12.31.2010

Metaescritura


El prefijo «meta-» es uno de los más utilizados en nuestra lengua. Entre sus maneras y usos, el prefijo «meta-» significa “estar junto de”, “movilidad de” o “estar con”. Las palabras que emplean el prefijo son muchas, conocidas y ensayadas ampliamente: meta/física, referente al más allá de lo tangible; meta/lenguaje, lo que se inserta o se nombra el acto de nombrar lo nombrado, tecnicismos de las disciplinas; metá/fora, o estar junto de lo que se lleva, ornamento de la figura y/o imagen que se mueve; meta/centro, la línea vertical que, junto con el mismo centro que abre y divide, corta al centro mismo; meta/morfosis, que se mueve de espacio y forma, conforma.

Salvador Elizondo realizó una propuesta literaria denominada la «metaescritura». Se tendría que hablar de dicho autor mexicano como el escritor que más ha explotado las posibilidades de la palabra, un inmanentismo extasiado de lo infinito, de lo infinito, de lo infinito…

¿Cuál es su centro? Ya varios autores han precedido la búsqueda y señalado el territorio de lo infinito (y ¿dónde se ha visto dicho territorio de lo infinito? He ahí la paradoja e imposibilidad de imaginar tal espacio, pues el sólo hecho de nombrar infinito es dar frontera a ese espacio sin fin, es decir, quitarle argumento). “¿Acaso no había un enorme espejo allí, en aquel salón en el que decidiste entregárteme muerta?” Un espejo sobre otro de especulación, es decir, etimológicamente idénticos y por lo tanto posiblemente imposibles – imposiblemente posibles; es la escritura sobre la escritura en Farabeuf. No es la palabra misma el centro de la meta/escritura, ni la imagen, ni el instante, ni el verbo. Es el acto de escribir.

“El grafógrago” podría situarse como el centro de su obra. La meta/escritura es estar junto de la escritura, moverse en ella, estar con ella; “el motivo del grafógrafo, escriba consciente de su escribir y cuyas brillantes pupilas se reflejan en las superficie de la página como en un espejo”, argumenta Adolfo Castañón. El siguiente ejercicio es sólo un pequeño acto de ese «meta-», en la movilidad y su función de “estar con” o “estar junto”.



«El grafógrafo»

Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo.



1) El centro está aturdido por distintas posibilidades de escritura en la escritura. Se propone en primera persona y en presente, con niveles supeditados y sin comas, encabalgamiento de los actos: se podrían contar las posibilidades de escritura de forma lineal, es decir, el acto de escribir que escribo.

2) El íncipit puede suponer que escribe lo escrito, desarrollado por la tesis anterior. Si escribe es porque escribiendo prolifera sus niveles de escritura dando alcance y colocando sus procesos de escritura sobre el telón.

3) Los argumentos anteriores pueden ser revocados por la paradoja de Zenón. Cada parte es infinita en sí, no hay alcance entre una y otra, «se escribe que se escribe y se escribe».

4) El proceso de permutación matemática aplica en el desarrollo de una sintaxis abocada a la sintonía de lugar, de un sólo elemento. Si el denominado es «Escribo» y tal vez, sólo tal vez, se proponga un denominador más abarcable, que es el proceso de escritura en infinitivo y sus derivados: «Escribir» y sus distintas conjugaciones posibles, hasta en su posibilidad de perífrasis verbal.

5) Si la hipótesis anterior concuerda, se debe desglosar sus puntos de encuentro en niveles y subniveles, de la siguiente manera:

Escribo.

Escribo que

escribo.

Mentalmente me veo escribir que

escribo y también puedo verme ver que

escribo.

Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que

escribía.

Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que

escribía y

escribo

viéndome escribir que

recuerdo haberme visto escribir que

me veía escribir que

recordaba haberme visto escribir que

escribía y que

escribía que

escribo que

escribía.

También puedo imaginarme escribiendo que

ya había escrito que

me imaginaría escribiendo que

había escrito que

me imaginaba escribiendo que

me veo escribir que

escribo.

7) Si la hipótesis anterior es correcta, son seis los niveles de suposición de escritura bajo un proceso únicamente de sintaxis con un subnivel que puede desglosar otro nivel.

8) No obstante, el proceso de disección sintáctica anterior supone una superioridad entregada por la oración principal, separada sólo por puntos. No se aplica un excedente dado por oraciones combinadas, ni por el tipo de subordinación.

9) Sin embargo, la división sintáctica escapa de toda suposición de sentido. El texto puede representar (y lo hace en su posibilidad de sentido) derivarse del suceso del primer «Escribo», como fórmula alquímica del universo.

10) Si la fórmula anterior es definida como tal, el acto supone un proceso de especulación, en donde la escritura forma una lectura del otro lado de la línea.

11) La lectura estipularía otro proceso de lectura, con las mismas posibilidades de su escritura, e igualmente inversas a la proposición de cambio y estupor.

12) Si se lee y se escribe, el centro no existe en el texto, sino en la persona que escribe/lee, lee/escribe.

13) Pero la voz del texto no es definida. Sí en la portada del libro, mas no en la voz interna del texto. La escritura y lectura es impersonal.

14) El punto anterior es debatible, puesto que si la escritura de «Escribo» es impersonal no se podría atenuar una experiencia lectora alejada del yo.

15) Aún así, toda lectura se propone como escritura y viceversa. Si la escritura se propone como impersonal, la lectura debe ser la misma y así arrojar a distintas experiencias posibles.

16) El centro no es más que el desglose de otro centro, que indica otro centro, que indica otro centro.

17) Y si concede un «Escribo. Escribo que [no] escribo.» puede romperse el proceso de creación del universo.

18) La conjetura anterior sólo puede existir si se le aplica una intención de exterminar el texto. Hecho totalmente desplazado por la conformidad de abrir un texto al abordaje, para negarlo y así, volverlo posibilidad de lectura.

19) El sujeto aún sigue ausente, por lo que confiere todas y cada una de las posibilidades, incluso fuera del lenguaje.

20) Lo único que no se escapa es la posibilidad de la escritura y por lo tanto de la lectura.

21) Entrar en la lectura de “El grafógrafo” es vivir atado, por siempre, a escribir/leer – leer/escribir.

12.24.2010


He visto al hombre que ve. En su oscuridad de lentes, espera una señal de lo ya visto. 'Está ahí', lo sabe, lo ha vivido. En sus ojos extiende la vista de lo observable. Recibe señales de retina. Cada noche el silencio llama y así mira, como prueba, al hombre visto, que ve. 'He visto al hombre que ve'.