Entrega II: Ochos en el piso de la soledad, columna conmemorativa por el centenario de La sangre devota de Ramón López Velarde. Con el agradecimiento al Periódico Imagen por la inclusión y publicación.
La palabra francesa Spleen en la segunda mitad del siglo XIX
y principios del XX tuvo una significación y uso particular. Dentro del mundo
cultural encontró, como forma antropológica, traspasos o traducciones adoptados
por varios artistas. La palabra significa “melancolía”, un tipo de
extrañamiento que no tenía causa alguna.
Tal término fue caracterizado en la ciudad con mayor imán
poético en su época: París. El representante con más fuerza y renombre de la
“melancolía parisina” fue Charles Baudelaire y su poemario Las flores del mal. Parte de su estrategia literaria contravenía
con la línea caínica, no en la renuncia o negación de un dogma religioso, sino
en la transgresión de ideas o reglas, transgredidas por genealogías o sistemas
de valores. En “L’albatros”, por ejemplo, Baudelaire enmarcaba la tristeza e
inutilidad del poeta y el ave fuera de su espacio, su cielo: “Ses ailes de
géant l’empêchent de marcher” (“sus
alas de gigante le impiden caminar”). Así, fuera de su sistema o mundo, el
poeta era sin más un enorme ser sin que pudiese extenderse en un mundo que le
impedía el cielo abierto.
Ramón López Velarde interpretó y, en propuesta poética, desarrolló
un Spleen personal. Con una
explicación –a manera de inserción estrófica– se pueden encontrar dos
referencias que son marca y pie para el arranque de una «Zozobra», por
las directrices de su devoción. En el poema “Tenías un rebozo de seda” de La sangre devota, el poeta jerezano
explica:
(En abono de mi sinceridad
séame permitido un alegato:
entonces era yo seminarista
sin Baudelaire, sin rima y sin olfato.)
Esta estrofa sugiere el sustrato y
mitología individual de López Velarde. Al menos, refiere el fervor mujeril, su
conocimiento de textos bíblicos o la parsimonia ritual judeocristiana, el Spleen de París, así como la rima y
olfato que todo buen poeta requiere.
No es la única referencia. En “Hoy como nunca…” se encuentra
el arranque de la tristeza lopezvelardeana. Por si fuera poco, más allá de los
puntos de su mitología personal, se encuentra la dedicatoria de Enrique
González Martínez, autor de “Tuércele el cuello al cisne”; hecho que marca un
tipo de sendero temático. En un texto crítico, “Frente al cisne muerto”, López
Velarde testificó su melancolía junto al símbolo intensificado por el doctor
González Martínez.
En apego a una forma particular, López Velarde intercede en
la creación de un territorio para el sufrimiento, su Spleen. A diferencia de Baudelaire, su transgresión es doble, “el
Infierno en que creo”, que afirma una creación del vuelo por el que delinea su
mundo, además de la devoción por no ser el elegido: la desdicha del Spleen.
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