10.31.2016

La Tejedora

Ochos en el piso de la soledad, columna al centenario de La sangre devota de Ramón López Velarde. Con el agradecimiento al periódico Imagen por la publicación. 


Es el interés por describir un espacio con su personaje uno de los primeros recursos poéticos que se perciben en la etapa inicial de los versos de Ramón López Velarde. Es casi como la formulación de un retrato mediante palabras. Ya, en la descripción del paisaje y el ambiente, los destinos del poema corren en diversas fortunas.
 La mujer descrita en La sangre devota es aquella dama solitaria, en su perenne vaivén de la provincia o la doncella inocente, pura y salvadora, renovada dona angelicata. En ambas, jamás habrá consumación, tan sólo la contemplación del poeta y su amplio venero de sueños.
Ramón López Velarde no sólo tiene afición por la ciudad provinciana y sus senderos. Es la mitificación de una vida llena de costumbres, que lejos de añorar la modernidad, se reinventan en su cúmulo incansable del alba y las estaciones de un año, que no importan.
“La tejedora” se propone como el poema que, en las débiles manos de la dama, otorga nacimiento y renovación al mundo. La imagen pareciera ya un tropo sagaz del Finisterra: dama entre el silencio del atardecer y la lluvia cayendo, rayos que por instantes iluminan penumbras de olvido.   
En esa soledad y mutismo, cae el fervor lopezvelardeano.
¡Oh, yo podría poner mis manos
sobre tus hombros de novicia
y sacudirte en loco vértice
por lograr que cayese sobre mí tu caricia,
cual se sacude el árbol prócer […].
El anhelo corre por dos direcciones. Una, las definiciones mujeriles del jerezano con la doncella virgen. Por ello el amplio uso de madrigales. También, el secreto al que jamás logrará llegar el poeta:
Pero pareces balbucir,
toda callada y elocuente:
“Soy un frágil otoño que teme maltratarse”
e infiltras una casta quietud convaleciente
y se te ama en una tutela suave y leal,
como a una párvula enfermiza
hallada por el bosque un día de vendaval.
La otra dirección: poesía, significado y música. López Velarde reconstruye el crujir de las agujas, la inercia de las penas y el ciclo melodioso, palingenésico.
Tejedora: teje en tu hilo
la inercia de mi sueño y tu ilusión confiada;
teje el silencio; teje la sílaba medrosa
que cruza nuestros labios y que no dice nada;
teje la fluida voz del Ángelus
con el crujido de las puertas:
teje la sístole y el diástole
de los penados corazones
que en la penumbra están alertas.
El eterno manto que realiza la tejedora es el corazón ensangrentado, cual manto de Verónica, la dolencia del poeta. En el andar y diseño de la efigie femenina, se impone la confirmación de Ramón López Velarde entre ánimas y divagaciones. Él va entre el atardecer “a través de una cortina ideal / de lágrimas, en tanto que tejes dicha y luto / en un limbo sentimental”.

10.24.2016

Los VIII Juegos Florales Ramón López Velarde

Ochos en el piso de la soledad, columna al centenario de La sangre devota de Ramón López Velarde. Con el agradecimiento al periódico Imagen por la publicación. 



El precedente del Premio Nacional de Poesía “Ramón López Velarde” que organiza la Universidad Autónoma de Zacatecas fue el certamen de los Juegos Florales “Ramón López Velarde”, por el Instituto de Ciencias de Zacatecas, creado en la década de los 40’s.
Por lo general, la convocatoria se lanzaba en el mes de marzo. Los resultados y premiación se realizaban ya sea el 23 de mayo “Día del Estudiante”, o bien en un evento cercano a ese día. Se forjaba todo un ritual de celebración a los alumnos del Instituto de Ciencias; se coronaba también a la reina en una velada en el Teatro Calderón, con la presencia de diversas autoridades estatales y educativas.
Las primeras convocatorias establecieron dos temas. El primero era un poema en homenaje a Ramón López Velarde, el otro una composición en prosa, ya sea ensayo biográfico o anécdota del poeta jerezano. Los participantes debían ser zacatecanos. 
Convocados por el gobernador José Minero Roque, el Secretario de Gobierno Francisco E. García, el director del Instituto Roberto del Real y el presidente de la Sociedad de Alumnos Héctor Santoyo, los VIII Juegos Florales “Ramón López Velarde” cambiaron su bases y alcances. El certamen fue abierto a todos los mexicanos residentes en el país. Debían enviarse inéditos, en sobre cerrado y bajo seudónimo del autor y dirección.
Se establecieron tres rubros: poema de extensión y tema libre; estudio biográfico de Ramón López Velarde, con extensión máxima de 30 cuartillas; y ensayo con el tema “La cultura como fuente de las relaciones internacionales”, con extensión máxima de diez cuartillas. Los premios eran $3000.00, diploma y flor natural en poesía; $3000.00 y diploma en ensayo biográfico; $500.00 y diploma en ensayo temático.
La convocatoria abrió el 10 de marzo, cerró el 16 de mayo y se entregó el premio en el Teatro Calderón el 27 de mayo, velada presidida por la “Reina Estudiantil”.
En poesía, sin duda, se mostró una ardua competencia por tres autores con amplio renombre literario, por lo que se premió al primer lugar y se dieron dos accésit. Por “Surgente fin”, ganó los Juegos Florales Carlos Pellicer. Las menciones honoríficas fueron a Rubén Bonifaz Nuño por “La Llama en el Espejo” y a Roberto Cabral del Hoyo por “Diecinueve de junio”.
El poema de Carlos Pellicer está escrito en alejandrinos, con algunos versos en heptasílabos. El de Rubén Bonifaz Nuño es un poema preciosista dedicado a la «Poesía». El de Roberto Cabral del Hoyo son cinco sonetos por la muerte del jerezano. El texto ganador cierra:
Haz Señor que en justicia y en belleza yo viva:que mi mano se queme como una antorcha vivay arda yo todo entero, todo fuego, todo locura activa.
El nombre “Carlos Pellicer” está escrito en letras doradas al interior del Teatro Calderón. 

10.17.2016

La Revista Moderna y la generación de López Velarde

Ochos en el piso de la soledad, columna al centenario de La sangre devota de Ramón López Velarde. Con el agradecimiento al periódico Imagen por la publicación. 



Entre el siglo XIX y XX una publicación periódica consolidó el primer movimiento literario en América: la Revista Moderna. Bernardo Couto Castillo, el dandi mexicano por excelencia, la fundó en su primera etapa, aunque no con grandes triunfos. Será Jesús E. Valenzuela quien consolide el proyecto en 1898.
Diferentes autores se mostraron ante un público lector entre la ciudad de México, varios estados de la República e incluso otros países. Desfilan Luis G. Urbina, Ciro B. Ceballos, Luis Castillo Ledón, Raúl Clebodet, Efrén Rebolledo, Liborio Crespo, Victoriano Salado Álvarez, Enrique Fernández Granados, Ignacio Ramírez, Ignacio Manuel Altamirano, Salvador Díaz Mirón, Manuel José Othón, Manuel Gutiérrez Nájera, o Balbino Dávalos, por mencionar algunos. En tal publicación, se demuestra la amplia recepción de Santa de Federico Gamboa; también se suscitó la medición en donde mostró al poeta más conocido de su tiempo, Amado Nervo. El ilustrador más representativo de la revista fue Julio Ruelas. Rubén M. Campos argumenta de la revista y sus comparsas: 
[…] la literatura nueva, en la que se elgolfa el lector con la avidez del neófito, nos brinda goces artísticos no soñados; y a medida que vamos explorando y ahondando en conocimiento la lengua tan exquisitamente cincelada por sus artistas, nos sentimos más fuertes para levantar el vuelo con nuestras propias alas. Por eso simpatizo resueltamente con el grupo de escritores que se han unido para fundar la Revista Moderna. Todos ellos están acordes en buscar y han encontrado formas nuevas de expresión, y matizaciones y tenuidades que antes eran desconocidas en la poesía mexicana.
Ramón López Velarde y su generación crecieron en la lectura de la Revista Moderna; el comentario a Francisco González León comprueba su posesión y revisión. Autores más precoces y con conexiones político-literarios, como José Juan Tablada, lograron publicar ahí. Eran vistos como nuevos precursores, aunque con ciertas reticencias: 
José Juan Tablada lleva el estandarte de la nueva escuela literaria, aunque por sus veleidades de muchacho consentido, en cualquier grupo de intelectuales en que se le escuche, quiera imponer sus criterios por la conciencia que tiene de su superioridad intelectual […].
El encuentro de ambas generaciones si bien con amplias correspondencias, no fue de excelsa transición. Los ideales persistieron: la belleza fáunica, la convergencia de Caín, el deseo modernista, el respeto por Rubén Darío y la exquisitez por el alejandrino. De ese espíritu, “Ser de una casta pequeñez” por el afanoso linaje, “Noches de hotel” por la Femme Fatale, o “Tenías un rebozo de seda” por la intromisión de Baudelaire.
De sus discrepancias, dos razones. Las armonías poéticas, López Velarde arguyó en cierta ocasión su distanciamiento ante Amado Nervo. También está la renovación intelectual ante la guerra. En 1911 la Revista Moderna dejó de publicarse, la poesía lopezvelardeana estaba aún en formación.

10.10.2016

Ánima

Ochos en el piso de la soledad, columna por el centenario de La sangre devota de Ramón López Velarde. Con el agradecimiento al periódico Imagen por la publicación. 



La figura femenina en la obra de Ramón López Velarde toma diversos matices, entre la exaltación, la pena o la soledad. En la configuración de la mujer se pueden notar sus lecturas, atendiendo a los hálitos de tradición y auscultación.  El alma se encuentra afanosa por reconocer al otro.
La construcción del «Ánima», alma que complementa al ser, fue uno de los senderos que exploró la escritura lopezvelardeana. Su prefiguración mítica, en fórmulas de tradición,se propuso en El Banquete y fue consolidada en el Medioevo cual eterno femenino. La pureza y el anhelo, posible significado toponímico de Fuensanta, son los argumentos que sostienen a la mujer en La sangre devota.
La presencia de tal tema fue mediante poemas madrigales. En “¿Qué será lo que espero?”se desliza el alma de una mujer pura, terrible y enigmática. El complemento es evidente, pues la voz de poema se propone herida, sinuosa y enferma; el Ánima es un bienestar que promueve sus sendas, en lo infinito arcano.
Se muestra así una inmensidad en el sonido y en la letra. El endecasílabo
¡oh blanda que eres entre todas blanda!
manifiesta una circularidad por la expresión, el proceso y el delirio. La voz se propone como un ser dubitativo. Entiende que su salvación está en el decoro de la mujer, sin embargo no sabe cuáles son los territorios de su estado. Ahí lo oculto:

¿Qué me está reservado
de tu persona etérea? ¿Qué es la arcana
promesa de tu ser? Quizá el suspiro
de tu propio existir; quizá la vaga
anunciación penosa de tu rostro;
la cadencia balsámica
que eres tú misma, incienso y voz de armónium
en la tarde llovida y encalmada…

En la descripción del secreto se postra lo inmaculado del ser, un Ánima que no logra descifrar. La redención se muestra por cifras bíblicas: idea, maná y lluvia de purificación. Es el principio de un ser inmaculado. Por ello “¡Oh blanda que eres entre todas blanda!” su configuración es una nueva alianza, el Alfa-αentre escritura y olas de pensamiento.

Y de ti y de la escuela
pido el cristal, pido las notas llanas,
para invocarte ¡oscura
y radiosa esperanza!
con una a colmada de presentes,
con una a impregnada
del licor de un banquete espiritual:
¡ara mansa, ala diáfana, alma blanda
fragancia casta y ácida!

En La sangre devota se postra la infinitud del poeta. Los registros cambian. La salvación es descrita por la “a colmada de presentes”, la “a impregnada / del licor de un banquete espiritual”. Así es el principio salvífico, al que ofrenda devoción, ara mansa, ala diáfana, alma blanda. El ω de la soledad será la perennidad de “la o por lo redondo”, en la penumbra infinita del desasosiego.

10.09.2016

Poemas políticos de Ramón López Velarde

Ochos en el piso de la soledad, columna conmemorativa al centenario de La sangre devota de Ramón López Velarde. Con el agradecimiento al periódico Imagen por la publicación. 

Fue el periodismo uno de los trabajos que más practicó Ramón López Velarde. La escritura en el autor jerezano era un ejercicio constante. Su presencia en los medios impresos de la época no sólo fue la de la reseña de libros y autores o la presentación de poemas, que a la postre conformarían La sangre devota y Zozobra. Hay varios textos políticos, publicados en diversos estados del país.
Ramón López Velarde expuso en ocasiones sus ideas mediante versos. En muchos casos se trató de poemas sátiros, en el que se impone la jocosidad y el desafío, ante un hecho de ocasión. La idea primordial consistió en establecer una sonata aguda, incisiva y, en las vueltas retóricas del verso, hacer notar una visión en los tiempos cruciales a los que perteneció el jerezano. En algunos de ellos se impone la idea política por la calidad literaria. En otros, se atisba ya el ejercicio autocrítico. Destáquense tres poemas publicados en La nación. “En verso” –21 de julio 1912 – se da cuenta de una hipérbole, quizá en el inicio por un vago recuerdo a la nariz de Góngora por Quevedo:

Érase un gobernante
que cifraba su empeño
en usar alpargatas
blusa fabril y gorro chilapeño.

Para que el populacho
le rindiere alabanza […].

Hay también dos sonetos. “Un barón” –24 de julio de 1912– trata de un poema en el que describe a un exuberante hombre de recargada elegancia.

Hay en San Luis un célebre barón
que, con su corpulencia aristocrática,
vive con placidez de vida errática,
haciendo un hiperbólico bastón;

y como lo menea sin ton ni son,
suele, con atingencia matemática,
dar de leñazos a la gente apática
que va cerca de él sin precaución.

Es evidente la manera en que formula la imagen que desdeña. A la par, el compromiso de López Velarde por ideales es notorio. El soneto “De ultratumba” –20 de agosto de 1912– lo prueba. Antes, el poeta había hecho una diatriba por la venta del Panteón de Montecillo por el presidente municipal de San Luis Potosí, el doctor Méndez.

Yo os quiero confesar, doctor, primero,
que la enajenación que el mundo admira,
de útil no tiene más, si bien se mira,
que rendiros un fúnebre dinero.

Pero también que me confieses quiero
que un olor a cadáver se respira
en la venta ¡pardiez! Y en vano aspira
a competir con ella un usurero.

La venta del cementerio trastoca al tanto en el acto público, como en su contexto moral y ético. Los versos, incluso los políticos, son parte de un ejercicio de escritura, momentos creativos que forjaron la construcción de su obra más recordada.