrado ser incluido en una antología de cuentos de la editorial Alfaguara. Algunos de nosotros envidiamos su posición, más él no ha notado la trascendencia de sus palabras, tan sólo goza imaginar lo imposible, sus juegos, sus fantasías, sus realidades. Ya tuvo su primer dilema del club. Quiso mostrar a sus amigos el vuelo de una libélula y ya que no pudo hacerlo con palabras, se lanzó de una silla lastimándose su inocente nariz. Lo veo con ternura cuando duerme, imaginando que sueña mi sueño infantil que alguna vez perdí, cuando veía más lejos mis pies del suelo.

10.17.2008

VÉRTIGO A LA MUERTE


Análisis ambital de “La Puerta” de Salvador Elizondo

* * *
Aún acepto ese momento. Claro, en la maraña oscura del silencio. Caminaba como especia en los aromas, descifrando en tornillos que circulan los ojos. Y sí, lo conocía bien. Mantenía un estrecho y exacto método de averiguar las cosas. Sostenía en su mano un tenedor que observaba con detenimiento. Cada diente se aguijoneaba sobre el contorno de los dedos, mostrando una posible explicación a los avatares del prisma luminoso y sus líneas.
Ya cargaba con cigarros. No los olvidaba y, más atenuante aún, no ofrecía alguno, ni para abrir conversación. Era parte de su estilo personal. El elitismo y arrogancia admirable con la que su voz, algo extraña, merecía una parte de manifiestos en la selección de las palabras y el cuidado de los días.
Así era Elizondo. Parecido a una caja nebular de sentimientos. Buscando un producto artístico completo, lleno, no cercano a cualquiera de los sitios. No consideraba un efecto mártir el ejercicio de escritura, por el contrario, era una forma de ataviar el ritual.
Caminé lo más rápido que pude. No soy un tipo que llegue puntual a las reuniones, pero era Elizondo. Su formación alemana lo hacía metódico hasta en la chaqueta que llevaba consigo. De igual manera, su extrema exactitud en los detalles. Lo hacía consigo, que el tiempo trascurría en un instante concebido por la manija que cambiaba de lunar a los movimientos solares, en esa puerta roída, que bajaba unos cuantos escalones del edificio café a la cual acordamos.
Cargaba consigo El cementerio marino de Paul Valery. Creía en la manifestación pura de la poesía, tal como era la propuesta del poeta francés. Más tomentoso era la posición estructural de obra que él creaba. Conocía historias, cada una, sus puntos. Su condición de pintor frustrado, de director cinematográfico frustrado, de poeta frustrado, le hacían un particular modo de cortar el libro con los sesos.
Se trastornaba con el mausoleo de la palabra en los libros y la luciérnaga que se persigue en la cueva que contrapone la palabra. “La lucidez –decía– es el mayor grado de resentimiento que podemos manifestar contra el significado de las cosas, aunque no contra las cosas mismas”1.

* * *
No puedo evitar su repaso a las obras, crímenes, que hizo en sus años asequibles. Él los miraba como un efecto de tristeza, no como una necesidad de fama, de best-seller. No concedía una escritura de las masas, no se preocupaba por las situaciones de la generación que se estancó en la noche de Tlaltelolco.
Prefirió la soledad de la escritura, de su experimento creador y literario, que a la masa cuantitativa y cualitativa, las de las entrevistas, la de los reportajes, la de las fotos. Sólo Lavista, la vista sobre el humo que se enfada en las situaciones y las equidades del peso estructural.
Y lo veía, sentado en su sitio. Sosteniendo el pincel del aire asmático. Consideraba una tristeza la creación y así mantenía las figuras sobre el aire, a veces lentas y semidiosas, a veces rápidas y mortales.
“Tal vez por snobismo o por ignorancia se prefiere llamar neurastenia,
depresión, spleen, melancolía, tedio, fatiga, mala digestión, tiempo nublado, blues a la simple y sencilla tristeza. Pero la neurastenia se cura con vitamina B, la depresión con vino, la fatiga con reposo, el spleen con carcajadas, la mala digestión con bicarbonato, el tedio y el mal tiempo se evitan con la televisión o en el cine, la melancolía se cultiva por un enorme valor y prestigio literario. Sólo la tristeza es incurable; pasa, pero llevándose consigo el secreto de su causa y el recuerdo de su efecto, sin dejar huella alguna de cuánto volverá. No atiende a su presencia ninguna circunstancia orgánica o exterior y la tristeza puede darse en cualquier sistema nervioso, en cualquier tubo digestivo y en cualquier día del año. Aunque no es impeditoria del trabajo cotidiano si es que éste existe, prefiere la cercanía de los ociosos y de los solitarios.”2

Creí entonces haberlo comprendido. Ahora me doy cuenta que nunca lo hice. Si yo trataba el diálogo, las formaciones se asumían como muros, como reflejos, como balbuceos que se lanzan a caravanas de tanques militares y son aplastados. No dejaban, por ser palabra profética, siquiera, el placer de la metáfora. Mientras yo trataba de leer Farabeuf (1965), El hipogeo secreto (1968), Narda o el verano (l966), El retrato de Zoe y otras mentiras (1969) El grafógrafo(1972), Cuaderno de escritura (1969), él no se tomaba la molestia de sacarme y alejarme a palabras llenas que jamás entendería.
“Ésta última hipótesis –dice alguno de sus iniciados– me sigue pareciendo
confiable: renuncia a las masas, Elizondo ha devenido “autor del culto”, lo cual le ha otorgado otro tipo de persistencia, más secreta pero más fructífera. A propósito de ello, Jaime Moreno Villareal, me comentó alguna vez, en una conversación informal, que los pocos pero fieles admiradores de Elizondo conformaban una extraña hermanad, una secta con ordenanzas tan estrictas y misteriosas que en última instancia, ninguno de los iniciados llenaba a plenitud los requisitos para ingresar en ella… Ni siquiera el mismo Elizondo.”3

Precedía parte de un rito. Un segmento perseguido. Un rito iniciático que algunos pocos tratan de seducir a la muerte para las creaciones. Tienen en cuenta el crimen, el asesinato, la traición, una traición que inicia con la pluma imaginada de Elizondo, hasta la muerte imaginaria del lector. El cierre del libro, la inmovilidad de la perilla.

* * *
A decir verdad jamás escuché la voz que le hablaba detrás de la puerta. Mencionaba esa historia con insistencia, trastocado por su ya caracterizado estilo de contar las cosas. La fascinación por la mujer, objeto central del arte, y la muerte era parte de su obra, de su seguimiento.
Creo haberla leído en Narda o el verano, realmente no lo sé. Lo único que tengo fijo en la mente es “La puerta” que aparecía en esa repetición de auroras cuando el humo del cigarro se elevaba por las escaleras. Mencionaba aquella alberca con azulejo, aquellos pasillos verdes y viejos.
Las enfermeras grotescas y mal vestidas por la mañana en que llegaban a poner insulina a las internas. El silencio que albergaba cada sentimiento, el éxtasis que encerraba la profunda sinopsis inútil del instante, en que la locura atraviesa una etapa formadora de avalanchas, de abismos.
A decir verdad jamás escuché la voz que le hablaba. Una voz que concebía el final del instante. No había un pasado sólido, un presente callado, ni un futuro climático sin la apertura de la puerta. No pensaba así, era cuestión de tomar vértigo y seguir el instinto del poder, del actuar, del seguir los pasos firmes y tener la certeza de lograrlo. No obstante,
“Por su mente cruzaron fugazmente las palabras de aquella canción: “Acércate
más,… y más… y más… pero mucho más…” Su boca balbució casi imperceptiblemente esas palabras: “Come clo… ser to meee…” y el vidrio de la ventana se empañó con su aliento
cálido.”4
Y él se detenía más lentamente a expulsar el humo y recrear el momento apreciado. Quedaba callado ante la expectativa del silencio, turbio y mareado recobraba las angustias y se ponía a modo de soltar una bofetada al tiempo. Detestaba los tiempos vivientes, que trascurren; por el contrario, gustaba por un tiempo agónico, sublime, que pudiera manejar todo tipo de ideas, de sentimientos, de exprimir cada pensamiento en la jugosa gota de sudor que rueda en la mejilla, a instantes.
Realmente tenía miedo a ese vértigo, al de poder. Sí, de libertad y poder hacer las cosas, romper los tabúes, las claves, y encerrarse en el mito eterno de su figura pesada y presuntuosa. Para ello era la muerte, o mejor dicho, la forma de la muerte. Y fumaba, y decía:
“[…] La poesía misma se desentiende del amplísimo significado que tiene nuestra muerte para tratar de descubrir en la banalidad de la naturaleza y de los sentimientos el germen de una supervivencia inasequible. […]
“No obstante la malignidad con la que nos es impuesta la realidad, nos engañamos a veces; creemos que nuestro destino es más que vomitar, más que confrontar pormenorizadamente el asco que nuestra conciencia acaba por descubrir en todas las cosas; nos olvidamos momentáneamente de nuestro deber de morir y de matar lo que sobrevive cada hora de nosotros mismos; […]. Nuestra única realidad es el potro de tortura al que estamos anclados a pesar de las mareas falaces del sentimiento. Un atardecer, un rayo de sol es capaz de destruirnos con más malignidad que todas las tenazas del verdugo y sin embargo creemos descubrir en el crepúsculo, en la luz, el mentís a nuestra condición de gusanos coprófagos.”5

Y al decir eso, extendí mi mano y no toqué el viento. Era la adrenalina la que situaba el lugar. El recuerdo de la dama que entraba en aquel cuarto y se veía muerta por la última gota de sangre que se derramaba. Era parte del umbral del dolor, el corazón no para en la pizca rajo del final.
En realidad, significaba el deseo de salir, el vértigo a poder y a la libertad; pues la libertad significa la acción desmesurada y altiva. Singularidad propia, no detenida a reglas, sea de la vida, de la muerte, de la tortura. Sólo al momento único de la huída, pues a lo largo de las reflexiones lo avisa, no llegues o morirás, o pasarás a un estado suprarrenal, de algún modo. “¿Hubiera osado abrirla? No; parecía encerrar un misterio tenebroso, como si detrás de aquellas relucientes y pesadas hojas de cedro, con su cerradura de bronce pulido, estuviera oculto un cadáver, su cadáver talvez.”6
Se rompió esa barrera, contrajo el riesgo de ser torturada por la inquietud que encerraba la puerta. Lo logró. Encontró el vértigo a la muerte, a una muerte en la idea, pues la tortura al cuerpo mantiene la exégesis del erotismo que preside en todo el texto.
Y el espejo que existía, la inercia al infinito concebido en la puerta. Se abre, se cierra, se refleja y no tiene final, en el orden nuevo de la muerte y la vida y la vida y la muerte.
Si tardó tiempo en darse cuenta de su aspecto, fue por que la mujer estaba poseída por las marañas que representan cada esfera nuclear que conjuga el sentimiento del nihilismo ciego. Estaba aturdida y el poder de la libertad hizo que acelerara las pasiones de su cuerpo, de su muerte. Una sola puerta logró demostrar lo que Elizondo hablaba y yo no comprendía.

* * *
Puedo decir que charlamos la metraescritura. Bueno, charló la metraescritura, pues yo me dedicaba a entender el método. Con fascinación, esperaba el pensamiento de la apertura a un nuevo texto. Un texto que concibiera ideas del infinito instante. Pero sólo pasó unos momentos. No fue tanto tiempo, en realidad.
No recuerdo si quedamos estáticos. Fue la última vez que lo vi. Teniendo, quizá, la esperanza y necesidad de vivir esa muerte en el infinito. Encontrarse con un espejo que torturara la existencia inexistencia. Lo único que recuerdo es que él se levantaba y daba vuelta la perilla, mientras yo cerraba el libro.


_________________________
1ELIZONDO, Salvador, “Cuadernos de escritura (presentación de Paulina Lavista)”, Revista Letras Libres, Mayo 2008, Año X, Número 113, pág. 61
2ELIZONDO, Salvador, cita de cita, Lars Svendsen, “Aburrimiento y drogas”, Revista Literal, Invierno 2007, Volumen 11, pág. 17.
3LIZARDO, Gonzalo, “Elizondo, la muerte de un gnóstico”, Revista Letras Libres, Agosto 2006, Año VIII, Número 92, pág. 33.
4ELIZONDO, Salvador, “La puerta”, Narda o el Verano, Obras Tomo I, Edit. Colegio de México, México, D. F., 1994, pág. 205.
5Ibid, pág. 207.
6Ibid, pág. 60.

10.13.2008

EL DECADENTISMO MEXICANO Y EL ORDEN DE LOS TRABAJOS (Parte I de IV)


I.- Del Modernismo al Decadentismo
Es noche de sábado y las colinas tienen un aroma extasiado en las penumbras del duelo. Aquí no hay rezagos, sólo la espera, la oscuridad temblante de lo imbatible, la ausencia acumulada, la epifanía.
El conocimiento de la tenida1 negra confunde el ritual y lo completa, acomodando cada una de las partes en el lugar debido. Existe la comunión –qué misa o ceremonia de trascendencia no lo tiene-, pero no como un método de masticación o plaguicida de los misterios ocultos, en la exaltación de las almas.
El ritual consiste en la fabricación del templo de su cuerpo, su vientre, su pecho; las columnas y el ara de los juramentos. Así, somos espectadores de la celebración de la cátedra entendida como regreso a la silla, a la matriz, a la misma raíz nominal que concentra la palabra catedral y su idea.
Para algunos, en una circunstancia pura de blasfemia, el acto es realizado en un proceso de aberración y herejía en contra de las buenas costumbres. Una “Misa Negra” donde se celebra la única eucaristía del hombre, la mujer y sus almas, y no la conexión con lo divino. Dicho encuentro, plagado de figuras retóricas y escrito en la voz musical del lenguaje más significativa de todas las religiones:
[…] quiero en las gradas de tu lecho
doblar temblando la rodilla
y hacer el ara de tu pecho
y de tu alcoba la capilla… […]2

Con el poema la “Misa Negra” de José Juan Tablada, publicado en 1892 en el periódico El País, la discordia se abriría sobre lo Modernista y la corriente que se estaría suscitando como Decadentista.
Las consecuencias serían terribles, en el sentido que cada parte se descabezaría por mantener los supuestos de sus ideales hasta vencer el rubro de las subordinaciones de las que partían. No todos estaban preparados para ser parte de los grandes comensales, en cierta forma, bucólicos, mantenidos por una sepa de teorización, idealización y discordia de la misma discordia de la que hablamos.
El Modernismo se basaría como una expresión o proceso de maduración de un Romanticismo que poco a poco caducaba en los finales del siglo XIX. México pasaba por una serie de embates sociales, económicos, políticos y culturales. El choque generacional y circunstancial (entiéndase por los momentos políticos) abriría sin duda una serie de parlamentos artísticos, que se discutían sobre las primeras manifestaciones literarias del ahora país independiente.
No se niega que París se convirtió en el anhelo de cada escritor que vivió en esa época. Por el contrario, la capital francesa fue la capital de los ideales estéticos, dio múltiples cartas al mundo, para que cada cual jugara y mostrara, con el manifiesto de su arte, la estética de sus razonamientos.
Por eso, no se puede hablar de un Modernismo, sino de varios Modernismos, como diría José Emilio Pacheco3. Reconocemos los más prolíficos y que estuvieron (en algunas partes siguen estando) de moda. El Parnasiano sería el más reconocido. Sus autores “malditos” harían de su vida una verdadera obra de arte conectada con su obra literaria.
Pero, para México, el Modernismo se manifestaría de una forma distinta. Si bien, reconocemos fácilmente esa primera parte acuñada con autores como Manuel Gutiérrez Nájera, Ignacio Manuel Altamirano, entre otros, que utilizaban:
El culto preciosita de la forma [que] favorece el desarrollo de una voluntad de estilo que culmina en refinamiento artificioso y en inevitable amaneramiento. Se imponen los símbolos elegantes, como el cisne, el pavo real, el lis; […].4

Quiero morir cuando decline el día
en alta mar y con la cara al cielo,
donde parezca un sueño la agonía
y el alma un ave que remonta el vuelo.5

La segunda etapa estaría burilada por los vacíos y las esperanzas aunadas al extremo social; los derroches del bar y el burdel y el lanzamiento de la piedra que abriría el camino de ciertas libertades de temas y de formas en una sociedad altamente aburguesada y jerarquizada, chocante y de diversas realidades:
[…] a la vez que el lirismo personal alcanza manifestaciones intensas ante el eterno misterio de la vida y de la muerte, el ansia de lograr una expresión artística cuyo sentido fuera genuinamente americano es lo que prevalece. Captar la vida y el ambiente de los pueblos de América, traducir sus inquietudes, sus ideales y sus esperanzas, […].6

A esta etapa, en México, podemos llamarla “Decadentismo”, aunque, cabe recalcar, que en la última década del siglo XIX las palabras decadentista y modernista significaban lo mismo7. Una especie de festividad social y artística ligada a hechos y remembranzas alejados a los diseños. Fueron sus conductas antisociales y las imágenes las que abrirían un sendero a la distancia.



________________________
1La “Tenida” es una misa, trabajo de Masticación y/o celebración de unión mística.
2 José Juan Tablada, “La Misa Negra”, Los mejores poemas, UNAM, México, 1971, p. 22.
3José Emilio Pacheco, “Introducción” a Antología del modernismo (1884-1921), UNAM y Era, 1999, p. XI-LI.
4 Max Henríquez Ureña, Breve historia del Modernismo, FCE, México, 1978, p. 33.
5Manuel Gutiérrez Nájera, “Para entonces”, Rubén M. Campos. El bar. La vida literaria de México en 1900, UNAM, México, 1996, p. 261.
6Ídem.

10.01.2008

Ya es octubre. Tiempo distante y alejado a mis sensaciones en la atmósfera sensorial que encierran mis tormentos. Parece un eclipse que camina y abre compuertas infinitas sin espejos. Quisiera tragarme el cielo y caer. Ya es octubre. Tomo mis nudillos, sin lograr entender el ciclo en que caemos y la aberración al tiempo persistente, al frío, a la neblina secular con la que despierto hinchado hasta los ojos. Los vicios no funcionan, los rituales me abruman. Ya es octubre. Pienso en la sensación de los techos que solo miran hacia arriba, esperando a que el cometa pase y deje su rastro. Quedo estático en los pensamientos, tal vez, si los espasmos ocurren de noche, la niebla acostumbra a confundir tu silueta y el verano. Ya es octubre. Me da jaqueca el hastío, no lo considero necesario en la formulación de un autor de cabecera. Más me atrae la víspera, aquello que los sacerdotes nos han hecho creer en advenimiento. La mentira está siempre dicha, siempre descubierta, siempre deliciosa. Ya es octubre. Los comerciales plantean la posibilidad del “gran descuento”, en el juego retórico de que octubre es el mes. No lo es. Ya es octubre, siento vértigo, vértigo a la muerte. Quizá sea el movimiento lunar o la fragmentación musical que aplica una oración leída en el periódico. No obstante, quiero ser y que no sea, sólo si no soy y es. Por lo pronto es octubre, siento la jaqueca, formulo un egocentrismo fragmentado a la espera del resplandor, el resto.

9.18.2008

Tanto bajo
los escrúpulos,
asomo la nariz
por grises,

no los tiño
descompongo
la aurora,
desierto,
fin,
claro,
ocre,
que tanto
claro
bajo,
escudriño
y tengo
fijo los
augurios,
aparto
todo
tanto,
ocre
falda
y manantial
sudario
con la sabana,
conjunto
una manada,
a hombros
de sábana.

Cuelgo
la bocina
y el precio,
pagas
a gritos
en tilde
paganos,
con hojas
manchadas
diciendo
con baile,
presidiario,
vino
oscuro,
rarezas,
ocre
esquina,

páganos:

bajo la palabra,
tanto
escrúpulo
la cuenta
en que contamos.

Es un cinismo imperante que las autoridades de nuestro estado (Zacatecas) afirmen una creciente seguridad con la aparición del Ejército Mexicano en las fiestas patronales. Por supuesto que se maneja un verdadero orden con los militares, pero ¿dónde queda la coherencia y la dignidad de las autoridades civiles del estado? Su deber es controlar y regular, tanto las acciones, como los ordenamientos que pudieran sucederse; no dejar que las cosas sucedan, esperando las arreglen otros. Mientras el factor anquilosado pasa, nos sentimos carne de cañón en una zona cada vez más lejana.

9.16.2008

15 de Septiembre...


A dos años del bicentenario de la Independencia de México y del centenario de la Revolución, nuestra nación padece estragos y una creciente psicosis social. La violencia siempre es un efecto, no una causa. Los tiempos existentes demuestran una coacción de una soberanía nacional fragmentada, limitada o amenazada, por momentos, de una probabilidad de guerrilla (o más). Estos hechos sin duda dan vuelta a cada uno de los ciudadanos y lo cierto es que, así como cada movimiento es abierto por un reacomodo jerárquico (sea social, económico, político, cultural), el tiempo partirá o unirá los pocos símbolos e ideales con que la nación fue forjada (o al menos se intentó).
Ya en los primeros años del S. XX los intelectuales de la Revista Moderna predecían una especie de epifanía. Sabían, de antemano, que las condiciones y el contexto político era favorable para los levantamientos civiles y guerrilleros. La Democracia, desde el S. XVIII es tema y pretexto de cambio a impacto explosivo; lo que concedió, por segunda vez en la historia del México Independiente, el levantamiento de la clase media-alta para derogar los manejos políticos de aquel momento.

Su carácter exaltado hacía alarde de gozar de una libertad desenfrenada; proclamaba ser un ciudadano del mundo, vivir en un país libre, gozar de los derechos que le daba una amplia democracia y entrar y salir adonde quiera cuando le viniese en gana. Y lo curioso era que sabía que toda libertad estaba medida y tasada, que la democracia era un mito, que el derecho de obrar como hombre libre era una apariencia para los inofensivos y un cruel sarcasmo para los intelectuales que habíanse atrevido a censurar abiertamente los actos de una dictadura encubierta bajo el disfraz de un gobierno democrático y popular […]. 1


Lo irónico es que, ha medida que nuestro país cumple más años, los fragmentos y las historias se repiten. Debemos afirmar que las condiciones y el contexto son distintas, pero el resultado el mismo. Ahora bien, no podríamos profetizar una Revolución en nuestro país, ni mucho menos una guerra, sin embargo, cada manifestación que atente contra las libertades propias del ciudadano y sus derechos individuales confirman una postura política coercitiva, con el sarcasmo de una viuda negra que se posa en los días clericales del Estado.
La ruleta ha sido girada y las apuestas están a la mesa; ¿Ustedes, apostarán?

1 CAMPOS, Rubén M., El bar. La vida literaria de 1900, UNAM, México, 1996, p. 129.

9.15.2008

Sabes volar...


Supero el hecho que jamás he hablado explícitamente de sus ojos, pero, a la musicalidad vaciada de los huesos, orquesto un ejército de letras con el objetivo único de sentir. Sí, sentir el viento a capas baldías; caer de nubes sobre la manta carbonizada; levitar el templo, los cuerpos y las hojas llenas de su piel; comenzar la obra sobre el cementerio de penas, morir y besar el ciclo, no el tiempo bastardo. Aún le debo las mañanas robadas en su imagen a mi pensamiento; los deleites verbales y mis mentiras; los minutos gastados en crear situaciones imposibles; en no saber, quedar atónito a su mirada y soñar, y pensar que sueña en mis sueños.

8.06.2008

“Y las estrellas se encontraban vacías en la arena, mientras la brisa marina vagaba hasta encontrar el momento de sobriedad en su clímax…

bacanal (1946) de jorge eduardo eielson

¿Conocéis la imprenta del bruto que reina, come y caga
enjoyado en su trono de hierro y papiro?
Desde el alba, entre rayos y trompetas,
pintadas prostitutas a caballo lo asisten,
empolvan y pulen sus uñas con limas de lata y de frascos rotos.

Animal sagrado de las prensas y antros neblinosos,
rugoso dios dormido al olor de unos sobacos rubios,
tendido sobre las cenizas del vino o el heliotropo,
el polvo de arroz o la pomada:
la paz del soldado, sotana, vals y trabajo
turban sus excesos rutilantes
y su esplendor venéreo de ramera
cargada de rojos lunares y collares miserables.

Pero su fama nocturna, como insolente clarín,
lo hace rey de la urbe,
llama oficial del Paraíso que empenacha, tal un pavo real de fuego,
las torres ahumadas y las cornisas de los tristes palacios de yeso, cáscara de huevo y jabón.
Rondad, pobre jefe de policía, rondad sus noches de ensueño,
mientras sus uñas transparentes, delicadas y crueles,
se clavan en el alba como en un seno tierno o una garganta.
Mirad cuán dulcemente ahorca al gallo del municipio
y roba los repollos frescos del mercado,
mientras las carnicerías se abren gritando para él.
Averiguad su oscuro origen en la bilis infernal que lo rodea,
sus antecedentes incendiarios,
los insondables poderes que alimentan su furor y su sonrisa.
Y penetrad en su córnea de ópalo,
en su esclerótica bañada por atlánticos fulgores,
por la luz de Cáncer y el tridente frío de Neptuno.
O preguntad al panadero, al deshollinador y al guarda.
O al joven deportista enfermo, cuya muerte enluta pelota, provincia y estadio.
O id al taller del sastre, en cuya majestad,
entre paño y tijeras, esclavo de la araña Muerte,
santo y humilde obra junto al lamparín y al gato.

Porque él solo, él solo responde del crimen humano ,
de la violación y el hambre, del robo y de la guerra,
de la literatura negra y del traje infamante de lady Godiva.
Padre del vicio y de la soledad, bestia de lujo,
gárgola fogosa cuya boca ábrese al infierno en los umbrosos castillos del Rhur y Cracovia,
arma y escudo de Gutemberg, cuyas letras amargas, colosales,
¬tenazmente custodia en su laberinto de mil páginas y páginas inmundas.

¡Oh hechicero de rayas amarillas, demonio bermellón y rebelde,
diviérteme con tu pelambre de oro y tu lengua negra y mortal como el sabor de la tinta!
Padre mío fulgurante que te orinas en el cielo
y tornas a tu cueva con las uñas en pantalla:
déjame acariciar tus ojos soñolientos
y el supremo trono de tu hocico y tu nuca magullada.
Hidra gozosa que me miras como un ángel desde tu charca pestilente,
con las amígdalas, el corazón, la verga y los pulmones en un ramo púrpura y jadeante.

¡Ah, sólo cuando el áureo rey de las moscas luce fijo en el cielo
y los lodazales sulfúreos se entibian,
tú huyes de las casas del deseo mientras el cortinaje
tornasol del día se cierne sobre ti
y hace delirar tus ojos, rojos aún del aguardiente nocturno!
Minuto ardiente en que los bares y burdeles se hunden en la vía
como carabelas tocadas por la flecha tibia de la aurora.
Las oficinas públicas se abren alhajadas de rocío,
las oficinas públicas ¡puf! cuya lámpara es la melancolía,
y cuyos jefes, como escarabajos barrigones y amarillos en sus sillas
temen el fulgor de las estrellas.

Allí amaneces embriagado, tras la juerga, entregado a sueños indecibles,
a terrores perfumados y viciosos,
mientras las pobres mujeres pintadas, encantadoras y¬ vacías,
ríen a tu alrededor, agitando los cascabeles áureos de sus dentaduras
bajo el toldo rutilante del estío.

¡Oh inocente! Víctima de dioses y demonios,
cuyos rayos húndense en tu sangre y hacen de ti un pelele ruin,
muñeco de maleficio plagado de alfileres en la vía,
mayordomo céreo del gusano.
Lascivo rey montés, anunciador del rayo y el eclipse,
demonio delicioso de cien mil miradas de lumbre y armiño:
yo persigno —de oreja a oreja y de la cabeza oscura al colmillo furtivo— tu hocico riente y maligno.

Gato y escriba, hijo del diluvio, el terremoto y los cráteres vesánicos ,
animal alado y escamoso venido en ondas de fuego o champagne
por las tranquilas cúpulas y torres,
por sobre las grises imprentas abiertas a las nubes
y al chillido seco de tu esperma
que cae como una dulce, aguda flecha de placer en la alta noche.

Frente al alba, los perros sepultan tu escultura
y ladran sobre ti sin conocerte,
mientras la prostituta amante acalla tus quejidos
y defiende tu sexo mutilado del barredor soñoliento que avienta
—sobre tus galas muertas y tus ojos de esmeralda¬—
montones de basura e inmundicia al llegar la aurora.
bacanal (1946)
Recuerdo algunas discuciones que tuve con un tipo, creo que se llamaba Baterbly, en un viaje en tren, que tuve hace hace días rumbo a Bolivia.
Tratamos de la situación petrolera del país; del narcotráfico y la lucha del gobierno; del tema de las olimpiadas y su politización, la guerra de los países; de la moneda mexicana; de los congresos interdiciplinarios; de libros que no debían ser publicados y de las mafias culturales del país.
Él me enseñó hacer caso omiso de los anuncios de Televisión. No lo mencionó, pero en sus actitudes demostró la sutileza del discurso no verbal. Creo que por eso se bajó en la paz.
Al tiempo, tengo esa imagen algo borrosa en mi memoria, quizá porque mi instinto sintió una necesidad (necedad) de mivar los labios de esa mujer. Una camarera que entró al bagón y se sentó junto a mi, sólo por conocer a un tipo de New York. Me dió un cd de música de zamba, algo así como exótismo latino, no sé, tengo borrosa esa imagen, preferí no hacer el menor intento de seducción, pues estaba entretenido en mirar las cicatrices que dejan las lenguas en cada palabra asquerosamente desperdiciada.

Ella se enamoró de mi ombligo

Ella se enamoró de mi ombligo. Cuando cantaba a las luciérnagas de su espalda, ella recorría su dedo índice, haciendo laberintos circulares y perdiendo sus uñas por las arenas que envolvían al sueño. Paseaba como viejo en cubierta de recuerdos y atormentaba, en su pureza original, las siluetas que se presentaban en mi estómago.
Un día, su uña se quebró en la caída circular que repasaba. Fueron los gritos, los colores, las miradas, las notas, las ostras, el funesto rojo que goteaba por sus piernas.
Ella se enamoró de mi ombligo, y ahora yo, sin el cordón, pido su alimento en el tropiezo, mientras ella se pierde en otro laberinto.

Situaciones...

Cómo es cuando no podemos percibir la verdadera sensación de estar solos y volar. Cuando nos perdemos en pequeñas situaciones y olvidamos lo realmente olvidado, ambigüo, el trabajo diario de la imaginación. Cómo es, cómo, manejarlo en algún número, el algún espacio, en alguna agencia de viajes [o viejas] ilusiones contenidas en la plana de la mano, [palma de mano].

Cómo es cuando nos tiramos a la sombra y perdemos el suelo. Situaciones, no basta medir tu hemisferio de sueños.

6.11.2008

Crónicas


Sé, que en realidad, no es el gran espectáculo de destrucción que ha existido en el mundo. Ni mucho menos, al margen del planeta, se acerca a aquellos que he visto en Televisión: las demoliciones extraordinarias de estadios europeos o, incluso, la caída de las torres gemelas. Pero en Zacatecas representa una ruptura a la continuidad, un contundente hemiciclo a la futura creación, el sentimiento conmovido de prácticas aleatorias. Yo solía, como otro de mis actos ritualistas, verlo solo, vacío, con un hielo por mandar la trascendencia. Ahora no existe y sólo el ministerio sabe (o los actores gubernamentales detrás del proyecto) la producción que se levantará y quitará espacio al espacio, aire al aire. Por lo pronto, me gusta ver derribar tabiques y contemplar como un mecánico bicho derriba escombros…

La Correspondencia del Diablo
Semanario Universal de Noticiones. Eco imparcial de cuanto bueno y malo chorrea la opinión y destila la prensa



“Cartas sobre la mesa”

Zacatecas, Zac., en tiempo y circunstancias políticas olvidadas por el Editor.


Juan Francisco María de la Salud Donoso Cortés y Fernández Canedo
Marqués de Valdegamas y Miembro de la Real Academia Española



Por medio de la presente me dirijo para hablarle sobre algunos asuntos en materia de su Ensayo sobre el Catolicismo, el Liberalismo y el Socialismo. Con esto, quisiera aclarar, deseo hacer prórroga de una apertura de discusión y análisis sobre sus palabras y posturas ideológicas, que para nada tienen que ver con su estilo personal de escritura, la cual, considero fluida y digna de los cánones establecidos en la época creada.
Para hacer breve esta carta, quiero iniciar haciendo énfasis en los puntos de los cuales coincidimos y aplaudo por algunas buenas reflexiones. Es un hecho lo que vos dice, parafraseando, que las cuestiones de Dios son cuestiones políticas, y que el hablar de Teología atañe a todo el rubro de lo humano1.
Considero, también, que cada estructura humana ha sido creada en función a un poder sobrenatural, el cual vos denomina Dios (yo quisiera hacer énfasis en ello a lo largo de la carta).
Existe, dentro de la cultura occidental, una tendencia extrema al maniqueísmo. Usted basa algunas de sus afirmaciones en la tesis de Prhoud. Yo, sin embargo, pondría en consideración algunas de estas posturas, gracias a su visión.
Finalmente, el punto que más destaco, es el afirmar que el Catolicismo buscaba la Universalidad de las religiones. El Catolicismo viene del latín catholĭcus, y este del griego καθολικóς, que significa universal. Loable su observación en los tiempos romanos, pues esta cultura veló por la integración social y política de los pueblos que conquistaba; y, que con el paso del tiempo, resultó su derrota por no tener control militar, unidad y fuerza política en ellas.
La universalidad que se mostró en los tiempos romanos, en función del catolicismo, es la flexibilidad de la reforma de esta Religión. Mientras que algunos Papas han creado reformas milenarias y dignas de todo un liberalismo moderno, otros no han hecho más que regresar a viejas usanzas, que varios estudiosos consideran de medievales.
En fin, esto en lo que yo comparto de su extenso y largo ensayo sobre un Liberalismo en función del Catolicismo y un Socialismo de rodillas e inexistente para el Catolicismo. Haré énfasis en cinco puntos que no estoy de acuerdo y que pongo a juicio de discusión.
El primero es la idea de un Dios bueno, judeocristiano, como redentor de las sociedades antiguas y existentes. En efecto, los llamados ritos culturales se han basado en la existencia de un conocimiento divino, que va más allá de los efectos terrenales. Estos conocimientos son únicamente para unos pocos elegidos y, su uso para el secretismo de algunos gremios. Pero eso, a afirmar que la cultura se ha basado en la idea judeocristiana es totalmente erróneo. ¿Qué sucedería entonces con las sociedades indígenas o las sociedades africanas? El pragmatismo se encuentra en la flexibilidad de la religión católica, pues la gran mayoría de los terrenos conquistados por la fe, se basan en los cambios de imágenes divinas, no en un cambio total de ideología.
El segundo punto es la función del maniqueísmo en las tradiciones occidentales. Hasta ese punto concuerdo, el derroche está en la visión maniquea del maniqueísmo que vos hace, y la praxis del libre albedrío. No existe, tan sólo en la visión bondadosa del catolicismo, dada por un Dios que es tres personas, y que da el conocimiento a los sacerdotes para que ejecuten sus órdenes. Lo cito:

“Si la libertad consiste en la facultad de entender y de querer la libertad perfecta consistirá en entender y querer perfectamente; y como sólo Dios entiende y quiere con toda perfección, se sigue de aquí por una ilación forzosa, que sólo Dios es perfectamente libre.2”

Usted hace uso de la salida fácil. Admito que vos se basa en la función de un dogma religioso, pero, como integrante de la Real Academia Española, le doy responsabilidad de hacer más objetivo y conciente su argumento, pues parece sacado de algún sermón clerical que le dicen a los profanos, o como:<>.
El tercer punto, de la cual la considero una falta de respeto para los estudiosos de su época, es denominar que: “Dios es Amor”. En lo particular, detesto las etiquetas a ideas abstractas que algunos intelectuales hacen. Lo vuelvo a citar:
“<>. Si Dios es caridad, la caridad es la infinita unidad, porque Dios es la unidad infinita si el que está en caridad está en Dios y Dios en él […].3” (sic.)

¿Qué pasaría si sucede lo contrario? Las posibilidades son infinitas y vos solamente regala una, la más deducible y la menos inverosímil para el mundo humano. Dios no es amor, porque Dios es violable gracias a su doctrina hecha por hombres y a sus propios defectos, por eso, los trabajos jamás serán justos y perfectos.
Por último, derrocho la afirmación de que el Catolicismo es Liberal y Socialista por una sencilla, y a la vez, importante razón: “La intolerancia doctrinal de la Iglesia ha salvado el mundo del caos.4”
La salida de varias sectas ha estado en anudada al uso interpretativo de las Sagradas Escrituras por los Sacerdotes. La misa tiene un ritual apegado a ello. La parte de la Homilía está hecha exclusivamente para que el Sacerdote interprete la y que ninguna otra persona pueda interpretarla, ni siquiera, hacer uso de la palabra.
No podemos hablar de un Liberalismo sin la apertura a la palabra, ni mucho menos a la tolerancia de ideas. El diálogo propicia un crecimiento continuo, no existen verdades absolutas, y vaya que os digo que ésta es una verdad absoluta (con muchísima ironía). De igual forma, no se puede hablar de Socialismo cuando el existen jerarquías coercitivamente marcadas, pues su uso está en la Igualdad social de los hombres, y esto también consiste en la palabra y cosmovisión de cada individuo (que claro, hay que tomar otras consideraciones socialista).
Ojala las anteriores acotaciones nos sirvan un poco de alejamiento y reconocimiento discursivo e ideológico. No quiero manchar su obra política, la cual considero digna y admirable, tan sólo quiero abrir una discusión entorno a mis ideas junto a las suyas.
Respetuosamente,
Salvador Alejandro Lira Saucedo

_________________________
1http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/13505030989138941976613/index.htm, visto el 17 de febrero del 2008.
2 Ídem.
3 Ídem.