1.30.2018

Sermón por la dedicación del templo de san Juan de Dios

Muy noble y leal ciudad: Artes y Letras del Zacatecas virreinal, columna cultural en el periódico Imagen. 





Las dedicaciones de templos, lejos de ser un mero ejercicio exclusivo de la Iglesia, configuraron en la época novohispana lo que hoy, permitiéndose la expresión, se considera obra pública. La monarquía tenía el derecho del Regio Patronato. Era esto una doble obligación: por un lado era la representación del poder de Dios en la tierra; con ello, la administración y engrandecimiento del gobierno por la potestad divina, en principio otorgado por el Papa y posteriormente colmado de facto y pacto. Es relevante observar que luego de la aclamación a un monarca en la Nueva España, el virrey debía dar acción de gracias en la catedral y refrendar lo dictado por el derecho del Regio Patronato, refrendado en las Leyes de Indias.
 Así, las dedicaciones de templos contenían una línea directa con la monarquía. Se trata de un acto por demás gubernamental, que da muestra de todo el despliegue cultural novohispano. Los patrocinadores ocuparon espacios preeminentes, por ser intermediarios entre los poderes divino y regio, frente a los vasallos. En la punta de este tipo de textos está la dedicación del templo catedralicio por Isidro de Sariñana.
En Zacatecas, de las primeras dedicaciones publicadas es el Sermón panegírico, que en la plausible y solemne fiesta de la Reedificación del Templo de San Juan de Dios y Publicación del Testimonio de su Canonización…, predicado por Juan de Espinoza y patrocinado por fray Juan de Dios. El texto fue dedicado a Martín Berdugo de Ávila Aro y Velazco, tesorero de la Real Caja de Zacatecas e impreso en la casa de la viuda de Francisco Rodríguez Lupercio en 1695.
El documento consta del agradecimiento a Martín Berdugo de Ávila por fray Juan de Dios; las aprobaciones y sentires; así como el sermón. El texto es dedicado al tesorero de la Real Caja, por su cuidado y diligencia en la consagración y edificación del templo y hospital.
El sermón es tanto por la canonización de san Juan de Dios, como la festividad que fue aprovechada para la nueva dedicación. Es una alegoría a las dedicaciones de templos referidas en el Antiguo y Nuevo Testamento:
Y en la procesión, que precede con el Príncipe de la Iglesia, será para ilustrar el festejo, franqueándonos con sus llaves la entrada en este devoto templo, y colmando de bendiciones aquella casa; o será porque siendo de salud, la aseguran los que en ella como en Hospital adolecen en la sombre de aquel Príncipe ilustre pues con ella da salud a los enfermos, […]. Todo puede ser, pero a mi ver, solicitar los hijos de mi caritativo Padre la asistencia de San Pedro en su templo aquel día, es asegurar en perpetuas duraciones la fábrica de esta iglesia que nuevamente consagran.

1.22.2018

Retrato a Juan Ignacio de Castorena y Ursúa

Muy noble y leal ciudad: Artes y Letras del Zacatecas virreinal, columna cultural en el periódico Imagen. 




Además de la función de mostrar perfiles corporales del personaje, los retratos en la Edad Moderna desplegaron una serie de elementos alegóricos. Entre el protagonista de la pintura y los objetos a su alrededor, se delata una narrativa interna con el fin de entregar un discurso, con fines políticos.
Los orígenes del modelo en el reino español serán Tiziano y Antonio Moro, ante las imponentes figuras de Carlos V y Felipe II. Inmaculada Rodríguez Moya indica en La mirada del Virrey que será en el siglo XVII cuando el retrato político presente innovaciones gracias a la cultura teatral y gestual, frente a la creciente importancia de los emblemas, las empresas, los símbolos, los jeroglíficos y las alegorías.
En la Nueva España el retrato siguió el modelo con algunas adecuaciones propias del contexto. Elisa Vargaslugo realiza una clasificación: el civil y el religioso, considerando los lazos familiares, puestos e instituciones de origen del personaje.
El retrato de Juan Ignacio de Castorena y Ursúa es una excelente muestra del despliegue simbólico y la formulación de la dignidad con mensaje político. Fue pintado por Nicolás Rodríguez Juárez, oriundo de la Ciudad de México, quien también realizó algunas piezas centrales del Altar de los Reyes de la Catedral Metropolitana. De retratos políticos destaca el realizado al virrey Fernando de Alencastre Noroña y Silva, duque de Linares.
El retrato del zacatecano actualmente se resguarda en el Museo Nacional del Virreinato, en Tepozotlán, Estado de México. Se trata de una pintura de caballete, realizada con la técnica óleo sobre tela. Mide de alto 187 cm y de ancho 126 cm.
La pintura muestra a Juan Ignacio de Castorena y Ursúa de pie, ataviado con túnicas blanca y roja, propias del puesto de arzobispo con atisbos a su orden. En su mano izquierda sujeta un papel, distintivo del hombre de Estado en labores. La mano derecha está sobre un libro, encima de una mesa que además sostiene otros cinco libros, las plumas y el tintero, que recuerdan su condición de hombre de letras. De los libros que se encuentran en la mesa, cabe destacar que son los de la Ciudad de Dios de San Agustín, los que sostienen la mitra, distintivo principal del puesto del obispo. Esto indica que las acciones del zacatecano al mando del obispado de Yucatán son con base en las directrices teológicas del santo de Hipona.  
La mirada del zacatecano es alejada, fría y seca. Muestra con ello una jerarquía superior, pues el soberano en aquel momento –siguiendo el modelo de Felipe II– denostaba su poder mediante la lejanía. En la parte izquierda superior aparece el escudo de armas y en la inferior la relación de cargos y méritos, propios de la pintura novohispana al comparecer su identidad dentro de los símbolos de poder.

1.16.2018

Redondillas a las llagas de San Francisco

Muy noble y leal ciudad: Artes y Letras del Zacatecas virreinal, columna cultural en el periódico Imagen. 




El zacatecano José de Castro fue un poeta que tuvo presencia literaria en dos siglos. Su obra fue escrita en la segunda mitad del siglo XVII y reimpresa en el siglo XVIII. Por ejemplo, la casa de la Viuda de don José Bernardo de Hogal volvió a imprimir Varias poesias a lo divino…, en 1746. Es un documento de 65 páginas con poemas de diversos temas, que giran en torno a la sacralidad e imágenes devocionales.
En la página 47 se encuentra el conjunto de poemas “Redondillas a las llagas de Nuestro Santo Padre San Francisco”. Se trata de 100 redondillas –400 versos– numeradas en la parte izquierda, con la temática franciscana. Cabe recordar que el zacatecano perteneció a la orden de San Francisco, por lo que además de ser una ofrenda a tal santo, es también un reflejo de su propia pertenencia a un grupo religioso.
José de Castro utiliza como vehículo poético la redondilla. Se trata de la reunión de cuatro versos en octosílabos. Deben tener dos tipos de rima, el primer verso y el cuarto, así como el segundo verso y el tercero. Un poema de este tipo puede tener un número cualquiera de redondillas.
José de Castro inicia con una suerte de introducción, manifestando que su tono no será “EL RENOVARE DOLOREM”, sino “el son de la alegría”. Posteriormente hace referencia a la fecha del signo –la aparición de las heridas por la crucifixión de Jesús–, 17 de septiembre, en el Monte Alvernia en Toscana. Según la descripción del milagro, Jesús bajó con la clarividencia de seis serafines a charlar con san Francisco. Al final, le dejó la marca de las llagas. Por ello, tanto esas heridas como el motivo del serafín son representativos del santo. José de Castro explica en una redondilla:
En fin Serafín humano
JESÚS os hace favor,
y porque seáis buen cantor,
él mismo os pintó la mano.
A vuestra mano sagrada
se deben festivos cantos;
pues sois vos entre los Santos
el de la mano horadada.
El estilo de José de Castro va de lo festivo a las referencias cultas y librescas. Por ejemplo, la siguiente redondilla:
Calle Apeles, y el Tiziano,
que siendo el pincel de Cristo,
ninguno puede haber visto,
pintura de mejor mano.
La anterior cita es una analogía. Por un lado hace referencia a Tiziano, el pintor de cámara de Carlos V. Por “Calle Apeles” se refiere al sendero del pintor Apeles quien según varios escritores clásicos fue quien retrató a Alejandro Magno de manera excelsa. Tal soberbia en el arte es el pincel de Cristo que, ninguno puede, de esta forma, haber retratado mejor.
 El poema continúa con analogías entre un Jesús artista y escritor, sobre un san Francisco dispuesto a la obra. Se anuncian motivos como el Libro, el Serafín, el Rosario o el sayal de Asís.